Rubén Olvera
Saltillo, de metrópoli industrial a epicentro cultural
Saltillo se ha convertido en una ciudad muy atractiva para vivir debido a sus
abundantes oportunidades de empleo y su entorno seguro. Año tras año, la capital
de Coahuila recibe nuevos residentes, seducidos por su rápido crecimiento
industrial y la tranquilidad que envuelve sus calles.
Como resultado, la metrópoli conocida como la “Detroit de México” en los años
noventa, ha experimentado un rápido aumento de población y una sorprendente
expansión urbana en las últimas décadas.
Aquellos paseos familiares por la calle Victoria se convirtieron en recorridos de
tienda en tienda bajo la comodidad del aire acondicionado de una plaza comercial.
Los antiguos restaurantes del centro de la ciudad, donde alguna vez se disfrutaba
de un buen un café, han sido remplazados por cadenas de comida rápida.
El señero paisaje de montañas y llanuras también ha sufrido un cambio dramático,
ahora dominado por fraccionamientos y fábricas por doquier.
Hoy, con casi 900 mil habitantes y unos 370 mil automóviles en sus calles, Saltillo
tiene un nuevo rostro. Sin embargo, esta evolución no debe invadir de nostalgia a
quienes disfrutaron de aquella época. Sucede que los aspectos relacionados con
la calidad de vida urbana han cambiado.
En la sociedad actual, las personas dan gran importancia a las oportunidades
laborales y a los indicadores de seguridad cuando se trata de construir un futuro
estable para sus familias. En este sentido, Saltillo se distingue de otras ciudades
golpeadas por la violencia y cuya economía se encuentra estancada.
De hecho, en los últimos años la capital de Coahuila se ha convertido en uno de
los municipios con mejor calidad de vida del país y por ende en uno de los lugares
más atractivos para vivir. Así lo indican los rankings que evalúan la seguridad y la
cohesión social.
Sin embargo, en medio del esplendor industrial y la expansión urbana han brotado
nuevos desafíos relacionados con la convivencia. Es justo reconocer que aquellos
tiempos apacibles del antiguo Saltillo eran más propicios para disfrutar de la vida
familiar y comunitaria. Este ambiente se caracterizó sin duda por un mayor
compañerismo y cooperación entre residentes y vecinos.
Por ello, las autoridades deben persistir en apoyar proyectos que fomenten la
convivencia y el desarrollo cultural. Lograr que el anacrónico apodo de la “Detroit
de México” sea reemplazado por una pronunciación más moderna que refleje las
mejores condiciones de vida y seguridad que disfruta la población.
En Saltillo, la promoción de la convivencia y el desarrollo social se han visto
significativamente potenciados por diversas iniciativas recreativas, deportivas y
culturales, entre ellas el Museo del Desierto, Parque Maravillas, Gran Bosque
Urbano, Parque Mirador, Ruta Recreativa y dos biblioparques. Gracias a ello, las
familias ahora cuentan con más espacios para convivir y ya no se limitan a la
Alameda Zaragoza y la Ciudad Deportiva.
La ausencia de tales iniciativas puede haber sido el catalizador que transformó a
Detroit de una ciudad prospera y reconocida a un símbolo de criminalidad, crisis y
marginación. En su momento, su industria automotriz ejemplificó las bondades del
capitalismo sin tener en cuenta el deterioro social y urbano que causaba.
Las Naciones Unidas impulsan recientemente una nueva agenda urbana. Desde
esta perspectiva, la simple creación de empleos y oportunidades es insuficiente
para garantizar un entorno saludable y armonioso.
Esta es la razón por la que ciudades industriales como Saltillo están obligadas a
fomentar la integración y la convivencia social, creando espacios para la
recreación y la cultura.