Luis Alberto Vázquez Álvarez
Diógenes el Cínico (412–323 a.C.) filósofo griego caracterizado por su ironía unida a una vida austera; todo el año caminaba descalzo por Atenas, dormía en un tonel cubierto únicamente por un manto viejo; sus pertenencias un bastón para caminar y un cuenco para comer y beber. Un día, vio cómo un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando terminaba sus lentejas bebió agua con las manos en una fuente; pensó: “Todavía tengo cosas superfluas. Si comes lentejas con un trozo de pan y cuando las terminas bebes agua con las manos, no necesitas más” y rompió el cuenco. Platón le llamaba el “Sócrates loco”.
Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles, visitó Atenas y fue a buscar a Diógenes; lo encontró en su barril y le comentó:” Soy Alejandro el grande”, a lo que aquel contestó: “Soy Diógenes”. Entonces el monarca le ofreció cualquier regalo y el filósofo le dijo: “Quítate que me tapas el sol”. Alejandro se retiró y comentó, si no fuera rey me gustaría ser Diógenes. Otra ocasión estaba lavando unas hierbas para hacerse un caldo, llegó hasta él Aristipo, sofista llamado “El perro real” y le comentó «Si no criticaras al rey comerías caliente y no estarías lavando hierbas». Diógenes respondió: «Si aprendieras a prepararte comida, no serías adulador de tiranos»
Esta semana Oxfam México, parte de un movimiento global que busca poner fin a la pobreza y acabar con la desigualdad; luchar además por trabajo digno y el bienestar de las personas, impulsar una política fiscal justa y atender emergencias humanitarias por desastres, éxodos migratorios y pobreza extrema, afirmó en un estudio que la desigualdad extrema de la riqueza en México no deja de aumentar. 14 ultrarricos mexicanos, cuyas fortunas superan mil millones de dólares crecieron hasta duplicarse desde el inicio de la pandemia. En particular, el hoy hombre más rico de la región acumuló a su fortuna un 58%; Poseen ellos aproximadamente la mitad que la población de América Latina (14 contra 334 millones de personas). Gran parte de esos caudales provienen de beneficios otorgados por gobiernos neoliberales que les concesionaron empresas antes públicas y exención de impuestos. Este informe ilustra cómo esas enormes fortunas guardan una estrecha relación con el poder político: los ultrarricos en México lo son, sobre todo por décadas de gobiernos que han renunciado a regular su acumulación de poder e influencia.
Desde 2020, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado. Las penurias y el hambre son una realidad cotidiana para muchas personas alrededor del mundo. A este ritmo, se necesitarán 230 años para erradicar la pobreza. Podremos lograr un mundo más igualitario siempre y cuando los Gobiernos regulen y reinventen eficazmente el sector privado.
Oxfam México considera llegado el momento de romper la relación de conveniencia entre poder económico y poder político. Necesitamos nuevas reglas del juego que revitalicen el rol del Estado mexicano para echar atrás y regular los monopolios, imponer contribuciones a grandes corporaciones y fortunas personales y promover nuevas estructuras empresariales y de propiedad. Combate a la corrupción aliada a los partidos políticos como por ejemplo el “Cartel Inmobiliario” de la ciudad de México, colocando, además, en los puestos plurinominales a personajes acusados de reparto del erario y reales acuerdos con el crimen organizado.
Desde 2018 se han realizado avances en política social y salarial; se ha mejorado la distribución del ingreso especialmente para las personas trabajadoras formales, particularmente a la clase media; se ha reducido la población en pobreza multidimensional de 41.9 a 36.3% y el salario mínimo ha crecido 65.2% en términos reales, sin embargo, esto no es suficiente, habrá que seguir ofreciendo oportunidades.
Los ultrarricos jamás trascienden la historia si no realizan acciones sociales desapegadas a la codicia, (De don Eugenio Garza Sada, nadie habla de sus millones, sino de su obra magnífica, la mejor institución educativa de Latinoamérica), miles de multimillonarios ha habido y ni quien los recuerde; además, jamás se llevan nada a la otra vida, todo queda aquí para que sus vacuos herederos hasta se maten por esos bienes; en cambio, los austeros sí trascienden y su vida, pletórica de alegría, contagia a millones de seres en generaciones posteriores.