Rubén Olvera
Trump, la amenaza como estrategia
Donald Trump se anotó tres victorias internacionales en menos de 24 horas sin la
necesidad de incrementar un solo punto los aranceles. Algo sin precedentes para
un mandatario que lleva menos de veinte días en el cargo.
Tres actos le bastaron al presidente estadounidense para concretar su estrategia.
Primero, amenazó con imponer aranceles más altos a sus vecinos. Luego, como
demostración de firmeza, dictó las órdenes correspondientes. Por último, quizás
en la comodidad de su campo de golf, esperó las llamadas de sus pares y ofreció
pausar las nuevas tarifas durante un mes a cambio de cumplir con sus
condiciones.
Consiguió que Canadá reconociera a los cárteles mexicanos como terroristas.
Además, las autoridades canadienses accedieron a incrementar la vigilancia de
sus fronteras.
Logró 10 mil efectivos de la Guardia Nacional y del Ejército Mexicano para
contener el cruce de migrantes y la entrada de fentanilo a Estados Unidos.
Horas antes, Panamá anunció que no renovaría su acuerdo de entendimiento con
China. Esto sucedió después de que Trump insinuó que tomaría por la fuerza el
control del Canal de Panamá.
¿Cuál es el secreto de Donald Trump para conseguir sus objetivos tan
rápidamente? ¿Nos hallamos ante un nuevo orden impuesto por el magnate,
donde las convenciones y tratados internacionales, el diálogo y la cooperación
entre pares, y los protocolos son irrelevantes porque ahora Estados Unidos
promueve sus intereses mediante la intimidación y agraviando a las autoridades?
La clave para que el presidente estadounidense doblegue a sus contrapartes no
reside en aplicar castigos, sino en la amenaza de aplicarlos. La estrategia es la
amenaza o el chantaje, si se quiere llamar así. La táctica es el vituperio.
Las amenazas de Donald Trump fueron efectivas porque, sin aumentar los
aranceles o tomar por la fuerza el Canal de Panamá, indujeron con relativa
facilidad a las autoridades de estos tres países para que sus acciones
respondieran a los intereses de Estados Unidos. Si las nuevas tarifas no se
hubiesen pausado, o si se reactivan al término del plazo fijado, entonces la
estrategia sería un fracaso.
Detrás de esta estrategia hay una inteligencia de datos, análisis y escenarios. No
todo depende de las habilidades personales de Trump. Para que la amenaza sea
verosímil y, por tanto, exitosa, se deben cumplir dos supuestos.
Primero, las consecuencias económicas de imponer aranceles más altos deberían
ser mayores para México y Canadá que para Estados Unidos. De otra forma, los
países amenazados podrían pensar que el magnate solo estaba fanfarroneando.
Segundo, en toda amenaza, por más firme que parezca, debe existir un margen
para un acuerdo mutuamente beneficioso. Esto significa que quien lanza la
amenaza está dispuesto a negociar y ceder algunas concesiones. No es
coincidencia que el presidente estadounidense firmara las órdenes ejecutivas
durante el fin de semana para ceder tiempo al arreglo.
Quizás el mandatario permaneció en la Oficina Oval, esperando ansiosamente las
llamadas de México y Canadá. Para algunos, Trump era el más interesado en que
Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau se comunicaran.
¿Las autoridades canadienses y mexicanas cedieron demasiado pronto? En mi
opinión, México hizo lo correcto. Evitar una guerra comercial es la prioridad,
considerando una desaceleración económica en el horizonte.
Pero cuidado, porque al cerrar las fronteras, los cárteles compiten por el mercado
nacional, situación que provoca mayor violencia.