sábado 23, noviembre, 2024

El encuentro con Adriana Barraza

Raúl Adalid Sainz

Después de 38 años volví a encontrarme con Adriana Barraza. La confluencia afortunada fue en Oaxtepec Morelos. El hecho: una grabación de una serie de comedia que será, estoy seguro, pues su guion es estupendo, maravillosa. La gran Mafer Suárez nuestra directora.

La cosa es que después de tanto de no vernos, nos encontramos en el restaurant del hotel donde nos hospedábamos. La mirada de Adriana y mi sentir fue de descorrer el telón de 1985, ese de la obra «La Fiera del Ajusco», de Víctor Hugo Rascón Banda, en que nos conocimos.

Adriana era asistente de dirección de Martha Luna. Una espléndida directora. El caso es que nos dimos un gran beso y abrazo. Adriana les contaba a los compañeros que desayunaban con ella de esa maravillosa obra. Recordamos a Martha, a Víctor Hugo Rascón Banda, a la querida actriz protagonista Ángeles Marín, la mirada de Adriana transmitía alegría nostálgica. Era una época de lucha de Adriana. Acababa de llegar de Chihuahua a abrirse paso en aquel llamado DF.

Así que nuestro reencuentro se abrió por la nostalgia. Mismo que hizo recordar a Adriana el camino. Mas era echar la mirada atrás dentro de un presente luminoso. Adriana es nuestra protagonista, dentro de este serial de nombre: «Una Sencilla Familia Complicada».

En los descansos, Adriana me platicó cosas maravillosas: de su encuentro que cambió su vida con Alejandro González Iñárritu, y aquella afortunada audición para Manuel Teil (director de casting) que la llevó a ser elegida para la mítica película «Amores Perros».

Me decía Adriana de lo que fue el casting: «Limpia la cocina», le dijo González Iñárritu. Ahí estuvo el talento de Adriana que vio el director para seleccionarla. La película sí cambió la vida de Adriana porque al tiempo fue invitada por González Iñárritu para hacer audición para la célebre película norteamericana «Babel».

Adriana compitió contra otras tres actrices, el director se lo confesó. Me decía Adriana que la siguiente vez que González Iñárritu la llamó, ella sintió, que era para decirle con pena que no había habido suerte. Le dijo: ya estás lista para subir (no recuerdo cuántos kilos) «Amelia», es tuyo». La vida de Adriana cambió. Trabajó en esa gran cinta al lado de Brad Pitt, Cate Blanchett, volvió a repetir con Gael García, y fue dirigida nuevamente por el rigor talentoso de González Iñárritu. Vino para ella la gran cereza en el pastel: la nominación al premio «Oscar», por su gran desempeño en «Babel».

La plática con Adriana era fantástica. Sus ojos y expresión eran una película en sí misma. La nominación la desbalanceó un tanto, me lo confesó, fue algo muy inesperado en su vida. Adriana sabía que su vida estaba dando un giro favorable. Su carrera de actriz iba a subir como la espuma. Pero en ella, por fortuna, ésta se mantiene arriba.

Le dije a Adriana que esa nominación era una inspiración para los actores. Eso sentí yo, se lo manifesté, era la sensación que en la vida del actor todo puede suceder, para bien, cuando se lucha por un objetivo. Y hablábamos del éxito, no como el fin a seguir, sino que una circunstancia plausible, puede traer el reconocimiento para la consecución de realizar mejores papeles, y retos que te lleven a alcanzar el desarrollo máximo actoral, conocer directores interesantes y una remuneración favorable. Sólo eso.

Antes de esa nominación, Adriana recordaba que hacía pequeños papeles en las novelas, saltó a dirigirlas, y dentro de una de esas grabaciones, la actriz sufrió un ataque cardiaco. Todas estas vicisitudes sorteó Adriana. Una mujer de lucha enorme. Que ha entregado su saber humano e interpretativo a las nuevas generaciones. Tiene una academia en Miami donde ofrece talleres actorales.

Compartir el set con ella es un regalo. Es una actriz sublime. Entregada. Absolutamente verosímil. Su presencia es una luz que dice: «sé tú, entrega el máximo».

Adriana respeta mucho la capacidad del buen actor hecho en televisión, me decía que se enseña a resolver con solvencia, en corto tiempo, la trayectoria de un personaje. Sus objetivos y obstáculos los deslinda intuitivamente. Desarrolla una rapidez de su memoria. Elemento primordial para trabajar en las series. Debe ser toda una experiencia estudiar con ella. Adriana maneja con talento los tres géneros: el teatro, el cine, y la televisión.

Esta fue una síntesis de un lindo encuentro de días con una gran mexicana. Platicar con Adriana es vivir la pasión por la actuación, por la vida. Verla trabajar es sentir lo que significa la palabra profesionalismo. Todo un saber del ámbito actoral por parte de la querida Adriana. Su discurso de despedida al terminar el serial fue entrañable. Su agradecimiento a todos, inolvidable.

Treinta y ocho años de no verla. Fue todo un correr de la vida.

Hoy, me tocó platicarles esta historia más de la vida de los actores. Yo como parte de ellas sólo transmito el eco de las grandes vivencias a su lado.

Ahora a esperar este serial donde Adriana, y su «Doña Telma», descubrirán todo un mundo. Ya lo verán.

PD: Esta historia será parte del segundo tomo de «Historias de Actores»(un recorrido por el mundo teatral y cinematográfico.)

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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