viernes 20, septiembre, 2024

EL MERCADER DE VENECIA, EN UN SHAKESPEARE A LA ZERMEÑO

 

(Una bitácora en recuerdo a un gran montaje teatral dirigido por Raúl Zermeño)

 

Raúl Adalid Sainz

Allá por el 2005 se dio en el teatro mexicano el llamado, «Proyecto Shakespeare». Tres obras del bardo dramaturgo inglés se llevaron a escena: «El Rey Lear», dirección de José Caballero, «Sueño de una Noche de Verano», dirigida por José Solé y «El Mercader de Venecia», con dirección de Raúl Zermeño.

 

Las obras fueron montadas por un grupo temporal teatral que fue llamado «Compañía Nacional de Teatro». La sede: El Teatro Julio Castillo.

«El Mercader de Venecia», dirigido por Raúl, fue de polendas en cuanto a la polémica que suscitó. Sobre todo entre los críticos, pero lo que realmente importaba era la opinión del público. El componente de la comunidad teatral mostró pensamiento y sentir dividido. No es de extrañar. 

Ahora bien, la crítica es iluminadora si se sustenta en argumentos poderosos y en conocimiento del tema. El llamado espectador de a pie, el que paga un boleto, el que va al teatro a recibir y ofrecer un sentimiento legítimo en respuesta, fue captado de manera maravillosa y contundente. 

Zermeño situó su material en los años treinta. Una época de estética visual elegante en el vestuario y maquillaje notable. La amistad de «Antonio» y «Bassanio», era revestida de un amor gay soterrado. El deceso moral y anímico del judío «Shylock» era presentado con una gran dignidad por parte de Raúl. Sin llorar aceptaba la derrota en el juicio. 

Su conversión al cristianismo era recibida como una imposición, nunca como un arrepentimiento a su religión, y mucho menos una humillación hacia sus valores éticos morales. La obra era presentada en su proemio, como una grey de combate oriental, era la metáfora del culto al hombre, a lo viril, a su belleza física.

Hay un momento muy gozoso a recordar del montaje de Zermeño: la escena de los pretendientes de «Porcia». Al «Príncipe de Marruecos», Raúl lo transformaba en un príncipe mexicano, mismo que bailaba jarabe tapatío y lazaba, magnífica interpretación cómica de Héctor Holten. «El Príncipe de Aragón», era caracterizado a lo andaluz torero. El personaje cantaba en Jondo su amor a «Porcia». Muy bien interpretado por el actor Roberto Ríos, llamado «El Raki». 

Música de los treintas. Aún recuerdo el bailecito de Arturo Reyes, criado de «Shylock», al compás de «Blue Moon». Un montaje donde el tamiz de la conducta humana: el egoísmo, la mezquindad, la sin piedad, el amor socavado por las reglas sociales, los usos y costumbres desiguales, estaban presentes. 

Pero también una puesta en escena que transparentaba ese signo tan característico del director Raúl Zermeño: su irónico humor que funcionó a las mil maravillas en este montaje. El nivel actoral unificado fue una parte muy celebrable. Zermeño era eso que hoy se pierde, un gran director de actores. Sus montajes tenían significación actoral y espacial, tono y estilo. Pero sobre todo, algo muy importante para él: riesgo, una postura hacia el tema a tratar.

Hubo una reposición de la obra donde el actor Oscar Narváez entró a hacer el papel de «Shylock», estuvo maravilloso. En el elenco recuerdo a Juan Manuel Bernal como «Antonio», a Fernando Becerril como «Shylock» (en la primera temporada), Jana Raluy como » Porcia», a Everardo Arzate como » Bassanio», veo en la bruma de la memoria a Erika de la Llave como la asistente de «Porcia», veo a los actores Jorge de los Reyes, Silvia Carusillo, Antonio Rojas, y otros a donde por desgracia no llega la fugitiva memoria. Mi perdón a ustedes. La brillante escenografía fue de Arturo Nava, con quien Raúl se entendía a las mil maravillas. Muchas obras compartidas. 

Raúl Zermeño dijo a la revista «Proceso», lo siguiente: «Más que un cuento de mallas del Renacimiento –afirma Zermeño– que quizá el espectador mexicano tienda a ‘cachirulearlo’, queremos darle un giro de 180 grados a esta propuesta, con una serie de personajes terriblemente complejos, duales y condicionados, como todos nosotros, a su modo, su tiempo y su moral, ese es el reto. 

Respecto de los ecos que esta comedia tiene en la sociedad contemporánea, Raúl Zermeño afirma que en ella está presente la esencia del hombre, lo que Bloom llama la invención de lo humano, las pasiones, las mezquindades, las grandezas, el ingenio brutal, la elegancia para el mal, para la estupidez y la magnificencia. 

 

Raúl Adalid Sainz, en algún de México-Tenochtitlan

 

Compartir en: