miércoles 23, julio, 2025

Ciro y Héctor

Federico Berrueto

Muy relevante y oportuno el intercambio entre Héctor Aguilar Camín y Ciro Gómez Leyva; el periodista replicando la idea de que no hay por qué considerar fatalmente irreversible lo que ahora está ocurriendo con la 4T. Héctor declarando la muerte de un régimen y el surgimiento de otro de clara factura autocrática. Perspectivas aparentemente encontradas la del cronista y la del analista. Aquél privilegia con lupa estricta el acontecer, éste remite a un patrón autoritario los eventos y actos de autoridad que al otro ocupa.

Contradicción aparente porque se están abordando temas o planos diferentes. A Ciro le fastidian, eso parece, las afirmaciones maximalistas, como la muerte de la transición democrática o el régimen que nació de finales del siglo pasado. Le preocupa el fatalismo implícito, nada hay que hacer, aunque lo que informa día con día abona a la idea de un retroceso y serio deterioro en prácticamente todos los aspectos de la vida pública. Ejemplar e ilustrativa su cobertura sobre los acordeones; documenta como nadie uno de los mayores fraudes políticos desde el poder conocidos por esta generación. Para Aguilar Camín la elección no sólo fue una farsa, es el despojo a los mexicanos del derecho a una justicia imparcial, confiable y que frene el abuso del poder.

A Héctor, como a muchos otros, preocupa que se normalice el autoritarismo en curso, que se aprecie intrascendente o como un evento más la devastación del edificio democrático, especialmente porque existe un diseño de destrucción de lo existente y de ir tejiendo, con singular persistencia, un régimen que abandona las premisas propias de una democracia deliberativa. Existe, también, indignación por la indiferencia ante la reversión de las instituciones fundamentales de la República.

Es suficiente escuchar a Ciro para advertir su auténtico interés en la inmediatez de su perspectiva. Su programa, seguramente sin pretenderlo, es una denuncia inequívoca. Documenta con cuidado e invariable respeto al auditorio -además de un trato digno, ejemplar, a quienes concurren a su programa para ser entrevistados-, hechos, acontecimientos y conductas que revelan el desastre de país. Deja a quien escucha y observa llegar a sus propias conclusiones.

Sin embargo, subsiste en ambos una insuficiencia, que Aguilar Camín empieza a entender y a corregir. Me refiero a la relación entre la presidenta Sheinbaum y López Obrador, su mentor y promotor. La construcción de la sucesión presidencial fue perfecta desde el punto de vista de quien pretendía reproducir en el poder su visión y proyecto. La sucesora, como se esperaba, cumple con conservar el equilibrio de una compleja coalición gobernante por las corrientes e intereses dentro de Morena no tanto por los partidos, y llevar hasta sus últimas consecuencias el diseño autocrático de López Obrador. Las diferencias entre el expresidente y la presidenta son menores y, en todo caso, obligadas por la realidad como ocurre en el combate a la delincuencia; dos caras de una misma moneda, el proyecto autoritario.

En Ciro hay rigor extremo, a veces enojoso, hacia López Obrador. Explicable, pero compromete el cuidado y el equilibrio con el que regularmente aborda a los personajes y sus actos. Esto hace contraste con en el trato a la presidenta y lo que hace, como si la mandataria fuera víctima y no parte. Las formas valen y para Gómez Leyva son importantes; pero hay que decir que valen más los hechos y los resultados. Por ejemplo, la libertad de expresión vive su peor momento. López Obrador agredía e insultaba, con efectos dramáticos por la autocensura. Ahora el ataque a la libertad de expresión la hace el régimen desde sus instancias judiciales sin precedente, representan un monumento de soberbia, exceso y falta de respeto a quien disiente. Las buenas formas no deben llevar a distraer que se observe y se opine sobre el diario acontecer. Quizás al ojo público, en el gobierno de López Obrador no haya registro de la agresión a las empresas de medios, lo que sí es evidente es el uso de la UIF como recurso de acoso e intimidación.

Quizá la parte más rescatable del debate entre Ciro y Héctor, si puede decirse así, es el rescate de la perspectiva, lo que se espera, lo que puede resultar del incierto y veleidoso devenir sin desconocer las nuevas circunstancias de la política y del ejercicio del poder. Cierto, nada está escrito y una vista a lo que acontece basta para desconfiar de cualquier afirmación maximalista, especialmente fatalista. De ambos se agradece y reconoce, por lo mucho que valen e importan, que cada cual, desde su propio espacio y a su modo hacen un ejercicio de libertad con seriedad, pasión y generosidad.

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