lunes 20, mayo, 2024

Cuatro en la Arena

Raúl Adalid Sainz

Era ahí, al lado de aquel risco enorme de la «Discoteque Valentinos», en Mazatlán. Fui al lugar donde había vivido aquella enorme aventura sucedida de noche. Ya no estaba la mujer de arena que construimos. Era el amor de sueño. Volví a revivirla. La hice renacer.

Recordé a mis cuatro amigos, uno de ellos en el escenario eterno, escritor Amparán, que con esa vivencia ganó premio nacional de cuento, «Cuatro en la Arena». Escuché nuestras risas. Nuestros llantos jugando en el mar. Los lentes de Francisco que devoraban las olas. Nuestra posesión a aquella mujer de arena, y los diecisiete años de imaginación, de sueño. Vi a las gaviotas, contemplé la «Isla Venados», enfrente, y sentí la inmensidad de la ausencia.

Me di la media vuelta, el recuerdo era auténticamente vivo y presente; tal como el mar que rugía, así como el de aquella noche. Sin embargo, habían pasado 33 años, y el tanto tiempo me hizo sentir que a veces uno se convierte en un fantasma.

Un vendedor me despertó del ensueño: «va a querer su collar de conchas amigo».

Nota: los recuerdos son como la arena que se diluye entre las manos, pero queda pegada algo de ella entre los dedos, eso es la memoria que todo lo transforma. Como esa mujer de arena del ensueño de los diecisiete. En aquel tiempo que hice este escrito, sólo había partido uno de esos expedicionarios de esa aventura. Hoy son dos los que nos observan desde el universo eterno. Al recuerdo de Francisco Amparán y Jorge Hernández.

Raúl Adalid Sainz, en algún de México Tenochtitlan

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