sábado 23, noviembre, 2024

DE RAÍCES Y HORIZONTES

Sociedad autista

Arcelia Ayup Silveti

Por donde camino con mis perros las banquetas son amplias, muy limpias y están en buenas condiciones. 

La gran mayoría son del mismo nivel, algunas tienen césped y unos cuadros grandes de cemento. 

En otras colocan enormes macetas, adornos o árboles con jardineras que ocupan gran parte de la banqueta. Casi todas están pensadas en sus dueños, en extensiones de sus casas habitaciones.

En vísperas de Navidad había mucho tránsito vehicular en Matamoros, Coahuila, iba con mi hermana Lulú por el mero centro y tomamos una calle alterna para ir a la casa de nuestra mamá. 

Un señor transitaba solo en silla de ruedas en plena carretera. 

Ahí me di cuenta de que es imposible usar las banquetas para personas con muletas, andadores o sillas de ruedas: son de diferentes alturas, no todas están pavimentadas, tienen escalones o “se roban” algunos centímetros para las cocheras. 

Otras las invaden con material de construcción o estacionan sus vehículos sin que los peatones puedan caminar por ahí.

Echa un vistazo en la cuadra de tu casa. Imagina que tu mamá, alguien querido o tu mismo tuvieras necesidad de transitar por la banqueta en silla de ruedas. 

Lo mismo pasa con la planeación de las calles: están concebidas para automóviles, no para la comunidad peatonal, ciclista o con necesidades especiales.

En Torreón han ensanchado muchas vialidades para hacer más ágil el tránsito de autos. 

Por ejemplo, en el Paseo del Tecnológico Gómez Morín, los colonos batallan para cruzar la calle, en especial los adultos mayores. 

El tiempo destinado para cruce peatonal es muy corto, y es difícil para ellos lograr pasar.

Los espacios públicos de comunicación se trastocan y se sustituyen por áreas de tránsito de comunicación rápida, en las que rendimos culto diario a la velocidad. 

La globalización nos ha impuesto un modo de vida, nos conduce a un deterioro permanente de los espacios comunes y a una descomposición paulatina del entorno urbano.

Estamos al servicio del auto, no de la comunidad. La ciudad antes tranquila, se desmorona como proyecto social. Estamos cada vez más aislados frente al entorno físico, económico-político. 

Nos hemos convertido en una sociedad autista, enferma y deshumanizada. Cito a Rosario Castellanos en su libro Álbum de familia, página 107: “Estamos absortos. 

Y los que nos rodean no advierten más que nuestra distracción, nuestra falta de interés en asuntos comunes y se desesperan y nos hacen reproches y acaban por abandonarnos”.

biznagaas@hotmail.com

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