Marcos Durán Flores
Terapias de conversión: Nada que curar
La antropología nos dice que en antiguas civilizaciones, como griegos, romanos y sumerios, la homosexualidad era aceptada o tolerada. Esto cambió de forma drástica en la edad media, época en que las religiones dominaron todo en la sociedad. Fue entonces cuando se les empezó a perseguir y tratar como herejes. Después y en siglos recientes, la homosexualidad fue considerada un delito y luego una enfermedad. Y como de acuerdo a esta concepción, estúpida, pues entonces había que curarla. Así, hombres y mujeres fueron sometidos a una letanía de horrores, que iban desde la castración hasta la quema en la hoguera y una sarta de barbaridades.
Pero a partir de finales del siglo XIX, cuando florecieron la medicina y la fe en el método científico, buscaron “curar” esa enfermedad por medio de terapias de conversión. Los intentos de “curar” a los homosexuales de su homosexualidad estuvieron marcados por historias de terror reales como terapia de shock, cirugías cerebrales, terapia de aversión y los ejemplos de esas estupideces criminales van desde que un neurólogo estadounidense intentó erradicar la homosexualidad con lobotomías “matando a casi 100 personas en el proceso».
Luego empezaron lo que llamaban rutas más tranquilas: la opción fuertemente religiosa, de “rezar para alejar a los homosexuales”, y un camino supuestamente científico basado en ideas sobre la estructura familiar. Extraídos de la psicoterapia freudiana que han estado desacreditados durante décadas.
Los clientes de estos grupos de “ex-gays” o de “terapia de conversión” eran a menudo hombres gays y lesbianas que sentían un conflicto entre su fe, pues profesaban o profesan religiones sexualmente conservadoras como el catolicismo, el judaísmo ortodoxo, el mormonismo y el protestantismo fundamentalista. Algunos de esos grupos brindan servicios terapéuticos y estaban tan seguros de lo que hacían que, en Estados Unidos, un reverendo de nombre Kent Philpott, escribió un libro detallando cómo seis personas homosexuales habían sido “salvadas a través de Cristo”.
Pero muchos de ellos han sufrido escándalos cuando sus líderes u otros miembros prominentes fueron expuestos por tener relaciones homosexuales o, en algunos casos, tener relaciones sexuales con sus clientes homosexuales. Mucha culpa de ello recae sobre Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, cuyas ideas sobre la homosexualidad, desarrolladas en las primeras décadas del siglo XX, formaron la base de lo que creen hoy la mayoría de los terapeutas de conversión. Aunque Freud no demonizó a los homosexuales y dudaba que se pudiera cambiar la orientación sexual, sí vio la homosexualidad tanto en hombres como en mujeres como una forma de desarrollo psicosexual detenido.
En manos de terapeutas de conversión, las ideas de Freud se desarrollaron para teorizar que los hombres homosexuales eran producto de familias con una madre autoritaria y dominante, un padre distante y débil y un niño sensible. Se decía que, por lo tanto, el niño no lograba madurar hasta tener una relación cercana con su padre y, en última instancia, buscaba reemplazar esa relación teniendo relaciones sexuales con otros hombres. Una teoría estrechamente relacionada culpa a los traumas de la primera infancia como el abuso sexual. Al final y después de mucho sufrimiento y muerte, la ciencia, a través de la aceptación a través de la Organización Mundial de la Salud, decidió que no se trataba de una enfermedad, desorden o perversión. Eso fue apenas en 1990.
La lucha en contra de la homofobia y a favor de los derechos de los homosexuales sigue y hoy hay que destacar que aquí, en México, el Senado de la República aprobó una reforma que prohíbe las terapias de conversión y sanciona con dos a seis años de cárcel a quienes las realicen. Ahora el presidente López Obrador deberá publicar estos cambios a la ley. La lucha ha sido muy larga y hasta cansada y entiendo la desesperación de la comunidad lésbico-gay, de saberse odiados y discriminados, que se les quiera negar la capacidad de vivir un estilo de vida legal y que se intente que regresen a las sombras y, por lo tanto, a la falta de derechos humanos básicos. Hoy se ha dado un paso importante en el camino de reconocer que ser uno mismo, no es un delito ni enfermedad, por lo que no hay nada que curar.
@marcosduranfl