sábado 18, mayo, 2024

Danzón

 

(Un canto de mujer en danza erótica de ser)

 

Raúl Adalid Sainz

Toda la magia está por comenzar. Dos pares de zapatos, unos de mujer plateado en tacón alto y unos zapatos blancos en punta de hombre comenzarán la danza de esta sonata hermosa llamada “Danzón”. “Lágrimas Negras”, de los hermanos Matamoros cubanos darán música por la pista del salón “Colonia”, ese tradicional del baile en la Ciudad de México. 

 

Julia y Carmelo son la pareja de la historia. Esos que todos los miércoles bailan danzón. Esos que se preparan para el concurso de baile. Julia Solórzano telefonista de oficio, madre soltera, se acompaña de sus dos amigas colegas (Silvia y Tere). Un día Carmelo desaparece. Julia se desconsuela y emprende un viaje en su búsqueda al puerto de Veracruz. “Mi Luna y mi sol irán tras de ti”, como dice el bolero; “Cómo Fue”, que se escucha en la película cantado por Beni Moré. Todo son ecos del alma de Julia.

Esa es la pequeña premisa que la directora María Novaro (“Lola”, “Las Buenas hierbas”) desarrollará fílmicamente en detalle a lo largo de dos horas que dura la cinta. “Danzón”, es un viaje al interior del alma de Julia. Una sinfonía que canta en el ser íntimo del baile. Es ese lejano rumor de aquellos que en el encuentro de la danza encontraban suspiros de los dentros. Es ese mirar de soslayo, ese encuentro en ritmo de las notas. Ese encuentro de los cuerpos que de repente se dicen otros mundos en una mirada suscitada. Es hacer el amor en la sutileza del misterio de luz.

Una película entrañable. Un oír porque tú me has dejado en el abandono de una lágrima negra, un coreógrafo cuadro de DF que se mece por “El Colonia”, al compás de las danzoneras de “Dimas” o “Acerina”, es un viaje hacia un México que vive, que perdura, porque simplemente es y mucho.

Una llegada a Veracruz de Julia que es el encuentro consigo misma. Con su despertar de mujer, con su alma, con su capacidad erótica, con su expresión sexual de mar, con sus ilusiones de repente rotas y recuperadas, es sentir que puede comunicarse en su infinitud de ser, el poder hacer amigas, es sentir que es atractiva al sexo opuesto. “Viajera que vas por cielo y por mar, dejando en los corazones, latir de pasión, vibrar de canción y luego mil decepciones”.

Por qué no he de decirlo, si fundes tu alma con el alma mía, parece decir Julia en esa entrañable secuencia de ella bailando danzón con las olas del mar nocturnas. La cámara indiscreta toma los pies descalzos de Julia bañados en beso sutil por las párvulas olas. 

La búsqueda del jarocho Carmelo parece de pronto un pretexto, Julia no quiere salir de Veracruz, se está encontrando, empieza a sentir el velo suave de la confianza. Emprende una pequeña aventura con Rubén, el lanchero que divisó en barco “Me ves y sufres”, cuando busca en vestido rojo a Carmelo por los muelles. 

Escena preciosa enmarcada en barcos, hombres de mar, luz, calor, aire, nombres de embarcaciones que invitan al placer de vivir en todos sus matices: “L’ Amour Fou”, “Amor Perdido”, “Lágrimas Negras”, y ese “Me Ves y Sufres”, reflejo del ser erótico de Julia que quiere ya vivir y ser mujer. La canción “Antonieta”, que acompaña en su trayecto a Julia por el muelle es de una hermosura de suave brisa amorosa por ese puerto cachondo de Veracruz. Letra que es un poema del gran Xavier Villaurrutia, musicalizada e interpretada por el actor Erando González. 

Una película que conecta hondamente con el espectador por honesta. Porque es una mirada sincera a la vida. Es un clavado al mundo de las emociones de la mujer. “Danzón”, nos lleva de la mano de Julia. Un lazarillo que nos muestra la luz para muchos ciegos que desconocen el sonar de danzón de la mujer. 

Es una danza a ese sortilegio misterioso femenino. El hombre es sólo un acompañante pasajero. Alguien que deja vestigios de presencia como en el caso de “Doña Ti” (Carmen Salinas) y “La Colorada”, abandonadas, una con seis hijos de distintos hombres, ninguno presente y dos hijos con “La Colorada”, padres ausentes. Magníficamente bien interpretados estos personajes por Carmen Salinas y Blanca Guerra. Es el mismo caso de Julia quien es madre soltera. “Amar es al final una indolencia”, dice el hermoso son-bolero, “Antonieta”.

Después de vivir el amor de luz en Veracruz, Julia regresa a México. Sus amigas la esperan para que narre sus aventuras. Hay contento en Julia. Todo culmina en ir a bailar al “Colonia”, ahí aparece el perdido Carmelo, para que venga el reencuentro. Se da la secuencia final en alegría, bailan en ilusión en la pista, al compás del danzón hermoso “Mujer Perjura”. Todo toma nuevo cauce, Julia comienza un nuevo ciclo.

Gran dirección de María Novaro. Un narrar elocuente en el detalle. Escenas que suscitan murmullos del alma. Un guion que toma una posición clara en ese viajar de la mujer por su alma en encuentro de sí misma. El guion es de ella y de Beatriz Novaro. Fotografía de canto poético hermoso de imagen por Rodrigo García, éstas suscitan mundos. Una ambientación inspirada por Marisa Pecanins y de Alberto Sánchez. Edición sinfónica precisa de María Novaro y Nelson Rodríguez. La música de la película es una recreación de un México vivo en su cultura. Un orgasmo sensual a los sentidos.

La actuación de María Rojo es un regalo de su alma a nosotros espectadores, llena de verdad y sublimes sutilezas, un estado de gracia el suyo para con el tema a vivir. Las amigas de Julia soberbias. Gran trabajo de significación y de humor por Margarita Isabel, mi gran Cheli Godínez extraordinaria como buena actriz que es. 

Adyari Cházaro, muy linda y convincente como hija de Julia. Tito Vasconcelos en su travesti jarocho entrañable. Mi querido Víctor Carpinteiro (en su lanchero) viviendo su pasión al ritmo que le toca su María. Al final, él triste ve la noche del puerto en aguacero de despedida no dada por Julia. Su recuerdo será al final de cuentas una dulce indolencia. Él un agente vivo para el renacer de María.

“Danzón”, es para mí, como esa pieza de “Cómo fue” de Beni Moré, porque no sé decirme cómo fue, pero de ti me enamoré. Una película que simple y sencillamente me encanta, con dos ciudades que son dos ecos de mi alma: México y mi querido puerto de Veracruz.

 

Nota: Gracias a Arturo Adriano por la información hacia el poema de Villaurrutia (Amor Condusse no ad una Morte), musicalizado para la hermosa escena por los astilleros de Veracruz por la bella María en su atuendo vaporoso de color rojo y clavel suspenso en oreja dando marco coqueto a su faz.

 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

 

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