(Uno puede volver al lugar de los hechos, o los hechos volver a ti)
Raúl Adalid Sainz
Era ahí al lado de aquel risco enorme de la Discoteque «Valentinos» en Mazatlán. Fui al lugar donde había vivido aquella enorme aventura sucedida de noche. Ya no estaba la mujer de arena que construimos, era el amor de sueño, volví a revivirla, la construí, recordé a mis cuatro amigos, uno de ellos en el escenario eterno, escritor Amparan que con esa vivencia ganó premio nacional de cuento, «Cuatro en la Arena».
Escuché nuestras risas, nuestros llantos jugando en el mar, los lentes de Francisco que devoraba el mar, nuestra posesión a aquella mujer de arena y los diecisiete años de imaginación, de sueño. Vi las gaviotas, vi la «Isla Venados» enfrente, y sentí la inmensidad de la ausencia, me di la media vuelta, el recuerdo era auténticamente vivo y presente, tal como el mar que rugía como aquella noche, habían pasado treinta y tres años.
Hoy vuelvo a encontrar estas líneas y el tiempo sigue su marcha inexorable. Otro ausente me canta su memoria. Ese mi Jorge, que junto a Pancho, busca la verdad de aquella noche. Yo me quedo boquiabierto, y aún me pregunto la verdad, el enigma de todo este teatro.
Esos diecisiete sólo abrían la puerta a un territorio que estaba aún por descubrirse. Hoy veo esa foto del lugar de los hechos en Mazatlán y me digo: «¡Raúl, tan sólo han pasado cuarenta y dos años, todo está por descubrirse!».
Sí, por qué no, así quiero pensarlo ahora. Es mejor aliviarse de lo hermosamente triste.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan