Marcos Durán Flores
Serrat, el premio princesa de Asturias y Aquellas Pequeñas Cosas
Quizás porque su niñez siga jugando en su playa, es que a Joan Manuel Serrat, que está por cumplir 81 años, muchos lo seguimos viendo como ese soñador de pelo largo que musicalizó los poemas de Antonio Machado, a quien cubre el polvo de un país vecino, el que nos llevó a conocer al autor de Campos de Castilla con obras como “La Saeta”, “Españolito” y “Cantares” poema hecho canción que nos hizo soñar que todo pasa y todo queda, pero que lo nuestro es pasar. Fue por Serrat que descubrí a Miguel Hernández, poeta encarcelado y muerto de tifus en una cárcel española, a donde llegó por criticar al generalísimo y por componer que “Para la libertad” se sangra, lucha y pervive.
Serrat trajo, también a las masas, obras de poetas como Mario Benedetti, Rafael Alberti, León Felipe, Jaime Sabines, Eduardo Galeano y Federico García Lorca. Frescas las heridas de la guerra civil española, el “Nano” se convirtió en un representante del canto para la libertad y la esperanza en toda Iberoamérica. Eran las postrimerías del franquismo que se negaba a morir, mientras que el mundo convulsionaba por los movimientos estudiantiles y la Primavera de Praga era acallada por los tanques soviéticos.
Pero no olvidemos que el autoritarismo es muy sensible a la crítica y las “insolencias” de Serrat fueron demasiado para el régimen de Franco y para algunas dictaduras latinoamericanas que en sus años más negros lo proscriben. En España se le censura y se persigue con la intención de apresarlo. En Argentina, Videla prohíbe su entrada al país y en la lista incluye a ¡Machado!, que había muerto hacía más de 30 años. Lo mismo sucede con el asesino del Palacio de la Moneda, mientras que en un México solidario, que había acogido a miles de ciudadanos provenientes de la Segunda República española, le recibe con los brazos abiertos.
Nacido en 1943 en Poble Sec, un barrio de Barcelona, este español universal, nacido en el Mediterráneo, transformó culturalmente a una España que muere y otra España que bosteza. Ochenta años de edad, sesenta de ellos cantándole a la libertad, a la amistad, al amor y al desamor. Largo ha sido el viaje que lo han convertido en pieza fundamental de la música de Hispanoamérica. Reconocimientos los ha recibido todos: Doctorados honoris causa, Grammy, discos de oro o platino, y la Orden de la Legión de Honor otorgado por la República Francesa, el mismo que habían concedido al “Tío Alberto”.
Pero hace unas semanas, Serrat recibió el premio Princesa de Asturias de las Artes 2024 “Por una trayectoria artística que trasciende la música y se hace referente cívico, sumando a las letras de sus canciones la fuerza del himno colectivo con voluntad universal”. Y porque en su trabajo, de honda raíz mediterránea, se aúnan la poesía y la música al servicio de la tolerancia, los valores compartidos, la riqueza de la diversidad de lenguas y culturas y el afán de libertad”.
Se trató de un gran homenaje para el Maestro que forma parte de nuestra memoria, en donde encontraremos como él mismo dice “El milagro de existir, el instinto de buscar, la fortuna de encontrar, el gusto de conocer”, y arriesgándome a dejar fuera alguna de ellas, mencionaré solo algunas que marcaron y siguen marcando mi vida: “Mediterráneo”, “Penélope”, “Cantares”, “Aquellas Pequeñas Cosas”, “La Saeta”, “Tío Alberto”, “Españolito”, “La Fiesta”, “Hoy Puede Ser un Gran Día”, “Las Nanas de la Cebolla”, “Para la Libertad” y tantas otras.
A quien esto escribe, el gusto por Serrat le viene desde los tiempos en que seguía la senda de los niños y el perfume a churros y los discos de madre. Ese gusto ha sido transmitido a mis hijos y uno de ellos, Rodrigo, se esforzó hace años, para aprender guitarra y tocar “Cantares”, pues “así su papá se sentiría orgulloso de él”; como si verlo despertar cada mañana no fuera motivo suficiente para estarlo.
Al final de la ceremonia desarrollada en el Teatro Campoamor de Oviedo, Serrat canto “Aquellas Pequeñas Cosas” y al escucharlo, de pronto mi cuarto se llenó con su recuerdo, al oír la estrofa esa que dice: “Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón. Como un ladrón, te acechan detrás de la puerta”.
@marcosduranfl