Federico Berrueto
Movimiento Ciudadano está en manos de Dante Delgado, uno de los políticos más avezados de las últimas décadas. Sin embargo, no es infalible. Ha cometido errores propios de la política. Por ejemplo, leyó mal el 2018 y la decisión de sumarse a Ricardo Anaya, candidato presidencial del PAN, no resultó como esperaba. Peor ha sido su resolución en meses recientes, especialmente no participar en las elecciones del Estado de México y Coahuila. Su ausencia en el primero fue crucial para que Morena prevaleciera. Si ese fue su cálculo le funcionó, si pretendía precipitar el colapso del PRI y el quiebre de su alianza con el PAN y el PRD, tampoco le funcionó. Sí es un hecho que MC perdió base electoral en ambas entidades y peor aún, fue funcional a Morena y al presidente López Obrador.
Persiste el dilema de MC, estar o no con Morena y con López Obrador. En las condiciones de la contienda de 2024 no hay tercera vía. Dividir el voto opositor significa jugar el papel de esquirol de quienes pretenden frenar el proyecto autoritario ya anunciado en las iniciativas de reforma constitucional que presentará el Ejecutivo para que una nueva mayoría pueda hacerlas realidad.
Tiene razón Dante en rechazar a los dirigentes del PRI Alejandro Moreno y Rubén Moreira. De conformar una fracción parlamentaria sometida a ellos, el futuro gobierno de Morena contaría con aliados a partir del previsible chantaje y extorsión. Electoralmente Dante ha sido funcional a Morena, pero legislativamente, en los hechos que importan e impactan son Moreno y Moreira; no MC, la fuerza política más consistente en su oposición al régimen obradorista: por sus votos los conocerás.
El PAN requiere de MC y la oposición también, incluso el mismo PRI. El problema son los dirigentes tricolores y Dante debiera tejer fino para no descalificar el todo por la parte enferma. MC también requiere de la oposición, salvo que ya traiga en la bolsa la candidatura de Marcelo Ebrard o la de Luis Donaldo Colosio, quien ha sido más que claro de que buscará la reelección en la presidencia de Monterrey.
Lo que hace Dante es perfecto si se tratara de jugar con los tiempos y esperar a septiembre para definir posición. Pero, por sus palabras no parece ser el caso. Está decidido a irse por su cuenta a pesar de que el bloque opositor se ha reposicionado y de que la irrupción exitosa de Xóchitl abre la posibilidad para la alternancia en la presidencia. Tiene razón el senador de MC Clemente Castañeda, la eventual candidatura de Xóchitl, incluso la de Beatriz Paredes, da espacio para revisar la idea de irse solos a la elección de 2024, particularmente si no tienen un candidato presidencial del tamaño de Colosio o Ebrard. En el mismo sentido está el gobernador Enrique Alfaro; pero subyace la elección próxima de gobernador y la conveniencia de la alianza, por eso Samuel García de Nuevo León no quiere sumarse a la coalición opositora ni explorar el reencuentro con el PAN y el PRI.
El debate político está cambiando a favor de la alternancia. El presidente está perdiendo el control de la agenda comunicacional y los aspirantes de Morena han desaparecido del mapa noticioso y surgen sólo para expresar su inconformidad con el método y su conducción. AMLO tiene que recurrir a la agresión extrema en el ánimo frustrado de descarrilar a la oposición y a Xóchitl. En este contexto es todo un caso que Manuel Bartlett tenga que salir a justificar su actuación en la elección presidencial de 1988. Los críticos de Bartlett, generosos en los cargos, se refieren a su enriquecimiento y desempeño tramposo, y omiten uno abrumador: jefe de José Antonio Zorrilla, sentenciado por el homicidio de Manuel Buendía. Cuanta falta hará Porfirio Muñoz Ledo para tener claridad de los personajes del pasado.
Dante es el jefe indisputado de MC, y será su exclusiva responsabilidad, a pesar del triunfo partidista en dos estados fundamentales para el país. También cuenta con una fuerza parlamentaria importante. Su destino sería ser la tercera fuerza política. De no ocurrir así en 2024, su líder moral asumirá un elevado costo y volverá irreversible, al menos por un buen tiempo, la condición marginal de su proyecto político; ojalá no se trate de un personaje con talento para sobrevivir, no para ganar.