El dragón chino y el águila azteca
Rubén Olvera
Tengo la impresión de que el entusiasmo para hacer negocios y buscar inversiones provenientes de China se ha reducido en los últimos años.
La creencia es que la posición de México como plataforma y territorio de ensamble para las exportaciones del país asiático a los Estados Unidos y Europa podría verse amenazada.
De hecho, el comercio entre los tres países se ha estancado en años recientes. Se estima que China perdió fuerza para expandir los flujos comerciales y de inversión hacia México.
Si en el futuro, Estados Unidos reduce las compras de productos que contengan componentes chinos, el efecto colateral para nuestro país será que la inversión de China y el intercambio de insumos y bienes intermedios se puede ralentizar, y en algunos casos incluso detenerse por completo.
Quizás fue la fricción comercial chino-estadounidense iniciada bajo la presidencia de Donald Trump en 2018 y la reconfiguración del acuerdo comercial México-Estados Unidos-Canadá que concluyó con la entrada en vigor del T-MEC en el mismo año.
O tal vez, sería más adecuado enfocarse en el impacto de la pandemia de 2020, la guerra ruso-ucraniana en 2022 y la desaceleración del crecimiento en los últimos años de la economía china, para entender por qué algunos líderes y empresarios mexicanos consideran que el boom asiático podría caer en una crisis.
Nada más lejos de la realidad. El dragón sigue surcando los cielos de la globalización y el progreso, y es más ágil y veloz que nunca. Es solo que ha cambiado su estrategia de desarrollo y al mismo tiempo ha encontrado nuevos mercados y rutas comerciales diferentes a los Estados Unidos y sus principales socios.
México puede ser uno de los países afectados. Es por ello que se requiere que las autoridades económicas y comerciales, tanto federales como estatales, asimilen de inmediato la nueva estrategia del gigante asiático. Los aprendizajes oportunos y significativos podrían ayudar a la industria mexicana a evitar perder más inversiones y aumentar las exportaciones.
China ha captado bien las señales del nuevo entorno global y, por lo tanto, está implementando de manera inteligente y rápida una nueva estrategia dirigida a fortalecer su mercado interno, atraer más inversión extranjera, combatir los monopolios, aumentar la productividad y el valor agregado, erradicar la pobreza y vigorizar la clase media (componentes que conducen necesariamente a un mayor consumo).
Lo anterior, sin ignorar las nuevas oportunidades que ofrece la economía global, la innovación tecnológica, la apertura de los mercados y el reordenamiento espacial de las cadenas de valor. Así lo dejó entrever en el pasado Foro Económico Mundial celebrado en Davos, el economista y viceprimer ministro de China, Liu He.
Los resultados saltan a la vista. Puede que el crecimiento del 3% en el PIB de la potencia asiática en 2022 no impresione a nadie, pero si observamos la participación del gigante en la economía mundial, nuestra perspectiva cambia por completo.
En 1990, la contribución de China al PIB mundial fue inferior al 2%. En 2012, la misma cifra alcanzó más del 13%. En 2020, ese indicador se dispara al 17 %.
China sigue siendo la economía más grande del mundo en términos de creación de riqueza. Ni siquiera una gran ballesta puede derribar al dragón.
La gran pregunta, entonces, es ¿por qué China, siendo una economía socialista, aligeró su equipaje para despegar con mayor agilidad hacia el futuro, mientras que México, con una economía de libre mercado, no logra vencer la gravedad que lo mantiene anclado en el pasado?
Es hora de mostrarle al mundo que el águila azteca es más rápida que el dragón.