Competencia política y economía en Coahuila
Rubén Olvera
En las próximas elecciones de Coahuila, el oponente más fuerte de la economía será la política. Por lo que hemos visto hasta ahora, es probable que la lucha por el poder y las rivalidades personales e ideológicas desplacen al empleo, crecimiento, competitividad y otras áreas del desarrollo, como los factores decisivos en la votación del 4 de junio.
Sin embargo, hay un segmento significativo de votantes, probablemente aquellos cuyos trabajos e ingresos provienen de ámbitos productivos, entre quienes el simbolismo político es menos importante que el desempeño económico y la perspectiva de mejores oportunidades para definir sus preferencias.
En algún momento de la campaña y en determinados foros, los candidatos tendrán que contrastar sus propuestas al respecto. Ya que, como suelen decir los estudiosos de la economía, cuando el votante acude a las urnas pensando en su bolsillo es porque sabe perfectamente qué ha pasado y lo que realmente pueden hacer las diferentes ofertas políticas en competencia a favor del desarrollo económico.
Por lo tanto, los candidatos deben describir desde su perspectiva lo que ha sucedido con la economía del estado en los últimos años, destacando lo ocurrido después de la pandemia.
Al respecto, algunas de las fortalezas de la actual administración son: recuperación acelerada del empleo formal, crecimiento de la inversión externa, reducción de la informalidad laboral, aumento del PIB per cápita y sostenimiento de la competitividad estatal (tercer lugar nacional). Aquí es donde el candidato de la coalición PRI-PAN-PRD, probablemente enfatizará la contribución de la seguridad pública para impulsar el desarrollo económico de Coahuila.
En cambio, los otros tres candidatos resaltarán los principales desafíos que enfrenta el Gobierno estatal y que podrían afectar el desempeño económico de la entidad en los próximos años: crecimiento del PIB estatal por debajo de la meta anual fijada en 3.5%; incipiente diversificación productiva, especialmente en las regiones Centro y Carbonífera; rezago de inversión en infraestructura; y, dado que no se materializaron nuevas plantas importantes en la industria automotriz, existe la necesidad de mejorar la estrategia de promoción económica.
Más allá del diagnóstico político y los modelos de desarrollo propuestos por cada candidato, ya sea de izquierda o de centro–derecha, ofreciendo continuidad selectiva o cambios radicales en la estrategia, el plan propuesto debe enfocarse en algunas certezas que se observan en el horizonte de una economía industrializada y globalizada como la de Coahuila. Esta condición les daría una mayor credibilidad entre los sectores productivos de la entidad.
Sabemos que la relocalización mundial de las cadenas productivas es una realidad. El estado no puede darse el lujo de quedarse atrás cuando se trata de ofrecer mejores opciones de ubicación industrial. La competencia entre estados será crucial. El factor decisivo implica realizar una mayor inversión en movilidad, conectividad e infraestructura hídrica.
Sin embargo, la palabra clave en el futuro será incertidumbre. Por ejemplo, si termina la guerra de Ucrania, pronto inventarán otra; China seguirá sorprendiendo y abriendo nuevas rutas comerciales; si Donald Trump retorna a la presidencia de los Estados Unidos, cualquier cambio podría presentarse.
Ante esta situación, los próximos meses serán críticos para trazar el futuro de la entidad. Los cuatro candidatos están llamados a delinear una propuesta innovadora, versátil y flexible que defina claramente cómo mejorar el desempeño económico de Coahuila.
Los impulsos políticos y las luchas ideológicas son inevitables durante las campañas electorales. La principal amenaza para Coahuila será, por tanto, la politización de su economía o, peor aún, la inacción o pasividad ante los nuevos desafíos y oportunidades que ofrece el entorno global.