lunes 30, junio, 2025

CAPITALES

Francisco Treviño Aguirre

¿Sabiduría obsoleta? Cómo los mayores están siendo marginados

​​En México y en muchos otros lugares, el profesional con décadas de experiencia en un área ya no es visto como un activo, sino como un problema a ser sustituido. La consigna silenciosa, incluso aplaudida, es: “lo viejo no sirve, lo nuevo manda”. Y no hablo de tecnología: según estudios recientes la verdadera temeridad es prescindir de la experiencia: ese know-how construido con errores, aciertos y campañas fallidas. ¿Cómo calcular el valor moral y económico de la sabiduría operativa abandonada por un simple cambio de algoritmo? El dilema es brutal: se pierde no sólo productividad, sino prevención. Las personas con experiencia detectan lo que otros no, anticipan fallos y ahorran tiempo y dinero. Cuando se quitan de enmedio, en lugar de un sistema eficiente, se deja un sistema diseñado para fallar.

En Estados Unidos, un informe de Exploding Topics identifica que casi la mitad de quienes fueron despedidos por IA creen que se trata de un problema generalizado: un 46.9 % estima que “alguien como ellos” ha sido reemplazado por la tecnología. No obstante, en pleno proceso de activación laboral, estos “veteranos industriales” no reciben la inversión en capacitación necesaria: las empresas promueven la rotación de personal antes que apostarle a la experiencia duradera. El resultado es una erosión silenciosa de la resiliencia organizacional.

Mientras tanto, Europa hace lo contrario. Los países de la UE enfrentan un envejecimiento poblacional que, más allá de ser un problema, es una oportunidad dorada. Ante cifras crecientes, como la previsión de un aumento de 20 % de personas mayores de 65 para 2020, se ampliaron incentivos para mantener a los mayores en la plantilla: leyes, subsidios, seguridad social, formación continua, y planes de activación laboral. La vieja guardia dejó de ser un costo para ser un activo. El modelo danés de “flexicurity” ejemplifica este enfoque: flexibilidad contractual, seguridad social activa, formación continua y política laboral firme. Excepcional, sí, pero revelador: aquí, la experiencia no se margina; se invierte en ella.

En contraste, en América Latina no existe una estrategia similar, salvo honrosas excepciones. Resultado: la vejez laboral se convierte en jubilación y luego en ocio poco deseado. Somos especialistas en ignorar lo evidente. Contratamos asesorías extranjeras, importamos libros de gestión que ya hablaban de esto hace décadas, pero seguimos despidiendo personas mayores sin medir el costo oculto. El espejismo neoliberal, que ve en los jóvenes promesas pura vida laboral, ignora la curva de aprendizaje, el mentoring, la transferencia tácita. Nos falta sentido integral del tiempo. Desplazar a profesionales con décadas de experiencia crea una deuda: aumentos en los costos de supervisión, errores repetidos, formación ineficiente, rotación crónica. Es irónico: mientras recortamos en lo probado, gastamos en lo nuevo sin evaluar el riesgo. ¿Estamos invirtiendo o especulando?

Hoy por hoy, a las nuevas generaciones que se creen dueñas de la verdad, les susurro: cuidado, la autoridad no nace del acceso temprano a una app ni de pensar que tu teoría vale más que treinta años de práctica. La única verdad universal es el error… y la única garantía duradera es la experiencia que se aprendió de ellos. Subestimar a quienes llevan más camino solo porque llevan más tiempo caminando es una necedad. La razón absoluta, esa sí que no existe, se disuelve cuando chocas con el expertise. Mientras Europa invierte, al menos en parte, en experiencia, en Latinoamérica la descartamos como chatarra obsoleta. El resultado es previsible: sistemas laborales fracturados, conocimiento evaporado y un presente sin raíces. ¿Hasta cuándo seguiremos pagando una factura que no podremos cubrir ni con disculpas ni con falsas promesas? Ya lo dice el viejo y conocido refrán: más sabe el diablo por viejo, que por diablo.

X:@pacotrevinoa

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