Periodista y pintora, presenta su primera exposición individual titulada “Esencia del ser: memoria, corazón y trascendencia” este 8 de agosto en el Centro Cultural Pablo C. Moreno
Daniella Giacomán
(Colaboración especial)
La Otra Plana.com.mx
Torreón, Coahuila.- Durante más de dos décadas, Alehandre Rivera caminó por la sala de redacción, dio forma a noticias, columnas y ediciones completas. Fue periodista, editora, narradora de realidades. Pero un día, tras cerrar ese ciclo de 23 años dedicados al periodismo, algo dentro de ella preguntó en voz alta: “¿Qué más hay?” La respuesta no tardó en llegar y no fue una voz suave, sino un grito: “¡Aquí estoy yo!”, dijo la pintura.

La niña que se perdía en los cuadros
Desde pequeña, Alehandre se sentía fascinada por los paisajes en óleo. Ya fuera en una mueblería, en una tienda de ropa o en un hotel durante algún viaje, esos cuadros la atrapaban.
—“Me encantaba, me perdía en la pintura. Para mí era como una manera de conocer. Me imaginaba adentro de esa pintura. Siempre me enamoré de ese tipo de arte”, recuerda.
Y aunque siempre dibujó —muñecas, princesas, caricaturas de maestros con cabezotas—, el arte vivía más como un juego que como un camino claro.
Hasta que llegó el 2018.

La crisis que la llevó al color
Ese año, atravesó una etapa dura de depresión y ansiedad. Fue entonces que su mamá le sugirió retomar el dibujo, y con ello, encontró el modo de calmar la mente y reconectar con algo propio.
No tenía formación artística formal —“de chica solo alcanzaba para lo que necesitábamos”, dice—, así que comenzó viendo videos por internet, tomando clases en línea, y comprando lo esencial: pinceles, pinturas, acrílicos… La actitud ya la tenía.
Ese mismo año perdió a su padre, José Luis Rivera, de quien heredó el amor por el periodismo y la fuerza para no rendirse. Pintar se volvió su refugio, su terapia, su manera de vaciar sentimientos mientras aún trabajaba en un periódico.

Con la certeza de que “los tiempos de Dios son perfectos”, dio el siguiente paso: tomar clases presenciales. Así conoció a la artista lagunera María Vigné, quien no solo se convirtió en su maestra, sino en amiga y mentora. Fue ella quien más tarde la invitó a dar clases a principiantes y niños.
—“María es una maestra muy joven, talentosa, sabe todas las técnicas: acuarela, óleo, grabado, carboncillo, pastel y es escultora. Ella es mi bendición”, dice Ale.
Con el tiempo, dominó mejor el óleo y el acrílico, y aunque se ha enfocado más en esas dos técnicas, no deja de lado la acuarela.

La primera venta y los retos
Su primer cuadro vendido fue un encargo de un amigo de Monterrey: un paisaje con pinos, árboles, ríos y cascadas.
Se emocionó… hasta que descubrió el gran detalle: como era óleo, tardó semanas en secar. Aprendizaje puro.
Ale no suele trabajar por encargo, pero ha aceptado algunos desafíos que la han ayudado a crecer, como pintar personajes femeninos y masculinos relacionados con la docencia en lienzos grandes, obras que le encargó su amigo David.

La escalera llena de cuadros
Con cada obra terminada, las paredes de su casa —y especialmente la escalera— se fueron llenando de colores, texturas, historias. Hasta que un día, conversando con una amiga, se decidió a tocar puertas.
Así llegó a Moorelear, el corredor cultural sabatino que coordina Rosario Pedraza.
Desde entonces, cada sábado por la tarde, Ale se instala sobre la avenida Morelos, entre Ramón Corona y Leona Vicario, con sus cuadros y su historia.
El momento más especial llega cuando los niños —de 6 o 10 años— se quedan pasmados frente a sus pinturas.
—“¡Esto es arte!”, le dijo uno emocionado. Y ella lo guardó como uno de los tesoros más grandes.
La gente empezó a preguntarle si daba clases. Poco después, vino la invitación formal de María Vigné para que impartiera talleres a niños y principiantes.
Una idea que jamás le pasó por la cabeza… pero que hoy la llena de sentido.

La primera exposición individual
Antes de esta muestra individual, Alehandre ya había participado en varias exposiciones colectivas, donde comenzó a compartir su obra con el público y a descubrir la emoción de ver sus piezas colgadas en un espacio común. Esas experiencias le dieron confianza para dar el siguiente paso.
Ale presenta ahora su primera exposición individual: “Esencia del ser: memoria, amor y trascendencia”, con 13 obras elaboradas en óleo, acrílico, acuarela y carboncillo.
Se inaugura el 8 de agosto a las 10 de la mañana, en el Centro Cultural Pablo C. Moreno, y estará abierta hasta el 8 de septiembre.
—“En ella abordo temas muy personales, lo que me representa, lo que me gusta, el amor por mis hijos, el Cristo de las Noas”.
Ale creció en la colonia Polvorera, en Torreón. Uno de sus recuerdos más entrañables es subir al cerro de las Noas con su familia para comer sándwiches y disfrutar del silencio.
—“En los 80 no había nada de lo que ahora es todo el complejo (Puerto Noas). Subíamos desde la casa por todo el cerro hasta el Cristo, y allá arriba era puro silencio”, cuenta.
Entre las obras se encuentra “Michelle en el teatro”, que abre la exposición, además de una Catrina, dos piezas sobre el Cristo de las Noas y una pintura profundamente emotiva sobre la maternidad.
Agradecimientos desde el alma
Alehandre agradece al IMCE por el respaldo, y dedica esta primera exposición a sus hijos, a sus padres, a su novio Víctor, a Rosario Pedraza, y a su maestra María Vigné.
Porque, aunque la pintura tardó en llegar, siempre estuvo dentro.
Solo hacía falta que Alehandre se escuchara.
Y se escuchó.
