Me necesitarás cuando tenga 64 años
Rubén Olvera
Cuando Paul McCartney rondaba los 25 años, grabó una canción con los Beatles llamada “Cuando tenga 64 años”, que escribió como homenaje a su padre, quien justo llegaba a esa edad.
No es necesario ser conocedor para detectar que el joven compositor expresa preocupaciones sobre su futuro y se imagina a sí mismo en una etapa de su vida en la que podría no ser útil para quienes lo rodean.
En la pieza musical, el ex Beatle pregunta: “¿Me necesitarás cuando tenga 64 años?” Y sugiere: “Podría resultar de utilidad arreglando un fusible cuando se te apaguen las luces”.
Aunque la melodía tiene lugar en un país anglosajón de los sesenta, su letra aborda un tema actual que debería preocupar a la opinión pública y las autoridades: el envejecimiento de la población.
Según el INEGI, el porcentaje de personas de 60 años y más por cada cien jóvenes y niños de 0 a 14 años aumentó del 16 % en 1990 al 47.7 % en 2020. Durante el mismo período, Coahuila experimentó un comportamiento similar, pasando del 16.7 % al 42.3 %.
Al invertirse la pirámide poblacional, producto de una mayor esperanza de vida y una menor tasa de natalidad, se creó una idea errónea de que el envejecimiento, especialmente de los trabajadores, impacta negativamente en las finanzas públicas, el crecimiento económico y la productividad.
No obstante, ¿por qué responsabilizar a las personas mayores por la mala administración de las pensiones y del sistema de seguridad social? ¿Por qué atribuir al envejecimiento de la población la falta de crecimiento económico, si los problemas estructurales no se resolvieron a tiempo?
Además, ¿acaso la baja productividad de las empresas se debe a que los trabajadores de mayor edad operan las líneas de producción? ¿O es que las autoridades y empresarios no han implementado las innovaciones y la formación de capital humano necesarias para mejorar la competitividad?
Sin embargo, hay un aspecto más preocupante al hablar del umbral de los 65 años, lo cual hace que las personas mayores se pregunten si seguirán siendo útiles a medida que se acerquen a esa edad, como lo refleja la canción de McCartney. Para algunos jóvenes e incluso para algunas autoridades, la edad cronológica se equipara con el concepto de “viejo”, lo que se interpreta como una persona disminuida.
El problema es que no han comprendido que las investigaciones demuestran de manera contundente que muchas personas mayores son igualmente capaces y productivas como los jóvenes, gracias a su experiencia acumulada.
En 2013, el economista Axel Börsch-Supan, quien fuera director del Centro para la Economía del Envejecimiento en Múnich, publicó una investigación titulada “Productividad y edad”, llevada a cabo en fábricas alemanas de camiones, para determinar la contribución de los trabajadores a la productividad con relación a su edad, medida en función del número y la gravedad de los errores cometidos en las líneas de producción.
Los resultados son asombrosos. Contrariamente a lo que podría pensarse, el estudio demuestra que los trabajadores de más edad tienen una mayor habilidad para evitar errores especialmente graves que afectan a la productividad.
El autor concluye que los años de experiencia dotan a las personas de una nueva capacidad para convertirse en colaboradores productivos: “Los trabajadores mayores son especialmente capaces de comprender situaciones difíciles y luego concentrarse en las tareas vitales”.
Si esto sucede en sectores industriales que requieren más habilidades físicas que intelectuales, imagine lo que podría pasar en áreas como el servicio público si se combina adecuadamente la experiencia con el empuje de los jóvenes.
Es cierto que el envejecimiento plantea desafíos importantes, pero es injusto estigmatizar a los trabajadores por su edad, al igual que no se puede culpar a los jóvenes por su inexperiencia.
Un México moderno y productivo necesita de todas sus generaciones. De lo contario, ¿quién arreglará el fusible cuando se vaya la luz?