Rubén Olvera
Está vivo
En su visita a Coahuila, la expresidenta nacional del PRI, Dulce María Sauri, lanzó una frase que reanimó al priismo del resto del país: “Coahuila es muestra de que el PRI está vivo”.
Estas palabras dibujaron una sonrisa de satisfacción en el PRI local, orgulloso de ser un bastión con una estructura todavía capaz de ganar elecciones.
También echaron a andar la imaginación del priismo nacional, que interpretó la frase como una señal de que el histórico partido todavía respira y que un eventual resurgimiento sería posible si se replica el modelo electoral del PRI coahuilense.
Las declaraciones de Sauri llegaron justo cuando el PRI andaba de capa caída, pues las encuestas recientes lo relegan al cuarto lugar en las preferencias. Además, días antes, el PAN había anunciado el fin de la alianza sobre la que el priismo nacional afincaba sus esperanzas. Sin ese respaldo, las posibilidades de asegurar curules de mayoría se reducen significativamente en gran parte de los distritos.
Y ni hablar de las gubernaturas. Si a nivel estatal el PAN decide hacer lo mismo, el PRI tendría que replantear su estrategia para ser competitivo en algunos estados.
Ante ese panorama —nada halagüeño—, el partido estaría buscando un nuevo rumbo. De ahí que algunas voces dentro del priismo vean en Coahuila una inspiración para un relanzamiento nacional.
Y hay razones para pensarlo. El PRI de Coahuila ganó por amplio margen la gubernatura en 2023 y los principales municipios en 2024. Un ojo de agua en la sequía electoral del tricolor.
Además, en las dos elecciones más recientes para el Congreso local (2020 y 2023) consiguió algo que ningún otro PRI estatal ha logrado en los últimos años: el “carro completo”, al ganar los 16 distritos de mayoría.
Ese antecedente le otorga al PRI de Coahuila las credenciales como enclave electoral, una excepción que “Alito” Moreno y compañía sueñan convertir en regla.
Sin embargo, antes de asumir que Coahuila serviría como ejemplo para revivir las estructuras del partido a nivel nacional, conviene abrir un paréntesis: ¿podría el modelo del PRI coahuilense sobrevivir fuera de su hábitat? ¿O es más bien una especie endémica —como las que habitan en las pozas de Cuatro Ciénegas— destinada a debilitarse lejos de su entorno?
Quizá su éxito se deba a que opera en un ecosistema político particular, donde su estructura electoral, red territorial y estilo de liderazgo responden a la cultura política propia del estado.
De ahí surge la duda sobre su alcance nacional: ¿la forma de organización y la estrategia electoral del PRI de Coahuila tendrían cabida en escenarios políticos tan distintos como la Ciudad de México, Chiapas o Jalisco? La pregunta sigue abierta.
 
								
 
															






