Luz Hernández y Liliana Ramírez
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) identifica a las personas con discapacidad visual como aquellas que tienen dificultad para ver, es decir, que tienen pérdida total de la vista en uno o ambos ojos, que son débiles visuales, o bien, que aun usando lentes no pueden ver bien.
Es por ello que el braille, un sistema táctil de lectoescritura, es un medio indispensable para que las personas con discapacidad visual o ceguera puedan comunicarse de forma escrita y tengan acceso a la información a través del tacto.
Por esta razón, el 4 de enero de cada año se conmemora el Día Mundial del Braille, con el objetivo de reflexionar y concientizar a la sociedad sobre la integración de las personas con discapacidad visual, promover que se desarrollen en igualdad de condiciones y prevenir la discriminación.
Este sistema, inventado en el año 1829 por el francés Louis Braille, emplea 6 puntos organizados en tres filas por dos columnas que generan 64 combinaciones diferentes para representar letras, números y otros símbolos que se leen de izquierda a derecha, pasando por cada línea escrita.
En el sistema braille existen dos niveles; el primero corresponde al braille integral en el que se otorga a cada letra un símbolo, mientras que el nivel dos se reconoce como braille estenográfico, que utiliza contracciones para las palabras con el fin de ocupar menos espacios y llevar una lectura más rápida.
“Comúnmente un niño ciego alcanza este nivel a los 12 años, habiendo usado toda su vida el braille integral”, explica Jaime De Lara Gómez, maestro en educación especial.
Es por esto que, el proceso de aprendizaje de este sistema comienza desde los primeros años de vida de un menor con discapacidad visual, a través de la sensibilización del niño para que reconozca su cuerpo y su entorno.
Este proceso, que se conoce como pre-braille, es enseñar a las infancias a identificar las diferentes texturas que existen en el ambiente, desde lo más grande hasta lo más pequeño para agudizar la sensibilización.
De tal modo que a partir de los seis o siete años los niños puedan comenzar a escribir en braille integral. Sin embargo, cualquier persona vidente que desee aprender esta escritura puede omitir esta parte e incluso aprender el alfabeto en quince días y alcanzar un grado estenográfico, dependiendo de la práctica hasta en tres años.
“Sería beneficioso que lo conociéramos todos en general, que sea parte de nuestro aprendizaje básico”, señala el maestro De Lara.
Así, a través del braille podríamos contribuir en la accesibilidad de las personas con discapacidad visual, para derribar estas barreras en la comunicación en distintos ámbitos cotidianos. Ya que, en México, de las 6 millones 179 mil 890 personas que viven con alguna discapacidad, el 44% tiene una discapacidad visual, según el Censo de Población y Vivienda 2020.
Sin embargo, tampoco es obligatorio conocer el sistema braille para tener una cultura de inclusión hacia las personas con discapacidad visual, bastaría con que construyéramos un entorno con facilidad de adaptación.
Un entorno que tenga un sistema de audio que pueda describir la infraestructura de los lugares, con que la educación no se plasme únicamente a través del papel y en la que el conocimiento se haga consciente, con que los billetes se reconozcan por sus texturas y dimensiones, y con el hecho de que los medicamentos lleven la nomenclatura y la forma de uso en braille.
Para eso se necesitan iniciativas y leyes que reformen y propongan nuevas normas que reconozcan e implementen el uso del sistema braille, así como se propuso la enseñanza de la Lengua de Señas Mexicana en la educación básica nacional.
E individualmente tomar consciencia de que en nuestro país y en La Laguna existen personas que no tienen el acceso a todos los lugares por una discapacidad visual.
“Aquí debe haber una sensibilización más grande, o sea, que yo como vidente pueda ser abierto a poderle explicar a una persona ciega cómo es el entorno”, concluye el maestro Jaime.
Ahí radica la importancia de que en el marco del Día Mundial del Braille se abran espacios de reflexión que nos ayuden a empatizar y entender que una persona con discapacidad visual no necesita ser rescatada sino aceptada en su sociedad.
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