(Esto no fue una ficción, fue un acto verdadero)
Raúl Adalid Saínz
Ayer domingo, 12 de septiembre del 2021, volví a ver “Canoa”, de Felipe Cazals. La cinta la vi por canal 22 en una versión remasterizada. Acierto maravilloso. Esta Película es un tesoro dentro de nuestra cinematografía.
La primera vez que vi esta cinta fue allá por 1985 en “Cineteca Nacional”. Salí conmocionado del cine. Las imágenes habían sido terribles. Pero eso sí, sabía que estaba ante una gran película. La había vuelto a ver en diferentes emisiones televisivas, pero siempre veía la misma muy rasurada.
Ayer domingo, después de 35 años, volví a ver la cinta íntegra. La impresión fue la misma. Quizá con más dolor. En aquel 1985, era el joven que veía los horrores de su México, hoy fue la visión de alguien de 60 años, que se estremece por ver que México sigue siendo igual. Matanzas por doquier, analfabetismo, manipulación corrupta y maquiavélica a las clases desprotegidas, miseria, impunidad; México visto como un botín.
Un 14 de septiembre de 1968, el pueblo de San Miguel Canoa lincha a cinco trabajadores de la “Benemérita Universidad Autónoma de Puebla”. Moradores enfurecidos y azuzados por el cura del lugar, matan y hieren atrozmente a estos trabajadores al grito furibundo de “comunistas”.
Ellos sólo querían escalar “La Malinche”. Estábamos a días de la matanza de estudiantes de aquel 2 de octubre negro en Tlatelolco. Asesinato vergonzoso por el gobierno de Díaz Ordaz. 1968, que aún en ecos, grita el horror de la ignominia. La razón, la misma: pacificar por todos los medios ante una viable amenaza desestabilizadora llamada: comunismo. El hecho era imponer una paz de fierro y que se celebrara la Olimpiada en nuestro país.
El cura de San Miguel Canoa, mangonea a su antojo al pueblo. Se enriquece por medio de ellos, tiene influencias gubernamentales que lo protegen. Crea un escudo en sus sermones hablando a sus feligreses que deben estar atentos ante las amenazas de satanás llamadas comunismo.
Los moradores están atemorizados, fanatizados, sienten la alarma provocada por el párroco, de que si llegan estudiantes pueden quitarles sus bienes, sus pocas tierras y animales. Este hecho es clave para el linchamiento ocurrido en San Miguel Canoa.
A cuarenta y seis años de la filmación de “Canoa”, mucha gente habla que la amenaza comunista ha llegado a México. Manipulación diversa y perversa: curas, gobiernos que perdieron el poder, PRI, PAN y alianzas, medios de comunicación y fuerzas oscuras que manejan los intereses económicos del poder, los orquestadores. La película “Canoa”, de Cazals, más vigente que nunca.
¿Por qué es grande “Canoa”?
Por lo anterior señalado. Por un magnífico guion de Tomás Pérez Turrent que marca un trazo inteligente para narrar los hechos. Hace una síntesis de ellos y por medio de distanciamientos brechtianos, permitir una posición crítica al espectador.
El uso de un narrador (Salvador Sánchez) que cuenta los hechos, y antecedentes al linchamiento, permite una toma de conciencia. Los títulos en pantalla a los hechos terribles es otro distanciamiento que ofrece reflexión y enfría un tanto los acontecimientos. El manejo de los tiempos sucedidos, a veces del presente al pasado y viceversa, es otra forma de alejamiento a lo cruento.
Se construye una gramática cinematográfica, de fina orfebrería, que da coherencia narrativa y permite una toma de conciencia al espectador. Los hechos son por demás violentos, imposible evitar el efecto que estos provocan.
Sin embargo, a pesar de los momentos más terribles éstos estarán tamizados por el apunte crítico- distanciador del director. Baste el ejemplo de que en pleno linchamiento, la luz en la iglesia, resplandece como un nacimiento navideño inmaculado, está presente como una ironía.
El final de la película es de una contundencia terrible: después de acaecido el cruel linchamiento el pueblo celebra la fiesta al santo patrono Miguel con procesiones por la calle y alabando fervientemente a Dios y a Miguel. Final de maldición perpetua para México: Ignorancia, fanatismo, manipulación maquiavélica y miseria atroz.
Felipe Cazals y su fotógrafo Alex Philips, trabajaron de maravilla. Todo organizado en creatividad y orden del material a contar. La película es por momentos casi un documental. Una memoria vergonzosa. Pero también la realidad construida en ficción es un elemento muy bien logrado. Una manera narrativa complementa a la otra y viceversa.
Las actuaciones de esta cinta coral son muy precisas. Contenidas. Supeditadas a los terribles hechos. Mucha verdad y compromiso por parte de todos los actores. Destaca por supuesto Enrique Lucero como (el hijo de puta), así definido por el propio Cazals, en su cura del poblado. Él, los empleados de la universidad, y el pueblo son los protagonistas de esta tragedia.
Espléndido don Ernesto Gómez Cruz en su personaje de “Lucas”, morador de San Miguel rebelde al párroco siniestro. Su habla en acento de ese pueblo del estado de Puebla es un ejemplo de caracterización de habla. Gran oído el del gran Gómez Cruz.
Muy bien los cinco empleados de la universidad: cuatro de ellos ya fallecidos en la vida real. Roberto Sosa, padre, Jaime Garza, Gerardo Vigil y Arturo Alegro. Sobrevive el actor Carlos Chávez. Salvador Sánchez, soberbio como el narrador. Magnífica caracterización interior, física y vocal. Preciso ante la cámara. Gran naturalidad construida actoralmente.
Pasarán los años y “Canoa” seguirá vigente. ¿Por qué?: por las ataduras mencionadas en este escrito y porque a ningún gobierno y grupo social parecen interesarle para un mejor vivir. Un mejor equilibrio de vida basado en el humanismo y herramientas de un crecimiento real. Productividad económica y educación en todas las ramas atribuibles.
Felicidades a Armando Casas y a Canal 22 en general, por la exhibición remasterizada de este gran documento de nuestra cinematografía. Nota aparte: “Canoa”, es película inspiratoria referencial en la vocación del gran realizador mexicano Alfonso Cuarón.
El director de cine Armando Casas, en el momento que publiqué este escrito me dijo: «se lo voy a mandar a Felipe Cazals», le dije, «tú crees que es un buen texto como para mandárselo», me dijo él con franqueza, «yo creo que sí». Ya no supe qué pensaría el maestro Cazals, Qepd, pero a mí me lleno de contento y orgullo, el que mi texto haya parado en sus manos.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan