La paradoja de Fermi
Marcos Durán Flores
A principios de la década de 1950, el físico Nobel Enrico Fermi, ganador del Premio Nobel de Física en 1938 señaló una aparente paradoja: considerando que nuestra galaxia, la Vía Láctea, alberga unos 200 000 millones de estrellas y que, muy probablemente (como ahora sabemos con mayor certeza), existen varios cientos de miles de millones de planetas orbitándolas, ¿Entonces por qué no hemos recibido aún la visita de al menos una civilización extraterrestre?
La hipótesis de que exista vida en solo una pequeña fracción de esos miles de millones de planetas, implica que una civilización como la nuestra, debería ser capaz de explorar los sistemas solares circundantes a una fracción apreciable de la velocidad de la luz, podría investigar una parte significativa de nuestro sistema estelar galáctico en menos de un millón de años. Este lapso equivale a tan solo una décima parte de la edad de nuestra galaxia, que data de hace unos 13 000 millones de años, o del Universo, que tiene aproximadamente 14 000 millones de años. Por lo tanto, habría sido muy probable que nuestro planeta recibiera la visita de cientos de especies extraterrestres diferentes, hasta ahora notoriamente ausentes.
Sin embargo, Fermi parece haber pasado por alto un factor importante: el tiempo que tardará en agotar los recursos disponibles, ya sean de nuestro planeta o incluso del Universo observable (digamos, en un radio de 10 000 millones de años luz, o unos 100 quintillones de kilómetros).
Las estimaciones más precisas y el nivel de crecimiento y agotamiento de nuestros recursos naturales indican que a la tierra le quedarían aproximadamente entre 5000 y 6000 años.
Para producir un planeta habitable, las formas de vida necesitan los elementos para regular los gases de efecto invernadero, como el agua y el dióxido de carbono, para mantener las temperaturas de la superficie estables, y no congeladas o ardiendo.
Considere a la Tierra, que tuvo y tiene todo para dar origen a la vida tal como la conocemos. Agua líquida en su superficie, una atmósfera para proteger este ambiente y no está expuesta a demasiada radiación.
Como tal, la Tierra es el único lugar de nuestro sistema solar donde la vida prosperó. Todos los demás, como Venus y Marte, luego de miles de millones de años, se volvieron calientes, fríos, hostiles, secos y llenos de gases mortíferos; nada ahí pudo o puede sobrevivir.
Así que la posibilidad de vida en el gran cosmos, más allá de las estadísticas, tiene que ver con si la vida pudo persistir con suficiente rapidez. Una predicción intrigante es que, en la gran mayoría de los meteoritos, hay evidencia fósil de bacterias similares a algunas conocidas en la Tierra, pero son de vida microbiana extinta, no especies multicelulares, como dinosaurios o humanos que requirieron miles de millones de años para evolucionar.
En mi opinión, esta es la mejor respuesta a la paradoja de Fermi: la vida actúa como una especie de acelerador, induciendo una alta inestabilidad. A falta de una estrategia extremadamente precisa y rigurosa, lo más probable es que, como hormigas que se esconden en un montón de pólvora, estemos condenados en cuanto inventemos las cerillas, mucho antes de que hayamos podido desarrollar los viajes interestelares. De hecho, si repasamos nuestra propia historia y sus recurrentes y prácticamente interminables ciclos de violencia, si consideramos objetivamente nuestro afán por saquear los recursos naturales de la Tierra, muchos de los cuales se agotarán en tan solo unas décadas, la tremenda inestabilidad causada por la propia vida parece ser la explicación más probable de la paradoja de Fermi.
¿Seremos capaces de salir adelante y diseñar, o al menos esbozar, una estrategia para mantener la considerable expansión del conocimiento que hemos presenciado en las últimas décadas? La evidencia de lo que le hemos hecho los humanos a este planeta nos dice que no y que no hay posibilidad de que nadie nos visite ni que mucho menos podamos llegar a algún planeta habitable. La ayuda no vendrá de fuera.
Así, pues, estamos solos, irremediablemente solos. Todo es de noche y la oscuridad es tan sombría que nos envuelve por completo. Así que lo único que resta es arrodillarnos ante ella.
@marcosduranfl