jueves 14, noviembre, 2024

El destino te tiene una cita

«Nadie elige la vida del teatro, si antes el teatro no lo eligió”: Luis De Tavira

Raúl Adalid Sainz

No era sonido escenotécnico, como le llaman ahora, pero en un teatro de la comarca lagunera, llamado «Teatro Alberto M. Alvarado», como a eso de las nueve y media de la noche, se oía el pasar del tren que iba de México a Ciudad Juárez. Sus pitidos aún resuenan como ecos que no mienten.

Así lo viví aquella noche en que mi papá me invitó a mi primera obra de teatro: «Vamos al teatro», dijo animado, «no eso ha de estar bien aburrido», contesté desdeñando la invitación, en la total abulia adolescente de mis diecisiete años. El caso es que al final de cuentas acudí.

Al escuchar las llamadas (primera, segunda y tercera, un misterio se anunciaba) un telón se abría y aparecían figuras como de carrusel de juguete, con música de muñecas de cuerda, maquillados en blancos y rojos y con pelucas. Las mujeres llevaban corsés que hacían visibles y voluminosos, los bellos pechos marmoleos de las actrices.

Se trataba de la obra: «El Avaro», de Moliere. Yo estaba arrobado, hechizado, imantado ante la gestualidad cómica de un actor que gritaba constantemente: «¡Mi dinero, mi dinero, ¿quién se ha robado mi dinero?¡», ese gran señor, ese señorón que tanto me impactó, era el maestro Ignacio López Tarso.

La obra terminó, mi padre vio la expresión de arrobo que llevaba, me sacudió la cabeza y gozosamente emitió una tierna carcajada. Ahora sí que como dijo la canción del cinturita, «Pedro Navajas»: «sorpresas te da la vida…sorpresas te da la vida».

La dirección fue del maestro Miguel Sabido, por supuesto que en ese momento, ni sabía quién era, ni me di por enterado, mucho después lo supe. La ignorancia era la de un muchacho yermo del norte. Pero el destino tenía su juego ante estas marionetas que somos sus hijos: tres años después, en 1982, debutaba profesionalmente como actor en la ciudad de México, con el «Tartufo», de Moliere.

Un día me daré una vuelta al Teatro Hidalgo, para ver las placas de conmemoración de la obra, y comprobar que el desenlace de este relato, no fue sólo un sueño. Por cierto, uno de los padrinos de una de esas develaciones de placa de «Tartufo», fue el maestro Ignacio López Tarso.

La foto primera lleva en sí, al gran don Ignacio López Tarso, interpretando al «Rey Lear» de William Shakespeare. Gracias a su hijo, el gran actor Juan Ignacio Aranda , por este regalo de imagen de su señor padre.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

Compartir en: