Con una dirección de arte notable, una historia emocionante y una mirada nada desdeñable de la cultura india, este filme de 2021 no solo es una nueva apuesta respecto del tema LGTB sino, por encima de cualquier etiqueta, es una poderosa historia de amores cruzados y personajes entrañables
Víctor Bórquez Núñez
No es usual encontrar películas indias que sean de la calidad visual y temática como “Azul Cobalto”, una apuesta arriesgada de su director Sachin Kundalkar quien, con finura y no poco atrevimiento, se las arregló para filmar la historia de dos hermanos enamorados de un hombre que arrienda una habitación en su casa, teniendo como telón de fondo las arraigadas costumbres de las familias, las ceremonias y el tema de la creación literaria en ciernes y que se desarrolla a partir del cruce de estos personajes.
Con 112 minutos de metraje, el filme sorprende por una fotografía y dirección de arte que simula verdaderas pinturas, con sus texturas brillantes y sus paisajes de una exquisitez que sobrecoge y que representa un avance más que significativo dentro de la reciente producción cinematográfica india.
Con un sólido guion de Sachin Kundalkar, este filme financiado y llevado a cabo por Netflix, ofrece una instancia de gran valor para apreciar las tendencias estéticas y argumentales de un cine que suele encuadrarse en el denominado Bollywood. En “Azul Cobalto” el realizador se solaza con unas increíbles escenas en las cuales el personaje principal se encuentra en un ambiente de ensoñación, trabajo del fotógrafo Vincenzo Condorelli, lo que da pie para que muchos de los acontecimientos que suceden entre los personajes puedan ser realidad o acaso una fantasía, producto de la mente de quien será un gran escritor.
El protagonista es un sensible joven con una carrera literaria en ciernes, que queda deslumbrado por el recién llegado arrendatario quien lo seduce con su misterio. Lo que el personaje desconoce, y que será un gran punto de inflexión para este notable filme, es que este hombre también seducirá a la hermana, una chica que se opone a la rigidez de las costumbres ancestrales indias.
De este modo, el aspirante a escritor y su hermana se enamoran del mismo huésped alojado en su casa, todo lo cual provocará sucesos inesperados, derivados de esta situación que sacuden los cimientos de su tradicional familia.
Así, la película comienza a indagar en el grado de madurez que alcanza el joven escritor, en las extrañas circunstancias en que la hermana huye con el desconocido y después retorna para alterar el orden familiar y en las consecuencias de este romance prohibido en el cerrado entorno indio. Pero lo más notable es que el director se apoya en elementos visuales (texturas, paredes, colores, fotografías y formas arquitectónicas) que ayudan a dar ilación a este relato que oscila entre el romance y el drama por partes iguales.
Sorprende el grado de sensibilidad que demuestra el director al tratar el tema de un amor homosexual en el entorno familiar indio, especialmente por la sutileza de sus imágenes y el respeto por el lenguaje fílmico con que lo traduce, alejado de toda exageración o lugar común.
Es particularmente inteligente el empleo de los elementos visuales en correlación con los acontecimientos que marcan la vida de los protagonistas: la hermana que anhela escapar de la familia y consagrarse al hockey revela una personalidad intensa, de claras convicciones y que en gran medida emplea la seducción del extraño como una válvula de escape. En tanto, el joven escritor descubre en este inquilino el camino para llegar a plasmar su talento literario a la par que aprende los placeres del sexo y de la carne.
Existe en el filme un declarado amor al cine a través del personaje del joven que mantiene un cine club y guiños a ciertos temas, autores y títulos clave dentro de la mitología gay como sucede, por ejemplo, con “Maurice” de E. M. Foster traducido al cine por James Ivory, que aparece en la cinta como un nexo entre el joven literato y este mantenedor de una cultura cinéfila en el entorno.
En el plano de las actuaciones el nivel es excepcional, demostrando sensibilidad y un gran estudio de los personajes, en especial en el trío compuesto por los hermanos y el misterioso arrendatario. Cada uno de ellos tendrá la oportunidad de lucir sus evidentes dotes histriónicas en escenas de gran contenido dramático y de profunda creatividad estética.
En síntesis, resulta una más que agradable sorpresa este exquisito trabajo fílmico, lleno de detalles, sutilezas y alcances, donde queda de manifiesto la capacidad de su director para articular una película que descubre un romance cruzado en un contexto de grandes contradicciones culturales y sociales.
Para el recuerdo, la escena del primer encuentro que remata con la figura del elefante y el plano final suponen una brillante síntesis de lenguaje, sentimiento y belleza, algo poco frecuente en estos días en que el cine suele deparar pocas sorpresas tan estimulantes como este “Azul Cobalto” que recomendamos con auténtico fervor.
@VictorBorquez
Periodista, escritor y Doctor en Proyectos de Comunicación