El Prometeo americano
Marcos Durán Flores
La semana próxima, se estrena en cines la película “Oppenheimer”, un filme del gran director Chistopher Nolan, basada en el libro “Prometeo Americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer, de la autoría de Kai Bird y Martin J. Sherwin. Al invocar la leyenda griega de Prometeo, quien fue castigado por los dioses por dar fuego al hombre, los autores relatan los elementos heroicos y trágicos de la vida y la carrera de Oppenheimer en una investigación que se alargó por 30 años, retratan al físico como un torpe prodigio que se convirtió en el líder pragmático de 6.000 hombres y mujeres, científicos, ingenieros y tecnólogos reunidos en un solo lugar en el proyecto más grande de la historia: La construcción de la bomba atómica, el poder del sol.
Habiéndose graduado en química en Harvard, Oppenheimer se sintió atraído por la física en la Universidad de Cambridge. Un genio que se especializó en la mecánica cuántica, pero mundano en muchos sentidos, algo ingenuo y un científico comprometido, inusualmente generoso en compartir el crédito con estudiantes y colegas y capaz de tomar sus logros a la ligera. («Puedo hacerlo más claro», comentó una vez sobre un problema de física espinoso, «pero no puedo hacerlo más simple»).
Participó activamente en política y tenía amigos comunistas; en 1940 se casó con Kitty Puening, la viuda de un veterano de guerra español, lo que alertó al FBI y a su atormentado director, J. Edgar Hoover que en 1941 lo incluyó en una lista de «personas a considerar para detención bajo custodia en caso de una emergencia nacional». Sin embargo, en octubre de 1942, el general Leslie Groves, jefe del Proyecto Manhattan, eligió a Oppenheimer para dirigir el equipo científico que construiría la bomba atómica en medio de la nada en Los Álamos, Nuevo Mexico. Oppenheimer resultó ser un líder inspirador y se dice que Enrico Fermi, premio Nobel de Física, una vez le dijo: «Creo que tu gente realmente quiere hacer una bomba».
Más que cualquier otro hombre, Oppenheimer representa la carga insoportable de la era nuclear. El «padre de la bomba atómica», fue atormentado por las consecuencias de Hiroshima y Nagasaki y acosado tanto por su conciencia como por el gobierno y el país para el que trabajo. Albert Einstein, su amigo y colega en Princeton, llegó a decir: «El problema con Oppenheimer es que ama a una mujer que no lo ama: el gobierno de los Estados Unidos».
El libro refiere que cuando la bomba cayó sobre Hiroshima, hubo científicos que vomitaron al enterarse. Oppenheimer estaba obsesionado por ello y llegó a creer que los japoneses ya estaban «esencialmente derrotados» y luego desprecio a la ciencia que el mismo encabezó en el proyecto Manhattan.
Como director del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y principal asesor científico de la nueva Comisión de Energía Atómica, Oppenheimer hizo campaña para que el genio atómico, regresara de vuelta a la botella. En octubre de 1945 se reunió con el presidente Harry Truman y todo fue un fiasco, pues el presidente comenzó a llamarlo «científico llorón». En enero de 1950, Oppenheimer sintió que debería haber renunciado como asesor de la comisión de la Bomba, cuando se aprobó la construcción ahora de la nueva bomba de hidrógeno, mucho más poderosa que la lanzada sobre Japón. Ese le gano la animadversión de los políticos de Washington y fue acusado de traición. El mismo gobierno al que sirvió, lo deshonro e incluso estaban convencidos de que iba a desertar a la Unión Soviética, y lo pusieron con vigilancia policial para impedirlo. Pero Oppenheimer apelo y ganó y al final de su vida restauro en cierta medida su honor.
En lo personal creo que la Oppenheimer es una vida de dilemas éticos y tremendas paradojas. No hay respuestas fáciles en su historia. Solo hay preguntas difíciles, y eso es lo que hace que su historia sea tan apasionante.
La historia dice que cuando Oppenheimer, atestiguó la prueba Trinity, la primera bomba nuclear construida y hecha explotar sobre los Álamos, Nuevo México, similar a la que semanas después fue lanzada sobre Hiroshima y Nagasaki, el científico citó el Bhagavad Gita, un antiguo texto sagrado hinduista, que dice: “Ahora me he convertido en la muerte, destructora de mundos”. Tuvo tanta razón que hasta su propio mundo fue destruido
@marcosduranf