sábado 23, noviembre, 2024

DOGMA DE FE

¿Pena de muerte?

Marcos Durán Flores

Es cierto, las noticias de violencia e inseguridad nos ayudan muy poco a construir un clima de armonía entre la sociedad. Pero las noticias se limitan a informar sobre los hechos y hoy, la delincuencia ha rebasado sus propios límites ampliando sus campos de acción. Asaltos, robos y muertes violentas e irracionales son parte de esto que nos ha puesto alertas, sensibles e intolerantes. Desconfiamos de casi todos, nos encerramos en casa y vigilamos nuestro entorno. Nos hemos puesto irascibles y se escucha por ahí el malestar por la presencia de indocumentados pasando por nuestro estado, y muchos sienten que los van a atacar, a robar. Es la inseguridad la que provoca esa sensación y la baja eficacia en la detención y enjuiciamiento de los criminales que se vuelve desalentadora. 

Esta impunidad provoca que muchos culpen al sistema de derechos humanos obligado a proteger los derechos todos, incluyendo los de los delincuentes. Es ahí, en esta clase de momentos de desesperación, que muchos se preguntan dónde están entonces los derechos de las víctimas.  Son también estos los tiempos cuando se revive la discusión de aplicar la pena de muerte como una solución para reducir la violencia y los crímenes. En México, aunque no se practicaba en forma oficial, se abolió en el 2005 para cumplir los compromisos internacionales en materia de derechos humanos. Nos sumamos a 108 países que han abolido la pena de muerte para todos los delitos.

A pesar de ello, las cifras de quienes están de acuerdo con su aplicación son preocupantes. El último estudio serio al respecto es de hace diez años y reveló que 56 por ciento de los mexicanos estaba de acuerdo con su aplicación y legalización y seis de cada 10 encuestados dijeron estar a favor. Los argumentos a favor aluden a la mejor rentabilidad económica de la pena de muerte, pues “El Estado ni los ciudadanos deben costear el mantenimiento en las cárceles de los consignados por delitos graves; y también el beneficio como medida preventiva, ya que intenta disuadir a quienes deseen participar en actividades delictivas”.

Al respecto y para aplicar la pena de muerte, la imaginación del ser humano es vasta: A lo largo de la historia, los humanos hemos ahorcado, envenenado, electrocutado, lapidado, fusilado, desmembrado, ahogado, crucificado y muchas formas de muerte más, siempre en nombre de la justicia, que más bien parecería venganza. Al final, el crimen no hizo más que crecer.

Muchos justifican esta salvajada diciendo que la propia Biblia, menciona en el libro de Éxodo que de ser necesario habría que aplicar el famoso “Ojo por ojo, diente por diente”.  Esto ha dado argumentos jurídicos a algunas naciones para instaurarla como un crimen legal. Fue en este tipo de discusión que le preguntaron al escritor francés Alphonse Karr, se definiera sobre el tema y dijo: “Estoy de acuerdo en que las sociedades decreten abolir la pena de muerte; pero que empiecen por abolirla los asesinos”.
En lo personal, estoy convencido de que la pena de muerte nos envilece como sociedad y que en términos prácticos no ha servido jamás de nada. Castigar un crimen con otro a lo que se intentan llamar justicia, no reduce la violencia, mucho menos los crímenes. El propio Víctor Hugo, el más grande de los escritores franceses, afirmaba que la pena de muerte es signo peculiar de la barbarie. Además, en sociedades como la nuestra, con un sistema de justicia deficiente, se corre el riesgo de que se ejecute a inocentes, una tragedia aún peor que el crimen inicial, pues, para hacerlo, se utiliza la justicia, que nos pertenece a todos. Al final, todos estaríamos asesinándolo.

Pero la argumentación a favor de la aplicación de la pena de muerte siempre termina con la misma pregunta ¿Y si te sucediera a ti, si alguien de tu familia, incluso tu propio hijo hubiera sido asesinado, estarías a favor de la pena de muerte? La respuesta es sí. Pero aquí, no se trata de mí, y de lo que yo crea o pudiera sentir en medio de una situación tan trágica. Se trata de lo que debemos y podemos ser como sociedad; de lo que debemos aspirar a ser como país. Por cierto, fue miles de años después de que alguien escribiera en la Biblia la cita del “Ojo por ojo”, que Mahatma Gandhi dijo: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.


@marcosduranf

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