Enrique Martínez y Morales
El perro ha sido compañero del ser humano desde hace miles de años. Su origen se remonta al lobo, con quien comparte un ancestro común. Fue a través de un proceso de conveniencia mutua —en el que el lobo se acercó al fuego y el hombre le ofreció alimento a cambio de protección— que nació una de las relaciones simbióticas más sólidas y entrañables de la historia de la humanidad.
Desde entonces, el perro ha acompañado al ser humano en los momentos más trascendentales: en la caza, en las guerras, en las migraciones, en los hogares y hasta en las misiones espaciales. Laika, por ejemplo, fue la primera criatura terrestre en orbitar la Tierra en 1957, convirtiéndose en un símbolo de valentía y sacrificio.
Pero más allá de los hitos históricos, los perros han demostrado una capacidad única para amar, cuidar y proteger. Son ojos para quienes no pueden ver, como los perros guía que permiten a personas invidentes moverse con seguridad y autonomía. Son héroes silenciosos en los desastres naturales, como los que participaron en los rescates del sismo de 2017 en México, arriesgando su vida por salvar gente atrapada entre los escombros. Son guardianes de nuestra seguridad en aeropuertos, fronteras y calles, detectando sustancias peligrosas, apoyando tareas de vigilancia o de búsqueda de personas extraviadas en los bosques. También son la compañía fiel de quienes viven solos.
En nuestra vida cotidiana, los perros también nos enseñan lecciones de empatía, de conexión y de amor incondicional. Su capacidad de leer nuestras emociones, de hacernos sentir comprendidos y acompañados, es un regalo que nos recuerda la importancia de las relaciones con todos los seres vivos. Se ha comprobado, incluso, que pueden predecir con segundos de antelación afecciones cardiacas en la gente o movimientos telúricos en la tierra.
A lo largo del tiempo, su papel ha evolucionado. De guardianes de ganado a miembros de las familias modernas, los perros hoy ocupan un lugar privilegiado en nuestros corazones y hogares. Son compañeros de juegos, consuelo en la tristeza, y una fuente inagotable de alegría y amor. Para quienes los tenemos dentro del hogar, son la alarma ideal ante ruidos extraños, el feliz anuncio de la llegada de los niños a casa y hasta el aviso insistente de la aproximación del camión de la basura.
El pasado 21 de julio celebramos el Día Mundial del Perro. Es importante reconocer no solo su historia y sus aportaciones, sino también nuestra responsabilidad con ellos. Adoptar en lugar de comprar, esterilizar, brindar alimento, cuidados veterinarios, tiempo y afecto, no es un favor: es una muestra mínima de gratitud y un acto de corresponsabilidad y congruencia comunitaria.
Porque quien ha sido leal a lo largo de los siglos, merece más que cariño: merece respeto, protección y una vida digna. Se suele decir que el perro es el mejor amigo del ser humano. Más que amigo, el perro para nosotros es familia.