martes 3, junio, 2025

CAPITALES

Francisco Treviño Aguirre

De mi biblioteca: “Todo mundo miente” de Seth

Esta obra plantea una tesis contundente y profundamente reveladora: las personas mienten constantemente, excepto cuando se expresan en la intimidad del motor de búsqueda de Google. Esta premisa, respaldada por el análisis masivo de datos anónimos, cuestiona la validez de los métodos tradicionales de recolección de información y propone una forma alternativa de entender el comportamiento humano basada en lo que la gente busca, no en lo que declara. A través de un enfoque empírico y multidisciplinario, el autor demuestra que nuestras búsquedas en internet ofrecen una visión más auténtica, cruda y precisa de nuestras emociones, prejuicios, deseos y temores. Google, convertido en confidente silencioso, se ha transformado en una herramienta más poderosa que cualquier encuesta para develar la psique colectiva.

Stephens-Davidowitz argumenta que el verdadero rostro del ser humano se revela en el anonimato del buscador. A diferencia de las encuestas, donde las respuestas están condicionadas por la deseabilidad social, los patrones de búsqueda reflejan pensamientos íntimos que rara vez se expresan públicamente. Esta revelación se traduce en un cambio metodológico de gran calado: el abandono parcial de técnicas tradicionales (entrevistas, focus groups) y la incorporación del análisis de big data como herramienta para comprender comportamientos sociales reales. Los motores de búsqueda recopilan información que no está filtrada por el juicio externo, lo que los convierte en una fuente única y reveladora.

Uno de los ejemplos más contundentes que expone el autor es el caso de la campaña de Barack Obama en 2008. Mientras las encuestas tradicionales auguraban una sociedad estadounidense dispuesta a superar el racismo, los datos de Google revelaron lo contrario: aumentaron significativamente las búsquedas de contenido racista en estados clave. Este fenómeno permitió anticipar con mayor precisión los resultados electorales desfavorables en ciertos territorios, poniendo en evidencia el contraste entre la narrativa pública y los sentimientos reales de la ciudadanía. El análisis de datos anónimos expuso una hipocresía social que las encuestas no detectaron.

El autor introduce el concepto de una “sociedad paralela” que se expresa en Google, donde ideologías extremistas, discursos de odio y teorías conspirativas encuentran eco. Este universo oculto ayuda a comprender fenómenos políticos como el ascenso de Donald Trump en 2016, cuando, a pesar del rechazo mediático, sus menciones en búsquedas digitales revelaban una popularidad silenciosa pero efectiva. Estas conductas no necesariamente se traducían en apoyo explícito, pero sí en un interés activo que, finalmente, se materializó en votos. El caso ilustra cómo el análisis de datos puede superar a los métodos tradicionales en la predicción de comportamientos electorales.

Un aporte fundamental del libro es su aproximación a la salud mental a través de las búsquedas. Temas como depresión, ansiedad, suicidio o soledad aparecen con frecuencia creciente, especialmente en ciertos momentos de la semana como los domingos por la noche. Estos picos reflejan emociones reprimidas que las estadísticas oficiales muchas veces omiten o subestiman. Según el autor, los motores de búsqueda actúan como una especie de terapeuta digital que recibe confesiones que no llegan a los consultorios. A pesar de ello, los sistemas de salud pública no han incorporado esta fuente de datos en sus estrategias diagnósticas y preventivas.

El autor también aborda el delicado tema de la ética en el uso de macrodatos. Aunque la mayoría de los estudios son anónimos y científicos, el riesgo de que las grandes corporaciones tecnológicas utilicen esta información para manipular decisiones comerciales o políticas es muy real. Advierte sobre una línea borrosa entre el análisis legítimo de datos y la vigilancia encubierta. El conocimiento profundo de las debilidades humanas puede ser utilizado con fines cuestionables si no existe regulación y transparencia. La solución, según el autor, no es renunciar a los datos, sino utilizarlos con responsabilidad para mejorar el diseño de políticas públicas y diagnósticos sociales.

El mensaje final del libro es claro: ya no basta con preguntar lo que las personas piensan; hay que observar lo que realmente hacen. Los datos masivos, bien gestionados, permiten superar sesgos como el deseo de agradar o el temor al juicio, y constituyen una radiografía honesta de la mente colectiva. Este enfoque no busca sustituir a las ciencias sociales, sino complementarlas. El big data puede y debe integrarse a la sociología, la psicología y la economía para construir una comprensión más profunda, honesta y útil del ser humano.

En resumen, Todo mundo miente es una obra provocadora que sacude las certezas de la investigación social tradicional. Con base en evidencia empírica obtenida del comportamiento digital, Seth Stephens-Davidowitz propone una nueva manera de interpretar la verdad humana: aquella que se manifiesta no en lo que decimos, sino en lo que buscamos en privado. La lectura de este libro no solo representa una invitación a revisar nuestros métodos de análisis, sino también un llamado a la honestidad colectiva. Si entendemos cómo realmente nos comportamos cuando nadie nos observa, estaremos en mejores condiciones de diseñar políticas, productos y entornos sociales que respondan a nuestras verdaderas necesidades.

Este enfoque puede ser incómodo, pero también representa una de las herramientas más potentes para construir sociedades más empáticas, inteligentes y congruentes con la propia humanidad.

X:@pacotrevinoa

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