domingo 5, mayo, 2024

DOGMA DE FE

1984 

Marcos Durán Flores 

Ni aun el escritor George Orwell en su libro “1984” imaginó que algún día se crearía la “policía del pensamiento” y que gracias a la tecnología sería posible escuchar y leer todo lo que la gente dice. Ni aún “El Gran Hermano”, el personaje central y dictador del ficticio país de Oceanía, tuvo acceso a tal cantidad de información obtenida gracias un extraordinario plan para vigilar las acciones de todos y de todas en aras de la seguridad. 

Eran las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial en 1949, cuando Orwell publicó su novela “1984”, en donde nos presentaba un país totalitario que controlaba cada aspecto de la vida de sus habitantes, incluidos sus pensamientos. Oceanía estaba regida por un grupo que se hace llamar “El Partido”, institución que, buscando una “sociedad ideal”, termina afectando los derechos individuales de sus ciudadanos. 

“1984” es una obra donde Orwell advierte sobre los terribles peligros que los humanos hemos creado y consentido en la búsqueda del orden y la seguridad. En Oceanía, los ciudadanos se habían convertido en esclavos de su gobierno. Estaban seguros, pero esclavizados, pues, el “Gran Hermano” todo lo ve y todo lo escucha. 

Hace años supimos que las agencias de seguridad e inteligencia de Estados Unidos monitorean cualquier tipo de comunicación: internet con todas las redes sociales y por supuesto las llamadas telefónicas.  

Jamás se informó a nadie ni se solicitó la autorización de alguna autoridad judicial, ni mucho menos a los millones de personas cuyas voces y mensajes han sido grabados y revisados por la Agencia de Seguridad Nacional. 

La NSA, actuando como el “Gran Hermano”, supervisa y controlar las comunicaciones y el internet para defenderse del terrorismo internacional. Al desatarse el escándalo, los que están a favor de estas prácticas aseguran son necesarias y que gracias a ellas se han logrado desactivar muchas amenazas. Incluso afirman que de haberse realizado este espionaje a gran escala, se hubieran evitado los ataques del 11 de septiembre de 2001. 

Sus argumentos son: “Tú no puedes tener 100 por ciento de seguridad con 100 por ciento de privacidad y tener 0 por ciento de inconvenientes”. El argumento de la seguridad para inmiscuirse en nuestra vida privada. 

Pero, por otra parte, los defensores de las libertades civiles dicen que el secreto de las comunicaciones juega un papel crucial en una sociedad libre y democrática. No están en contra de la vigilancia a personas relacionadas o susceptibles de cometer actos terroristas, pero hasta ahí.  

Lo demás, acusan, raya en un estado totalitario que tiene por sospechosos a todos sus ciudadanos. Advierten que en las manos de gente sin escrúpulos la información obtenida de la vigilancia masiva es una poderosa arma de cualquier gobierno, empresa o institución. 

Pero hoy, una buena parte de la censura viene de parte de las plataformas de redes sociales que se han convertido en una moderna‘Policía del Pensamiento’, tal y como George Orwelllo escribió en ‘1984’. Y es queTwitter, Facebook, Instagram, Snapchat, Twitch, Youtube y ya de paso, gigantes tecnológicos como Amazon, Google y Apple, deciden, de acuerdo a sus parámetros lo que es o no es, libertad de expresión 

Censuran y abusan de su poder y ellos mismos marcan los límites de la libertad de expresión de una forma monopólica eliminando perfiles y noticias, si a ellos en muchas ocasiones, sin verificarlo, les parece que estás abusando de su visión de la libertad de expresarnos. 

Lo curioso es que a estos gigantes nadie los sanciona por vigilarnos y hacerse presente por medio de algoritmos para que veamos lo que ellos creen que queremos. 

Esto es el mejor ejemplo de que dada la influencia abrumadora de las redes sociales, los riesgos obvios de utilizar indebidamente la información privada, así como la inutilidad de esas compañías y de nosotros por controlarnos, hoy los gobiernos estén pensando en la regulación, en una excusa para espiarnos por “nuestro propio bien”, “por nuestra propia seguridad”. En lo personal me opongo a un mundo donde se registre todo lo que digo o hago. 

Hace casi 250 años, Benjamín Franklin dijo: “Cualquier sociedad que renuncie a un poco de libertad para ganar un poco de seguridad, no merecen ninguna de las dos cosas”.  

@marcosduranf 

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