lunes 9, junio, 2025

DIVULGANDO EL PENSAMIENTO

Abstencionismo: la necesaria reflexión

José Vega Bautista

En la elección para elegir al Poder judicial, realizada a nivel nacional el pasado primero de junio, vivimos una baja participación por parte de los votantes; un proceso complejo y poco atractivo para el electorado, podría ser una explicación. Sin embargo, en las elecciones de Durango y Veracruz, celebradas el mismo domingo, la participación electoral fue la más baja de los últimos veinte años, en una elección que debería ser muy atractiva ya que se eligieron a quienes encabezarán los ayuntamientos, o sea a las autoridades más cercanas al ciudadano.

Pero ¿qué es lo que aleja a un ciudadano de las urnas? De eso es lo que les platico en seguida, acompáñenme, por favor.

En su artículo “Buenos ciudadanos que no votan. Mecanismos entre desencanto y abstención”, el Maestro Héctor Gutiérrez Sánchez, de la Universidad Autónoma de Querétaro, nos comparte algunas de las conclusiones de su puntual investigación.

Parte el investigador señalando que: “Muchos estudios sugieren que el desencanto político puede causar abstencionismo electoral en México, pero no presentan pruebas empíricas. A través de entrevistas y una encuesta estadísticamente analizada, se encontró que el desencanto y la participación sí están vinculados, pero de modo complejo; cuando las personas confían en los políticos votan mucho, pero cuando no, asumen una de dos posturas: o son abstencionistas para no ser copartícipes del mal que los candidatos traerán, o votan para cumplir su deber cívico y culpan luego a los políticos por no hacer su parte para el bien de México”.

Su artículo partió de mostrar la necesidad de nuevas teorías explicativas que den cuenta del abstencionismo electoral en México. Con esto en mente se exploró al desencanto como posible causa, pero no se hallaron estudios que confirmaran dicha relación con evidencia empírica ni mecanismos causales claros.

El trabajo de campo mostró que sí hay una relación entre el desencanto y el abstencionismo, pero al contrario de lo sugerido por la teoría posmoderna, no existe un alejamiento generalizado de la política. En lugar de eso, se encontró que las personas asumen su responsabilidad al apoyar a un candidato y se consideran en parte culpables por el mal que el político haga desde su cargo.

Entonces, si los individuos no confían en los políticos no votan cómodamente, lo que los conduce a una dicotomía: pueden no votar para así no apoyar el mal que traerá el candidato (derrotistas), o pueden votar y escudarse en la satisfacción de haber cumplido con su parte y dejar que los demás hagan lo propio (atomistas). Esta hipótesis se probó al encontrarse una relación estadísticamente significativa entre la postura derrotista-atomista y la participación electoral; además, dicha relación sólo se observó entre quienes menos confían en los políticos.

Este trabajo representa un gran avance en el entendimiento del abstencionismo en México. En primer lugar, no se recurre en ningún momento a la inestable teoría de la modernización, y, en segundo lugar, se presenta evidencia empírica sólida que comprueba la ya sospechada relación entre desencanto y abstencionismo. Asimismo, se propone un mecanismo claro que vincula tal desencanto con la conducta electoral.

El autor espera también que su trabajo sirva para pensar y debatir varios asuntos importantes para la democracia mexicana. Las posturas derrotista y atomista merecen un debate ético que está más allá de los objetivos de su artículo, pero que es muy necesario.

Señala además que no es sencillo condenar ni apoyar ninguna postura, pues ambas parten de una buena voluntad hacia el país; se tienen aquí dos soluciones insatisfactorias a una situación desafortunada.

La dicotomía es semejante a la que tendrían los marinos subordinados a un capitán incompetente; pueden abandonar el barco y desoír a su capitán para que sus acciones no lleven al buque a la ruina, o pueden mantenerse firmes en su puesto y ser fieles a su cargo, pero sabrán que al seguir a su superior estarán activamente llevando al barco a su perdición. La decisión no es sencilla ni moralmente clara. Esta dicotomía merece un profundo debate moral que deberá ser objetivo de otros análisis.

Por otro lado, este estudio aporta un importante argumento al tema de las campañas políticas negativas. Se muestra aquí que las personas tienden a no votar cuando creen que todas las opciones son malas; en consecuencia, se esperaría una mayor participación si la imagen de los políticos mejorara. Bajo estas premisas, es posible que las campañas políticas dedicadas principalmente a atacar a los adversarios agraven el problema del abstencionismo, por lo que quizá valga la pena evitarlas.

Esta investigación es un avance en la comprensión del abstencionismo y sus conclusiones aportan elementos a varios debates. Sin embargo, el trabajo deja tras de sí algunos pendientes de índole científica que deberían atenderse para una mejor comprensión del tema.

En primer lugar, es necesario confirmar los hallazgos aquí consignados en una escala nacional. Como se dijo, esta investigación se realizó con recursos limitados, por lo que una encuesta más amplia permitiría no sólo confirmar lo aquí señalado, sino además revisar detalles más específicos, como la manera en que la clase social, la educación o el estado de origen alteran lo planteado en su análisis.

Igualmente, un trabajo de campo más extenso permitiría afinar las entrevistas y cuestionarios, logrando una mejor medición del atomismo-derrotismo.

El resultado de este esfuerzo invita a repensar la teoría de la acción racional, pero basada en fines menos egoístas y más morales.

En su versión original, la teoría de la acción racional se refiere a ganancias y costos para un sujeto más bien aislado y egoísta (salvo quizás en el caso del deber moral del voto).

Por otro lado, este estudio encontró a personas que huyen de la culpa de llevar a un mal político al gobierno o que buscan lograr ser moralmente inmunes al resultado de su votación.

Estas conclusiones generan la hipótesis de una economía de las culpas y deberes cívicos, lo que podría llevar a una nueva ecuación que determine la probabilidad del voto, pero ya no en función de las ganancias egoístas que el partido seleccionado pueda traer al votante, sino en función de sentimientos de deber y de culpa por apoyar a un candidato u otro.

Quizá si se hallaran más determinantes morales del voto, se podría intentar una nueva versión de la ecuación de la participación, una que especifique cómo las personas buscan apoyar a su nación y esquivar el costo de respaldar a un mal político.

Finalmente, ahora que se sabe el impacto de la confianza en los políticos se debe recordar que no sólo importa el desempeño real de los funcionarios sino también cómo son percibidos por la ciudadanía. Esto abre un tema de investigación: ¿cómo y por qué un político es considerado bueno o malo a los ojos de la ciudadanía?

Evidentemente se puede hacer un llamado a la clase política para que mejore su desempeño y ayude así al problema del abstencionismo, pero aun si los políticos mejoraran, eso no garantizaría que los potenciales electores noten dichos cambios.

La ciencia política deberá indagar qué, en particular, es lo que los sujetos toman en cuenta al juzgar a un político, para tener así puntos sensibles que se puedan abordar prioritariamente para mejorar su imagen y coadyuvar de esta forma a la solidez de la democracia mexicana. (Buenos ciudadanos que no votan. Mecanismos entre desencanto y abstención)

Pues bien, las que serían las conclusiones del estudio del Maestro Gutiérrez Sánchez, son solo el inicio de una gran reflexión sobre el tema del abstencionismo en un país que aspira a transitar a una más ampliademocracia. Reflexionemos.

@Pepevegasicilia

josevega@nuestrarevista.com.mx

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