El libro rojo de Mao
Marcos Durán Flores
El 16 de mayo de 1966, el Comité Central del Partido Comunista de China, emitió una circular con las ideas de Mao Tse-Tung que meses después se imprimieron bajo el nombre del “Libro Rojo”, los pensamientos del presidente Mao, una especie de “Biblia China”, que dio cauce a la “Revolución Cultural”, movimiento que intentó cambiar a esa nación desde la raíz.
Yo adquirí el “Libro Rojo” durante mi primera visita a China hace más de 10 años y al igual que para millones que creyeron en la “utopía comunista”, la Revolución Cultural fue un faro de esperanza. Esta revolución buscaba derrumbar a los “cuatro viejos”: las viejas costumbres, los viejos hábitos, la vieja cultura y los viejos modos de pensar. Pero detrás de la “Revolución Cultural”, estaba el intento de renovación de las élites políticas para ponerlas bajo el control de Mao. Estas élites estaban molestas con la forma en que ejercía el poder y reconocían la necesidad de oxigenar la política en China.
Y es que, al igual que otros gobernantes comunistas o socialistas del mundo, Mao había tomado medidas económicas desastrosas que se tradujeron no solo en mayor pobreza y endeudamiento, sino en millones de muertes. El brutal fracaso del conocido como el “Gran Salto Adelante”, movimiento que pretendió la colectivización de la producción agrícola e industrial en la China comunista, provocó una hambruna que, según cálculos conservadores, trajo consigo la muerte de 45 millones de chinos. Esto abrió la oportunidad al poder a políticos como Deng Xiaoping que buscaba cambiar el modelo económico.
Pero compartir el poder era algo inaceptable para quien, luego de décadas al frente de China, se negaba a dejarlo y cualquier crítica a su modelo, la tomaba como una amenaza a su posición personal. Así que en forma perversa utilizó a los jóvenes que le ayudaron a implantar rápidamente su “Revolución Cultural Proletaria” qué basada en las ideas plasmadas en el “Libro Rojo”, fue eliminando, deportando, encarcelando, matando y desapareciendo a personajes a los que consideraba como enemigos políticos.
Mao Tse Tung, que murió un día como hoy, pero de 1976, utilizó cientos de miles de jóvenes radicales a los cuales enfrentó contra la jerarquía del Partido Comunista para iniciar una especie de “purga”. Cada uno de ellos cargaban consigo el “Libro Rojo” y convertidos en una especie de evangelistas fanáticos del régimen, gritaban lemas revolucionarios mientras creían salvar el legado de su líder supremo.
Ya siglos antes, Tomás de Aquino había advertido con la frase “Homo unius libri”, que en latín significa “Cuídate del hombre que solo ha leído un libro”, frase que hace referencia a esos que intentan imponer sobre todas las cosas su visión retorcida del mundo con base en sus creencias personales.
Y es que durante ese tiempo peligroso, no llevar, leer y citar de memoria el libro, era visto como una señal de divergencia, lo que podría conducir al ostracismo e incluso la muerte. En este momento era tan importante mostrar la actitud “políticamente correcta” que incluso los trabajos científicos, citaban sus obras y prácticamente todos los ciudadanos poseían una copia personal del mismo.
El “Libro Rojo”, es el más popular del mundo, solo después de la Biblia, y se han impreso alrededor de 900 millones de copias. Esta obra de 270 páginas, 33 capítulos y 427 citas de Mao divididas, lo mismo habla de frases de la guerra, la disciplina, el patriotismo, el papel de la mujer y, por supuesto, de política.
La “Revolución Cultural” fue un evento siniestro que intentó destruir desde sus cimientos una herencia milenaria; todo por el propósito perverso de Mao por eternizarse en el poder y tras su muerte, imponer a su sucesor. No sucedió ninguna de las dos cosas, pues al final su figura es meramente decorativa, y su sucesor, Deng Xiaoping, perseguido por la “Revolución Cultural”, por ser uno de sus más feroces opositores, es a quien los chinos reconocen como el verdadero responsable del milagro económico de ese país. Cosas de la vida, en su intento por conservar el poder, el propio Mao Tse-Tung, el héroe que expulsó a los japoneses, el estadista que formó una nación, había olvidado una de sus frases favoritas: “Agua estancada se pudre”.
@marcosduranf