Alberto Pérez Dayán: ni héroe ni villano, mucho menos traidor
José Vega Bautista
“No estoy de ninguna manera ajeno a las consecuencias que habrá de producir la reforma constitucional cuestionada, principalmente en el ámbito público de la seguridad jurídica, en el tema de la división de poderes y en los principios de la independencia judicial, tampoco las que producirá en el ámbito personal de los juzgadores la afectación concreta a miles de personas que con su ejecución verán lastimosamente truncados sus esfuerzos de superación y compromiso por una nación más justa. Desde luego que lo sé, incluso lo recito personalmente. A mí también me toca”.
“Sin embargo sostengo que existen otras vías que protegen esos anhelos y que tienen como eje principal no el combate de normas electorales, sino el reconocimiento y protección de los derechos humanos que la propia Constitución Federal y los tratados internacionales”, argumentó el ministro Alberto Pérez Dayán.
Al tomar la votación definitiva, la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó desestimar el proyecto del ministro Alcántara Carrancá en términos de la Constitución y la Ley reglamentaria del artículo 105, fracciones I y II de la Constitución.
Es decir, al no alcanzar los votos necesarios para invalidar parcialmente la reforma judicial, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación desestimó el proyecto de sentencia del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá.
Cabe aclarar que las señoras ministras Yasmín Esquivel, Loreta Ortiz, Lenia Batres y el ministro Pérez Dayán, se pronunciaron por la improcedencia de este medio de control.
Pero al que se le vinieron encima las críticas fue al ministro Pérez Dayán. Su actitud fue catalogada como un acto que resultó sorpresivo no solo porque previamente el ministro se había pronunciado a favor de considerar a los partidos políticos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y Movimiento Ciudadano (MC) legítimos para presentar una demanda, sino porque forma parte de los ministros que renunciaron a su cargo la semana pasada al pronunciarse en contra la reforma judicial.
La reacción en contra del ministro se dio debido a que al votar en contra de declarar procedente la presentación de las acciones de inconstitucionalidad de los partidos políticos para combatir la reforma constitucional, Pérez Dayán acabó con unos de los mayores recursos abiertos contra la reforma judicial, y se unió al bloque de las ministras Lenia Batres, Esquivel Mossa y Ortiz Ahlf, provocando “una profunda fractura” al interior de una Corte de por sí dividida.
Su postura le ocasionó el calificativo de “traidor” por parte de las y los trabajadores del Poder Judicial de la Federación que acudieron a manifestarse en respaldo de las y los ministros de la Corte, además de otras voces de la oposición que se han manifestado en ese sentido en contra de él.
Traidor es una palabra muy fuerte para calificar a cualquier persona, utilizarla debería implicar un acto previo de reflexión para el que desee hacerlo. Al igual aplica para quienes lo han considerado como héroe. En mi humilde opinión, los ministros y ministras que participaron en el debate y conclusión de la sesión, que desestimó el proyecto del ministro Alcántara Carrancá en términos de la Constitución, solo hicieron su trabajo apegados a sus conocimientos, habilidades, destrezas y valores éticos de los que se han nutrido en su vida y desarrollo profesional.
Más allá de señalar héroes y villanos, tratemos de entender lo que nos ha llevado a llegar a donde estamos. Por ejemplo, recordemos que en 2018 era tal el enojo social que la gente decía: ‘no sólo no voy a votar por ellos (llámese PRI, PAN, PRD, empresarios, líderes sindicales y jerarcas católicos), sino que además voy a votar por el que más les duele, por el que más afecte sus privilegios’.
Desde entonces, el partido Morena ha seguido incrementando su poder territorial, el cual no ha dejado de crecer desde ese año, cuando además de ganar la Presidencia, ganó sus primeras entidades. El partido político, que obtuvo en 2014 su registro para participar en elecciones, ha evolucionado desde controlar cuatro entidades federativas en las generales 2018 hasta lograr 25 actualmente.
Por otra parte, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, presentó el pasado 5 de febrero un paquete de reformas que buscan, según dijo, regresar el espíritu social a la Constitución promulgada en 1917 y que, aunque ha sufrido numerosas reformas, es la que rige el país actualmente.
“Las reformas que propongo buscan establecer derechos constitucionales y fortalecer ideales y principios relacionados con el humanismo, la justicia, la honestidad, la austeridad y la democracia que hemos postulado y llevado a la práctica desde los orígenes del actual movimiento de transformación nacional”, aseguró.
Y agregó que la esencia de estas normas y nuevos derechos es “reencauzar la vida pública por la senda de la libertad, la justicia y la democracia”.
Ese paquete de reformas se convirtió en uno de los ingredientes principales de la campaña de Claudia Sheinbaum, la candidata del partido Morena y sus aliados, en lo que denominaron el “Segundo piso de la cuarta transformación”. Propuesta por la que votó la mayoría de quienes sufragaron en las elecciones presidenciales del pasado 2 de junio, dando el triunfo a la hoy presidenta y su proyecto.
Esa es la historia reciente del porque llegamos a estas reformas constitucionales. Si la oposición a “La Cuarta Transformación” quería evitar tales reformas el momento no era la semana pasada; la oportunidad fue en la elección presidencial, pero no supieron y no tuvieron la capacidad de hacerlo; entonces no vengan a poner toda la carga del fracaso opositor en un ministro que lo único que le correspondía hacer lo hizo, su trabajo.
@Pepevegasicilia