viernes 3, mayo, 2024

Conversando la vida por los caminos de Michoacán con Gabriel Retes

In memoriam por un cineasta

Raúl Adalid Sainz

Era ya la noche de un mayo caluroso del 2019. Nos subimos a la camioneta que nos llevaría de Parácuaro a Apatzingán. Abordo parte de la delegación artística del Festival de Cine sin Cines de Michoacán que dirige la actriz Elpidia Carrillo.

Ese día, desde la mañana, se inauguró el festival itinerante en Morelia Michoacán. De ahí se continuó a Parácuaro, donde el cineasta Gabriel Retes recibiría un homenaje a su trayectoria. Elpidia le organizó este reconocimiento por su admiración y porque fue dirigida por Retes en sus inicios en las películas: «Nuevo Mundo» y «Bandera Rota».

Por la mañana Gabriel dio una máster class excepcional en el Colegio de San Nicolás de la antigua Valladolid, hoy Morelia. El tema principal de su exposición fueron los problemas de distribución y exhibición para el cine mexicano.

Recuerdo que como público participante di mi punto de vista diciendo a Gabriel, lo que siempre he pensado al respecto. El cineasta mexicano debe buscar a su público. Ante la ausencia y rechazo del espectador a las realizaciones mexicanas, el director debe promover su obra. «Ya no son los tiempos de «Chin Chin el Teporocho», dije a Gabriel, «en que tu película fue un éxito de taquilla por semanas».

Gabriel concluyó diciendo que estaba de acuerdo, «Si la montaña no va a Mahoma». Antes de empezar su máster class, felicité a Gabriel por un personaje muy bien interpretado que hizo como actor en la película «Presagio», dirigida por Luis Alcoriza. Un personaje tullido, lleno de dolor, y que abusaba de Amparo Rivelles. Fue la primera vez que vi a Retes en pantalla teniendo yo catorce años.

Esa mañana de Morelia yo estaba conociendo a Gabriel y quise comenzar por el inicio. Gabriel se emocionó con el recuerdo. «No sabes que impresión, maestro cuando espiando por la ventana le vi los senos a Amparo, era un ícono sagrado mano».

Estábamos en plena memoria al rodaje cuando le hablaron para empezar la máster class. Al terminar ésta, me dijo Gabriel, no sabes cómo te agradezco que conozcas mi trayectoria. Tú y yo tenemos que trabajar. Estábamos comenzando una sintonía interesante. Esos encuentros con alguien con el que te caes bien.

La conversación fue retomada en la noche en ese trayecto de Parácuaro a Apatzingán. Tierra caliente. Serían pasadas las once de la noche. Un calor michoacano digno de esos lares. Gabriel ya sin ningún personaje de cineasta ni nada. Iba en camiseta blanca. Lo bromeé para retomar la plática.

«He hecho cuánto podía en defensa de mi ciudad y no puedo más, toma ese puñal que traes al cinto y mátame», ¿a ver quién lo dijo?, Gabriel se rió y dijo, «no maestro, ¿ quién dijo esa elocuencia?», Cuauhtémoc al caer Tenochtitlan.

Soltamos la carcajada. Comenzamos a platicar de teatro, de su padre Ignacio, de cuando debutó niño en el teatro como actor siendo el lazarillo de Claudio Brook, quien interpretaba a Tiresias, en Edipo Rey de Sófocles. Dirigida la obra por su padre Ignacio Retes.

Recordó a Pepe Gálvez, haciendo la obra » Becket o el Honor de Dios», de Jean Anouilh. Recordaba a Ignacio López Tarso y a José Carlos Ruiz en «Los Albañiles», de Leñero. Me hablaba de las grandezas del teatro mexicano de finales de los sesentas y en los setentas. «Había mucha pasión, mucho talento, mucho que decir», me decía emocionado. Su pareja, la actriz Meritzel Galéz, lo oía. Cerraba los ojos. Quizá estos diálogos de pasión le eran comunes.

La noche avanzaba por la carretera, la selva michoacana se asomaba por las ventanas. En eso salió «Lauro» a la conversación, era «El Bulto» que aparecía como un viejo que abría los ojos después de veinte años de tenerlos cerrados.

«Hablas como viejito, piensas como viejito, actúas como viejito», recordamos esa frase de reclamo del hijo de Lauro cuando el padre quiere ejercer sus derechos ante el vástago que ni siquiera lo conoce.

Gabriel me refería que esa secuencia era una de las que más le gustaban de la película. Me decía que acababa de ver en retrospectiva de su obra en Cineteca Nacional, «Chin Chin, el Teporocho»; «tiene mucho que decir a estos tiempos», me lo decía sin pretensiones, en una reflexión auténtica. «Y…¿ te gustaría dirigir series Gabriel? «, «No sabes cuánto, me encantaría», me dijo en anhelado entusiasmo.

Llegamos a Apatzingán y concluimos la conversación. Misma que podía seguir si el camino hubiera sido más largo. Era la medianoche en esa tierra que era famosa por la constitución promulgada por Morelos. Para mí esa tierra será recordada por una gran plática que concluyó con ese quijote del cine llamado Gabriel Retes.

La última vez que vi a Gabriel fue el año pasado en un homenaje brindado por la sociedad de directores de cine en México a su persona. Lo saludé. Me dio su tarjeta y me dijo: «llámame, no lo pienses, vamos a trabajar juntos». Esa invitación quedará pendiente. Yo lo agradezco, él nunca me había visto actuar, quizá algo intuyó o quizá fue que nos caímos a toda madre en este universo de Bienvenido Welcome.

Descanse en paz Gabriel Retes. Director de muchos, muchos mundos.

Nota: Escrito realizado el 21 de abril del 2020, un día después de la partida de Gabriel. Hoy lo recuerdo como ese su cine que siempre perdurará en el tesoro de la memoria.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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