Rubén Olvera
Brasil, último destello de la izquierda
Sudamérica se está quedando sin gobiernos de izquierda. Hasta hace poco era un firmamento repleto de estrellas progresistas, pero hoy luce casi vacío. Uno tras otro han sido derrotados en las urnas, incluso aquellos que parecían invencibles, como el boliviano. Sin embargo, en ese horizonte oscuro y gélido queda una luz encendida. Y no es cualquier destello. Se trata de Brasil.
Brasil podría ser la última potencia de la región gobernada por una izquierda democrática y exitosa. Algunos incluso advierten que, si Brasil cae, también se apagaría el impulso progresista del continente.
No es una exageración. La nación carioca es líder indiscutible en la región. Y no se trata solo del tamaño de su economía y su gran población. De la mano de Lula da Silva —arquitecto de algunos de los programas sociales más exitosos del continente—, se ha convertido en uno de los pocos proyectos de izquierda que han dado resultados en lo social y en lo económico. Brasil ha logrado reducir la pobreza e impulsar el crecimiento y el empleo. Sin duda, una excepción dentro del bloque progresista.
Cosa extraña: desde que Lula da Silva asumió su tercer período en 2023, la izquierda sudamericana precipitó su declive. Ahí están Argentina, Ecuador, Panamá y Bolivia, que dieron un giro hacia la derecha. Años antes lo habían hecho El Salvador, Uruguay, Perú y Costa Rica.
Incluso Chile podría sumarse ya a este grupo. En las recientes elecciones, las derechas ganaron la mayoría en la Cámara de Diputados. Algo que se observa por primera vez desde el retorno de la democracia en los noventa. Lo mismo para la segunda vuelta presidencial: encuestas y analistas anticipan la victoria de José Antonio Kast, abanderado de ese bloque.
Mientras tanto, en medio de ese retroceso progresista y del incesante asecho de la derecha, el gobierno de Lula da Silva se mantiene firme. En buena medida porque en los últimos tres años el crecimiento económico ha superado el 3 % en promedio.
Brasil ha sabido combinar magistralmente la política social con la agenda económica de crecimiento. De hecho, el empleo ha sido, junto a los programas sociales, una de las claves para reducir la pobreza. Si los gobiernos progresistas pusieran mayor atención en este aspecto, otro gallo les cantaría.
Por si fuera poco, esos programas —en especial “Bolsa Familia”, su política insignia— le han dado a Lula la plataforma para liderar la agenda global contra la pobreza. En los próximos días el presidente brasileño presentará la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza en el marco de la Cumbre del G-20.
Por supuesto que la potencia sudamericana también enfrenta problemas. El déficit fiscal ha crecido, la inseguridad va en aumento y la desigualdad no ha cedido al ritmo que lo ha hecho la pobreza. Pero, aun así, el balance es positivo.
El caso brasileño es un recordatorio para los gobiernos de izquierda que sobreviven en la región: se puede gobernar en democracia, con disciplina y sin frenos ideológicos que limiten el crecimiento.
En 2026 habrá elecciones en Colombia. Quizás sea el momento para que el izquierdista Gustavo Petro converse ampliamente con su par carioca. Le urge.







