Federico Berrueto
El desafío para quien será la candidata de la coalición de Morena, Claudia Sheinbaum, no es Marcelo Ebrard, ni que Dante Delgado ratifique su condición de comparsa. Su reto mayor es tener una relación funcional con el presidente López Obrador, funcional al objetivo mayor, ganar en los mejores términos posibles la elección de 2024. Al parecer ha habido entendimiento y la mejor prueba es que Omar García Harfuch se ha perfilado candidato al gobierno de la Ciudad de México. Falta integrar equipo de campaña y las candidaturas a gobernador.
Tener claridad estratégica es fundamental para el éxito electoral. Por ahora -y así continuará- el argumento que más persuade es la continuidad, como muestran los números de adhesión al presidente. Sin embargo, la candidata debe construir su propia imagen en el marco del mismo proyecto político. Sus diferencias con el mandatario son mucho más que generacionales; de hecho, en la perspectiva de la contienda es un argumento poco relevante. Las diferencias de origen y formación profesional y política entre ambos son notorias. Fundamental resulta que los atributos diferenciadores sean consecuentes con el objetivo de la contienda, es decir, que sean útiles respecto a su competencia, Xóchitl Gálvez, temas que deben apreciarse no en la opinión informada o interesada, sino en las percepciones públicas y especialmente de los electores sin una intención de voto definida, que son la mayoría.
En el escenario electoral la parte más débil de la oposición es el voto priista. El desenlace del proceso afectó no a Beatriz Paredes, sino a muchos tricolores que veían en ella opción. Poco importa que haya sido Alejandro Moreno el articulador de la debacle de Beatriz Paredes, aunque tiene un efectivo control del aparato partidista, su desprestigio es generalizado, incluso en los votantes afines al PRI. Xóchitl Gálvez debe diferenciar el PRI, de sus dirigentes y convocarles a partir de lo que los mueve o emociona.
El operador político de López Obrador ante los partidos, fracciones parlamentarias, gobernadores y poderes federales fue Adán Augusto López. Claudia Sheinbaum va a requerirlo porque en una campaña no todo es comunicación, imagen y discurso, sino también operación política. La mejor prueba de su importancia se advierte en la manera como Beatriz Paredes avanzó en el proceso del Frente a pesar de una década al margen de los menesteres políticos y partidistas y de la desconfianza que le profesaban los dirigentes del PRI, Alejandro Moreno y Rubén Moreira.
Mejores son las condiciones de Claudia Sheinbaum que las de Xóchitl Gálvez por la sencilla razón de ser la candidata de un presidente popular. Pero no es suficiente; además, la elección de 2021 y la reciente del Estado de México revelan la magnitud del descontento en las zonas densamente pobladas, que es profundo y con muy poco crece. Esto significa que la candidata de la oposición tendría asegurados al menos un tercio de los votos, insuficientes para ganar, pero un significativo punto de partida para construir una candidatura competitiva.
Los datos que arrojan los estudios de intención de voto recientes no son confiables por la sencilla razón de que los niveles de conocimiento de las candidatas son muy diferentes, que lleva a subestimar a Xóchitl y a sobreestimar a Claudia. Se requiere más información, entre otras, una aproximación al humor social en el que se desenvolverá la contienda. Esto es conocimiento del entorno en que se realizarán las campañas, con el agregado de que la concurrencia de comicios locales tendrá un fuerte impacto en los resultados. Debe destacarse que los gobernadores de Morena, en su mayoría, a diferencia de López Obrador, tienen una muy baja calificación y acuerdo en la población. Depositarse en sus manos puede ser el camino seguro para capitalizar el repudio ciudadano.
Claudia Sheinbaum requiere evolucionar ya como candidata, proceso complejo por los intereses a conciliar. Logró lo más relevante, ganar la candidatura y la perfidia de Marcelo Ebrard no le significará lo que en otra época y en otro entorno le generó a Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial. En el momento sucesorio, desde ahora hay una muy importante diferencia entre Carlos Salinas y Andrés Manuel López Obrador, la claridad de que el proyecto propio se construye fortaleciendo y facilitando a quien está perfilado a suceder.