Raúl Adalid Sainz
El joven que quiere estudiar cuestiones artísticas se verá atacado continuamente por familiares. Soportará burlas de supuestos amigos, querrán disuadirte diciéndote que el éxito no es para ti. Muchos amores los dejarán por no verles garantía de estabilidad económica.
En fin, miles de obstáculos y avatares circundarán los caminos. Pero, ¿saben qué?: si el sueño es oceánico, cierto en su ser, nunca lo abandonen. Y a los familiares, (si no respetan sus ideales y anhelos), así como a los supuestos amigos, mándenlos al chorizo.
A las normas del buen actuar, a la burda sociedad en su rigidez, diríjanlos al tren de la ausencia, y sin boleto de regreso. Una vez en la jornada, en la carretera creativa vendrán los dilemas: seguir o no seguir. Ser un artista comercial o de esos que quieren ser profundos y llegar a las entrañas humanas para estremecer.
Ustedes mismos lo sabrán. Lo importante es vivir y tratar de conseguir tu sueño. El pico de la montaña nunca se alcanza, y eso es lo bonito. Es la materialización de la utopía. Aquí cada quien declarará su propio secreto del camino. De los amores, no se preocupen, ya vendrán otros reales, esos de ensueño, los que son para ustedes.
Que vivan la vida luchando por sus propias ilusiones, y que nada ni nadie los derrumbe, así sean las pandemias y temporales que buscan cercarnos de lo nuestro.
Este es un escrito vivencial. Lo encontré por estos recuerdos del Facebook. ¡Qué no he vivido en la carretera de la vida! He soportado aullidos, y crueldades de familiares por perseguir un sueño, que para ellos era imposible.
La vida me ha hecho dudar con sus pruebas duras, pero aquí sigo, con sesenta y cuatro años encima, y con el sueño vivo de querer ser un gran actor. Un transmisor que comunique, con humildad, lo que son las almas de la vida.
Necesitamos urgentemente de Alonsos Quijanos, esos quijotes que componen entuertos, esos que caminan en pos de un mundo que precisa, urgentemente, de mensajes necesarios que transformen. Labor sólo de valientes, esos que aún practican la esperanza.
Les deseo ventura, bendición de Dios, y por supuesto de los duendes de la vida.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan