Marcos Durán Flores
José Luis, el aguafiestas
Es muy probable que a José Luis nadie le avisara que la ONU, decretó el 25 de noviembre como el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”. Acusado de abusador y alcohólico, José Luis discutió con su esposa Imelda Camacho Vázquez, a quien se dice golpeaba y abusaba de ella desde hace mucho tiempo, hasta que pasó lo que siempre pasa en estos casos.
Reportada como desaparecida desde hace unas semanas, el cuerpo de Imelda fue descubierto ayer enterrado en el patio de su casa. Su esposo la golpeó hasta su muerte última y luego con toda tranquilidad cavó un pozo donde la tiró como si fuera basura.
Ahí estuvo su cuerpo esperando que a la Fiscalía de Coahuila se le ocurriera que quizás el marido, con antecedentes de violencia familiar, podría estar involucrado en su muerte y desaparición.
No lo sé, quizás lo que José Luis pretendía era manchar los eventos de celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, fecha en que se dan cientos de discursos, se colocan moños naranjas y se postean mensajes en redes sociales de políticos y activistas y uno que otro que finge que le importa el tema. Quizás no sepa que en Coahuila, tenemos un pomposamente llamado “Centro de Justicia y Empoderamiento de la Mujer” y que hay una iniciativa para crear la Fiscalía de la Mujer.
Es probable que José Luis supiera de todos estos esfuerzos gubernamentales y poco le importara, pues finalmente decidió matarla y sepultarla en el patio de su casa.
Y es que vaya imprudencia la de José Luis empañando esta celebración, ejerciendo violencia emocional y económica, denigrando y ofendiendo a su esposa y soslayándola e imponiendo su poder como aportador económico mayoritario. Y si, esto ocurrió en Saltillo y no se trata de un hecho aislado, es algo común, pues las mujeres tienen al enemigo en casa. Por eso resulta extraño y hasta bizarro celebrar el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, pues usted lo sabe, vivimos en una sociedad que discrimina y les da pocas oportunidades.
Una sociedad en donde 63 de cada 100 mujeres mayores de 15 años ha padecido violencia, un país en el cual 48 % de las mujeres han sido agredidas por su pareja y en donde 1,2 millones enfrentaron violencia física muy grave o extrema que puso su vida en riesgo.
La violencia y el sometimiento de la mujer son un acto tan antiguo, una norma sociocultural profundamente tan arraigada en el mundo que incluso los llamados “libros sagrados” como la Biblia y el Corán, las mujeres son ciudadanas de segunda.
No nos sorprenda entonces que en un mundo en donde las mujeres sufren los convencionalismos y estereotipos sobre la masculinidad y la feminidad, que este y otros efectos se hayan integrado por siglos en las mentes y las sociedades, dando paso primero al sexismo, y después a la subestimación y la idea definida de que las mujeres no merecen las mismas oportunidades que los hombres. Esa es la mejor forma de perpetuar la violencia y las desigualdades y eso seguimos haciendo.
Desde 1999, en que se celebra el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, la ONU ha hecho un llamado para utilizar una prenda o algún distintivo color naranja como una oportunidad de hacer visible el rechazo a la violencia contra las mujeres. Eso está bien y sin duda es mejor que no hacer nada, pero la realidad nos ha demostrado que promulgar leyes contra la violencia de género o crear más burocracia para reducir la incidencia de delitos en contra de ellas, han servido de casi nada. Tampoco ha funcionado emplear una pañoleta o un moño color naranja y tomarse fotos para compartirlas con frases inspiradoras en redes. Con tristeza les digo, que utilizar pulseras con leyendas en contra de la violencia o lanzar globos color naranja hacia el cielo no evitaron nada.
Lograr algún cambio significativo, tendría que ser la refundación misma de la sociedad y el papel que en ella jugamos mujeres y hombres. Pero, qué le parece si por lo pronto, empezamos por algo que de tan sencillo parecería absurdo: Deje de golpearlas, de molestarlas, de acosarlas, de minimizarlas, de denostarlas. Dejemos de ser el enemigo que las mujeres tienen en su propia casa, dejemos de ser José Luis.
@marcosduranfl