Marcos Durán Flores
La más grande y mejor lección de la historia
Todo inició un día primero de septiembre 1939, cuando la Alemania Nazi invadía Polonia. Pasaron casi 80 años del acto formal que desató la Segunda Guerra Mundial y ocho décadas después de ello, a muchas personas el nombre de Auschwitz no les dice nada, pero ese lugar era el infierno. Construido por los nazis como un campo de concentración, Auschwitz fue el mayor centro de exterminio masivo jamás creado, el símbolo de la muerte, del Holocausto y de la destrucción. La construcción de este infierno en la tierra fue ordenada por Heinrich Himmler, jefe de las SS y uno de los grandes operadores de Hitler. Se trataba de un gran complejo industrial que tenía un solo propósito: Exterminar a todo aquel que entrará ahí, especialmente judíos, prisioneros de guerra, soviéticos, gitanos y homosexuales.
En la puerta de entrada al infierno de Auschwitz, existía y aún existe un letrero que dice “Arbeit Macht Frei” (“El trabajo te hará libre”), que en realidad se trataba de una leyenda de desesperanza. Y es que Auschwitz era un centro de deshumanización que convertía a las personas en objetos a quienes se les registraba y tatuaba con un número, en donde los prisioneros dormían hacinados y, por las mañanas, se pasaba lista y se definía su destino. Unos pasaban al exterminio, los otros a limpiar los restos de esa brutalidad.
Auschwitz fue concebido ante los lentos avances en el objetivo de limpiar a Europa de judíos. Y es que, por más que se les mataba, los judíos eran muchos y Hitler desesperaba. Se les disparaba, ahorcaba, ahogaba, torturaba y se les mataba de hambre o por trabajos forzados. Pero a ese ritmo jamás acabarían con los 9 millones de judíos de Europa. Fue entonces cuando inventaron la industrialización de la muerte: La cámara de gases. Tan solo en el campo de Auschwitz II, uno de los subcampos de este infierno, estaban instaladas cuatro cámaras de gases, cada una de las cuales podría asesinar a unas 6.000 personas al día. Con este sistema, los nazis lograron alcanzar tan solo en Auschwitz la cifra de 1.1 millones de personas exterminadas. Al fin, el Führer lograba los avances que esperaba.
Lo hacían por medio de un complejo sistema de duchas, instaladas en grandes cuartos metálicos en donde en lugar de agua, lo que salía era el gas Zyklon-B. El gas mataba rápidamente, pero no de forma instantánea, así que cuando las víctimas se daban cuenta de aquello, se trepaban unas encima de otras y muchas morían aplastadas. Otras arañaban las puertas hasta que sus dedos se desangraran. Al final nadie salía vivo. Luego pasaban los cuerpos a los crematorios para que no quedara nada de los muertos.
Pero a finales de 1944, la derrota alemana podía palparse y, ante el avance de los aliados, Himmler ordenó la destrucción de los crematorios y las cenizas humanas fueron enterradas en grandes fosas. Los ejecutores de la infamia intentaban borrar las pruebas de sus crímenes. Hace casi 80 años, el ejército rojo liberó Auschwitz, y todavía halló a siete mil supervivientes, un millar de cadáveres amontonados listos para ser quemados y unos seis cientos muertos diseminados, casi todos asesinados a tiros a última hora.
La segunda guerra terminó y el mundo se horrorizó cuando se conoció la verdad del holocausto de Auschwitz y otros campos de concentración. La humanidad prometió que “esto no volvería a pasar”. Pero no fue así. Décadas después, el dictador camboyano, Pol Pot, exterminó a seis millones de camboyanos; luego, Vietnam, después, en Guatemala, Efraín Ríos Montt causó la muerte de 1,700 indígenas ixiles y en 1994, en Ruanda, más de 80 mil personas fueron asesinadas por el Frente Patriótico Ruandés. Las guerras en la ex Yugoslavia, 8,000 musulmanes bosnios murieron en el pueblo Srebrenica.
Desde siempre, los humanos nos hemos exterminado por infinidad de razones: Preferencias religiosas, étnicas y políticas. Pero la lección del holocausto judío ha servido de muy poco. El propio Hitler decía que “Quizás la más grande y mejor lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”. Hoy esa sentencia parece ser cierta, pues hoy mismo se extermina en Darfur, guerras en Palestina y Ucrania y eso solo confirma una sola cosa: Los seres humanos no hemos sido capaces de aprender ni de olvidar nada.
@marcosduranfl