domingo 24, noviembre, 2024

El BUENO, EL MALO Y EL FEO 

 

Raúl Adalid Sainz

Siendo un niño yo oía a la gente que chiflaba el tema de esta película. Su nombre tan sugestivo penetraba mi imaginación de párvulo. «El Bueno, El Malo y el Feo», ¿Qué será eso? me preguntaba. Teniendo diecisiete años por fin la vi. El cine, el «Comarca 2000», allá en mi lejana Torreón. Año 1980, mes de mayo. 

 

Cómo olvidarlo. Es quizá la película que más me ha impactado visualmente en una pantalla grande. Salí del cine y me coloqué un pitillo en la comisura de la boca creyéndome «Blondie», el maestro Clint Eastwood. Es una película referente para mí. Su monumentalidad de tomas, los parajes que son un personaje más, los close ups impresionantes, la historia es una aventura maravillosa, llena de sobresaltos, la actuación de gato callejero de Eli Wallach, su vivaz humor, la mamonería intransigente de Lee Van Cleef, la presencia cinematográfica del gran Clint. 

Y qué decir de esa sinfonía compuesta para cine por el gran Ennio Morricone. Sus apuntes sonoros engrandecen, emocionan, estrujan los sentidos, uno desea montar a caballo oyendo a «Tuco» gritar a lontananza: «Blondie,¿you know what you are? A son of a bitch». Luego Clint para el caballo, saca el rifle, apunta, se oye el disparo, «Tuco» cae a la tierra, «Blondie» lo ha salvado dando la bala en la soga que lo iba a ahorcar, estando él en la punta de la lápida. 

Cómo olvidar esa secuencia de Wallach enloquecido de ambición corriendo por el cementerio en busca de la tumba que alberga el oro, esa sinfonía catártica llamada «Éxtasis de Oro». Esa escena del duelo final, jugando la cámara de Leone un rol protagónico. Esas locaciones salidas del mejor sueño. Un western onírico subyugante. 

Una vez me preguntaron si «El Bueno, El Malo y El Feo», sería lo mismo sin la música de Ennio Morricone. Quizá no. Lo bueno es que esta proeza artística va y sigue caminando de la mano; el genio cinematográfico de Leone para contar como contó y la poesía de notas de don Ennio. ¡Peliculón!

Aun espero el día de ir a esas locaciones en Almería, España para revivir mi propia película de ilusiones. Aquí recuerdo a esos amantes españoles de la película que desenterraron, literalmente, la locación del cementerio de «Sad Hill», para hacer un homenaje a la película. 

Esto está registrado en el documental llamado «Desenterrando Sad Hill», lo puedes ver por Netflix. Hace unos años falleció el gran «Tuco», Eli Wallach. Él para mí nunca murió. Sus imágenes están latentes a partir de esa tarde que lo vi en aquel Cine «Comarca 2000» lagunero del Boulevard Independencia. 

 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México-Tenochtitlan

 

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