Un recuerdo a Arturo Ripstein y aquel su homenaje en el «Festival de Cine de Venecia»
Raúl Adalid Sainz
Ayer fue homenajeado el cineasta mexicano Arturo Ripstein por cincuenta años como director cinematográfico. Todo esto durante la «Muestra Cinematográfica de Venecia».
Arturo Ripstein, tan poco valorado en su país y tan admirado y celebrado en los máximos recintos cinematográficos.
El camino de Ripstein es por mí enaltecido. La primera cinta que vi de él fue, «El Castillo de la Pureza», a los trece años. Bien que lo recuerdo, el Cine Orfeón, ese desaparecido del centro del DF. Queda el edificio abandonado, pero cada vez que paso por ahí, vivo las imágenes de esa película, que una vez con conciencia, me hizo amar y admirar el cine de ese profundo cineasta.
Ripstein demostró un interés por viajar al alma humana desde su debut a los veintiún años con «Tiempo de Morir», contando con un guion de García Márquez y Alex Phillips en la cámara. Sus protagonistas, Jorge Martínez de Hoyos y Enrique Rocha hicieron un gran trabajo actoral. Eran los bosquejos del que iba a ser un gran muralista cinematográfico.
Ripstein retrata las atmósferas sórdidas, graves, agudas. Sus imágenes son contundentes, veraces. Aquel aguacero constante en aquella casa de encierro de, «El Castillo de la Pureza», era un eco que hacía sentir desprotección al espectador. Gran dirección de actores: Claudio Brook, Rita Macedo, Diana Bracho y Arturo Beristáin estaban espléndidos. El guion fue de José Emilio Pacheco. Un hito en nuestra cinematografía.
Esa primera etapa setentera de Ripstein es la que más me cautiva. «Cadena Perpetua», «Lugar sin Límites» y «El Castillo de la Pureza», son mis tres consentidas de Ripstein. Un cine crítico-social de dimensiones profundas universales. La tristeza, soledad, angustia del «Castillo de la Pureza» es acojonante.
La sordidez despiadada de «El Lugar sin Límites» es una bofetada contundente al machismo exhibido en su homosexualidad latente. La víctima «Manuela», paga cara la auténtica seducción. Gonzalo Vega, Roberto Cobo, Lucha Villa y mi querido Julián Pastor estaban monumentales.
«Cadena Perpetua», es una tremenda crítica a la corrupción en todos los órdenes. Una sociedad presa. Una cadena de alteración, un no poder salvarse, una metáfora del acorralamiento. La mentira y traición de la naturaleza de un ser que no puede cambiar; como es el caso del «Tarzán». Un padrote ratero que no se puede reformar. Su real cambio al bien no puede ser. Hay fuerzas oscuras que lo llevan a la mugre. El apunte crítico final de la cámara en close up al rostro del «Tarzán», teniendo que robar una cartera a las afueras del Estadio Azteca en pleno partido del TRI es de palmas para Ripstein.
Aún escucho el eco ácido crítico del grito de la afición: México, México, México. Pedro Armendáriz JR, logró, el que quizá, fue el mejor trabajo de su carrera actoral.
Una de mis admiradas películas de Ripstein de la época ochentera, es sin duda: «El Imperio de la Fortuna». Narró maravillosamente en tres fases la vida de su protagonista Dionisio Pinzón. Su origen, su ascenso y su caída. Un excelente guion de Paz Alicia García Diego y soberbias actuaciones de Ernesto Gómez Cruz, Alejandro Parodi, Blanca Guerra y Zaide Silvia Gutiérrez.
Ripstein fue a la raíz del sentir humano. La vida es una ruleta. Un caprichoso imperio que da y quita a su gusto. Un gallo que necesita una piedra imán de suerte llamada «Caponera».
En los noventas me dejó sin aire, golpeado y a la vez interrogante y admirado con su «Principio y Fin». Una película donde Ripstein no muestra concesiones. La vida es así. Una realidad verosímil aplastante. Una carcajada del destino a la fragilidad humana, a su vulnerabilidad. Terrible y a la vez deslumbrante película.
La manera como narra Ripstein el tiempo, la vida, el dolor, la derrota, las ilusiones, es un sello distintivo de su cinematografía en esta cinta. Julieta Egurrola, Bruno Bichir, Alberto Estrella, Blanca Guerra, Ernesto Laguardia y Lucía Muñoz estaban sensacionales. Un gran trabajo de dirección de Ripstein.
Me gusta la espléndida labor de construcción cinematográfica de «La Reina de la Noche», una relojería en la composición del cuadro de imagen. Hace de la noche y sus moradores un esperpento digno de Valle Inclán. Una Patricia Reyes Spindola sublime en su viaje a los infiernos.
Estas son las cintas que más me gustan de este admirado cineasta. Me llegan hasta la médula. Ripstein me retrata un México que es una neta. Un México doloroso, triste, nocturnamente oscuro, con personajes lúgubres, que ven marchitarse sus ilusiones, que son comidos por las pasiones, víctimas de su propia naturaleza, la gran mayoría en la derrota, en la caída.
La verosimilitud es su norma. Así es la vida parece decir Arturo Ripstein, haciendo símil a una de sus cintas. Arturo Ripstein es la pesadilla de un sueño. El despertar hará el reconocimiento. El espectador no será el mismo al terminar de ver una de sus películas. Y ahí está el genio de Ripstein. Que guste o no, ese es otro cantar.
Esperamos más cine de él. Un director que celebro y de pie.
Nota: Este escrito fue hecho en 2015. Arturo Ripstein, aún no estrenaba dos extraordinarias películas: «La Calle de la Amargura», y «El Diablo entre las Piernas». Ripstein cumple 58 años como cineasta. Que el contra luz de las salas y de una cámara corriendo nos lo sigan conservando por muchos años.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México México Tenochtitlan