Marcos Durán Flores
Hambre de Dios
El “Informe Mundial de la Felicidad”, es una encuesta realizada por Naciones Unidas que mide como ha evolucionado la felicidad de los ciudadanos en los últimos años en 156 países.
Para elaborar el informe se utilizan los datos de la Encuesta Mundial de Gallup en la que se pide a los encuestados que puntúen su vida del cero al 10, siendo cero la peor vida posible y el 10 la mejor vida posible.
El Informe Mundial de la Felicidad, tiene bases científicas y sus principales conclusiones están basadas en décadas de investigación económica, sociológica y psicológica. Sus resultados nos dicen que las personas que viven en los países más felices, tienen en común una mayor esperanza de vida y más apoyo social, experimentan más generosidad, tienen más libertad para tomar decisiones en la vida, perciben menos corrupción y tienen un mayor producto interno bruto per cápita.
La lista de las naciones más felices la encabezan Finlandia, Dinamarca, Suecia y los Países Bajos. México tiene el lugar 25. Un estudio similar -el Informe anual sobre Desarrollo Humano (IDH) 2015 de la Naciones Unidas, mide tres áreas básicas: esperanza de vida, educación e ingreso/nivel de vida-, pone también en los primeros lugares a Australia, Suiza, Dinamarca y Países Bajos y Noruega. México, se ubicó en la posición número 61, con una esperanza de vida al nacer de 74 años, y con un promedio de ingreso per cápita de 15 mil 100 dólares.
Comento esto porque también hace unos días, la firma de investigación IPSOS, hizo pública una encuesta aplicada en Noruega que reveló que por primera vez en la historia, hay más gente en ese país, un 39 % que dice que no cree en Dios, en comparación con el 37 % de los que respondieron que sí creían en un Dios (cualquiera que éste sea).
Investigué un poco más y di con los resultados de la última encuesta de la firma Gallup sobre la importancia de la religión en el mundo. Esta, da a conocer que la religiosidad sigue desempeñando un papel clave en la vida de la mayor parte de los habitantes del planeta y que esta importancia es aún mayor en los países más pobres.
El estudio detalla que las naciones más religiosas son Tailandia, Armenia, Bangladesh, Georgia, Marruecos, Sudáfrica, Argelia y Kenia con porcentajes superiores al 90% en donde “Su Dios” es muy importante para su vida diaria. En México, la cifra es similar. Todos estos países, aparecen en la lista de los más pobres y con menor desarrollo en el mundo. Destaca la África subsahariana, la zona más religiosa del planeta, pero también la más pobre, con 700 millones de creyentes entre cristianos y musulmanes, “la inmensa mayoría de la población cree en Dios, en el cielo y el infierno y en que la Biblia es la palabra literal de Dios, y una gran mayoría también piensa que Jesús volverá durante sus vidas”.
Por el contrario, entre las naciones con el menor número de creyentes, aparecen Suecia, Finlandia, Suiza y Holanda. Algunos estudiosos del tema, aseguran que se trata de una correlación inequívoca entre pobreza y religión, a mayor religiosidad, mayor pobreza. El estudio no asegura en forma contundente que el creer en Dios o el tener una gran religiosidad, sea una causalidad de la pobreza, aunque sí da los elementos suficientes para por lo menos, plantearla como hipótesis.
Y es que las cifras son las cifras y en los países más pobres, aquellos cuyo ingreso per cápita es de mil 500 euros o menos al año, el porcentaje de personas que afirmó que la religión era importante en su vida cotidiana fue del 95% y en cambio el porcentaje en los países con PIB per cápita de más de 18 mil 500 euros al año, fue de solo el 47%. Y eso es solamente con el tema de ingresos, porque sucede lo mismo en el Índice de Felicidad y el de Calidad de vida.
A pesar de ello, la sociología y sus expertos, no disponen de toda la evidencia científica y de datos para saber si entre los países con mayor pobreza, naciones que además aparecen como los sitios más infelices, la religión es un lastre para su desarrollo y si esta religiosidad es parte de esta causa-efecto, o si la religión es una forma de mitigar esta pobreza ancestral.
Lo cierto es que en los habitantes de estos países en donde la pobreza y la infelicidad se asoman todos los días, sus habitantes parecieran ser pobres pero no de espíritu y que la conexión entre marginación y religión, o entre dogma y pobreza, nos confirma que estas personas tienen hambre, pero no de Dios.
@marcosduranfl