sábado 28, diciembre, 2024

Desde mi escritorio

Héctor Reyes

2024, año que no se olvidará

Hay años que nunca olvidaremos.

Está 1994, cuando comenzó el tratado de libre comercio y el ejército zapatista le declaró la guerra al estado mexicano. Año en el que se asesinó al candidato a la presidencia, al secretario general del PRI y a las clases medias –mediante el error de diciembre.

Está el 2000, año en que se consumó la transición democrática. Vicente Fox fue electo, Ernesto Zedillo aceptó la derrota y el PRI salió de Los Pinos.

Y está 2024 en donde todo cambió.

Hay personas que dicen que el cambio que vivimos en 2024 ya venía gestándose años atrás. Hubo destellos de él en las movilizaciones del 2006 y en Ayotzinapa en 2014.

Pero no fue sino hasta 2024 que el cambio se observó en su totalidad. Fue este año que el entramado institucional mexicano dio un vuelco. Dos grupos de instituciones cambiaron.

El primero fue el poder judicial, único vestigio intacto del autoritarismo mexicano. A diferencia de los otros dos poderes federales, el poder judicial no había sido reformado después de la transición democrática.

Un poder que había “quedado durante mucho tiempo en la sombra” y que continuaba operando, si bien más profesionalizado, bajo la lógica de los poderes fácticos de los noventa y el gremio legal que lo había creado, el del priismo tardío y el panismo tradicional.

A nivel local, el poder judicial era aún más cuestionable. Diseñado para ser capturado por los gobernadores en turno, en todos los estados, el poder judicial funcionaba como un cóctel de favores e intimidación.

El segundo grupo de instituciones que dio un vuelco en 2024 fueron los órganos autónomos, aquellos que tienen capacidad regulatoria, sancionatoria e incluso legislativa.

Ambos cambios han sido de gran envergadura. 

En esencia, en 2024 un gobierno con amplio respaldo popular y legitimidad incuestionable reconfiguró el entramado institucional, orientándose hacia un modelo en el que el ganador de las elecciones tiene mayor capacidad para implementar su agenda. 

En 2024, México sufrió una corrección. En un sisma institucional de gran calado, se creó un sistema que ahora permite que el vencedor electoral, quienquiera que sea, implemente su agenda.

Ello no significa que las características fundamentales de la democracia mexicana se hayan perdido. México sigue siendo una democracia representativa, con elecciones en su mayoría libres y secretas, y en la que se mantienen libertades fundamentales como la de expresión y asociación. Si en México surge una oposición atractiva, ésta puede ganar elecciones. El 40% de los electores mexicanos son opositores

Algunos se preguntan cómo fue posible reformar con tal contundencia al poder judicial y a los órganos autónomos sin generar un agravio social mayor. La respuesta es sencilla: su desaparición o reinvención forzada era casi inevitable.

Para el mexicano promedio, estas instituciones simbolizaban el entramado institucional. Sin embargo, a diferencia de otras instituciones que podían transformarse en respuesta al deterioro reputacional, el poder judicial y los organismos autónomos fueron expresamente concebidos para resistir el cambio. Esa fue su tumba.

Con la llegada de Morena, el poder judicial y los órganos autónomos estaban estructurados para ser inmutables frente a las demandas públicas. 

Para algunos expertos, en el 2024 México se convirtió en una democracia nueva, no en una autocracia… 

El tiempo dirá si los cambios serán para bien.

Estimado lector, espero que este 2024 haya sido muy bueno, ¡porque el 2025 será mucho mejor! 

Nos vemos desde mi escritorio en el 2025, si Dios quiere. 

Gracias por su lectura.

Buen fin de semana, la frase: “Respira y vive”. ¡Ánimo!

X:_hreyes

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