lunes 25, noviembre, 2024

Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades

Raúl Adalid Sainz

¿A qué se regresa, cuando eres un triunfador, a tu país de origen?

Alejandro González Iñárritu vuelve a México a filmar, después de veinte años de no hacerlo. «Amores Perros», su célebre ópera prima, fue su última película filmada en nuestro país.

Se vuelve al origen a sellar deudas pendientes. A reflexionar. A recordar. A llorar. A alegrarse. Y a entender quién diablos eres y has sido, en este concierto del universo. Esto exige suma honestidad. Un desnudarte auténticamente. Un confesarte a ti mismo. Y una responsabilidad humana y de enorme compromiso artístico cuando lo vas a hacer por medio de estos conductos. Un partir de ti para entrar a una universalidad humana.

A eso regresa González Iñárritu a su país, México. Menuda responsabilidad. Más allá de un asunto de ego, en el retorno del gran director al origen, la película sí es un canto honesto a las honduras del alma del cineasta. Es un preguntarse qué es México para él y él para México. Es un arreglar armónicamente cuentas con el pasado. Es un ver e imaginar el cómo se desmorona México en sus desilusiones, miseria y mujeres desaparecidas.

Es ver tu pasado indígena sepultado, humillado, con un Hernán Cortés que fuma en lo alto de una pirámide humana azteca, con «Silverio Gama», periodista que interpreta Giménez Cacho, mismo que es el alter ego de Alejandro González Iñárritu. Cortés pregona que trajeron el adelanto de occidente. La secuencia es en metáfora, el triunfo del blanco criollo sobre el moreno indígena. Símbolo atroz de nuestro México.

Una película llena de imágenes, como es la memoria cuando construye el pasado para confrontarse en el presente. Ahí está el reto en guion, fotografía, producción artística, vestuario, actuaciones, y por supuesto, el orden estructural artístico de un director. Todas estas áreas se cumplen maravillosamente en la película. Un eficaz y talentoso equipo compone esta cinta.

El estupendo guion es creación del propio director y del argentino Nicolás Giacobono. Dupla que trabajó con éxito en «Birdman». La fotografía, compuesta de multiplicidad de colores en luz, ámbitos, recreaciones y sugerencias poéticas metafóricas, es del iraní Darius Khondji (Seven, Amour, Evita).

Aquí el director necesitaba un gran pintor de imágenes que compusiera sus recuerdos y obsesiones. El plano secuencia de cinco minutos en la locación del «California Dancing Club», es de antología; en gran despliegue cinematográfico de cómo se compone un ámbito para su correcto y sugerente narrar. Las más de dos horas y media que dura la película es una clase magistral del cómo y para qué se narra cinematográficamente. La recreación de producción artística es del gran Eugenio Caballero. Aún se recuerda su preciso y alucinante trabajo en » Roma», de Alfonso Cuarón.

El trabajo interpretativo de todos los actores es notable. Pero valga el plus especial al trabajo de Daniel Giménez Cacho, quien vive el compromiso de representar al director González Iñárritu. Una especie de Mastroianni siendo el alter ego de Fellini en «Ocho y Medio». El conocimiento de González Iñárritu en la dirección de actores se hace presente. Hay toda una precisión del protagonista en su interpretación ante la cámara. El director estudió actuación y dirección con el gran Ludwik Margules.

Fue una película que disfruté mucho. Yo estoy en ese momento de enfrentar el curso de mi vida por medio de mi memoria, y ésta en confrontación con mi presente. La cinta es metafórica, abstracta muchas veces, no lineal, es disconexa, en momentos, porque así actúa la memoria en su marcha. Pasa de un lugar a otro. «Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades», no será una película para todos, por desgracia. Exige imaginación, construcción del espectador con lo observado. Un darse cuenta que la crónica cinematográfica me invita a entrar a mi propio «Bardo».

Es una cinta para ver en la pantalla grande. Así la concibió en formato e imágenes su autor. Yo viví toda una experiencia de unas cuantas verdades. Como esa entrañable secuencia del director, vuelto niño, con su padre, en la soledad del baño del «California Dancing Club». Gran actuación del querido actor Luis Couturier.

Enhorabuena a mi querido compañero actor Paco Rubio, por su excelente trabajo actoral (Luis), como amigo interpelante de juventud, del ahora director famoso que vuelve a su tierra.

González Iñárritu un bardo en el interludio del último suspiro y el destino final.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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