sábado 11, octubre, 2025

Dogma de Fe 

Marcos Durán Flores

Día Mundial de la Salud Mental: ¿Quién decide la razón?

No están enfermos de diabetes, cáncer o hipertensión. Su enfermedad no está en el cuerpo; están heridos del alma, lastimados de su espíritu. Son «Los renglones torcidos de Dios» a que hacía mención en su novela Torcuato Luca de Tena, hombres y mujeres olvidados por todos, pero estigmatizados por una sociedad que los tilda de «locos». 

Y es que la línea que divide la locura de la cordura es tan imperceptible, que en ocasiones se cruzan sus fronteras sin notarlo, porque ¿Quién se atreve, quién decide la razón? No olvidemos que los humanos estamos gobernados por los deseos y los hábitos, ambos insuficientes para dar respuesta a los dos entes más complejos que existen y nos agobian: la mente y el universo.

En el Día Mundial de la Salud Mental, pudimos conocer que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de mil millones de personas padecen trastornos de salud mental. Algunas de estas afecciones son  ansiedad, depresión,  esquizofrenia, Alzheimer, epilepsia, y alcoholismo. En México, las cifras están para volverse locos, pues se sabe que en algún momento de su vida, un 25 por ciento de la población sufrirá de algún trastorno mental y que los principales son la depresión, trastorno bipolar; trastorno obsesivo-compulsivo entre otros, que en total afectan a cerca de 25 millones de mexicanos, aunque solo el 5 por ciento sabe que las padece y recibe algún tipo de tratamiento. Pero de estas cifras de personas con trastornos mentales, excluyamos a esos que no padecen ninguno, pues a ellos lo único que les ocurre es que son simplemente idiotas, un mal altamente contagioso y que hoy alcanza proporciones de pandemia.

Se sabe que lo que causa la locura y los trastornos mentales tiene orígenes que van desde lo biológico hasta pasar por procesos humanos: el abuso del alcohol y drogas, baja autoestima, estrés, divorcio, pérdida del empleo e infinitas causas más. Y aunque la ciencia médica muestra avances notables con el desarrollo de poderosos fármacos como son los ansiolíticos y antidepresivos.

Pero encontrar ayuda profesional para enfrentar y soportar con dignidad esta condición se torna casi imposible ante la escasez de centros especializados de salud mental y recursos humanos como psiquiatras, enfermeras psiquiátricas y psicólogos. Esto se vuelve alarmante, porque el sistema regular de salud se encuentra claramente rebasado ante la creciente demanda de una sociedad enferma. 

Se trata entonces de una lucha cotidiana, un torrente de trauma derivado de la discriminación que enfrentan quienes viven con enfermedades mentales, un subconjunto de la población humana cuyos desafíos son casi omnipresentes en todo el mundo.

La discriminación que enfrentan no siempre es evidente. Se esconde tras las buenas intenciones en escuelas y lugares de trabajo, donde nuestras diferencias se confunden con deficiencias. Nos dicen que nos «adaptemos», que encajemos en sistemas que nunca se diseñaron pensando en nosotros. Nuestras necesidades se ven como exigencias para quienes interactúan con nosotros.

Autismo. TDAH y esquizofrenia, muchos de nosotros no tenemos ni idea de lo que significa vivir con estas afecciones y el apoyo para quienes viven esas afecciones convierten su vida en una calamidad. Vivir con una enfermedad mental es como estar atrapado en un círculo vicioso de pensamientos y obsesiones intrusivos e indeseados que nunca desaparecen y que causan un estrés insoportable. Esto obliga a la persona a caer en actos a veces maníacos o repetitivos, pero siempre disruptivos del orden convencional de la vida. Esto se agrava si eres mujer, especialmente en México.

Es este el delirante y crudo destino que deben afrontar algunas personas que sufren de trastornos mentales. Usted y yo los vemos, están cercanos a nosotros, algunos más los encontramos frente al espejo; seres normales que sufren episodios devastadores que los desequilibran para después ser arrojados a profundas y oscuras aguas. Pero piénselo bien, porque tal vez y como afirmó el poeta alemán Heinrich Heine, «La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca».

@marcosduranfl

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