sábado 12, julio, 2025

APOROFOBIA Y GENTRIFICACIÓN

Luis Alberto Vázquez Álvarez

64 d.C. Roma, la capital del imperio más poderoso del mundo arde y se destruye buena parte de ella. La teoría históricamente más aceptada es que Nerón, su emperador, quería reconstruirla con un diseño más moderno y monumental. Esta versión sostiene que él ordenó el incendio (del que culpó a los cristianos mientras “tocaba el arpa”) para limpiar lo viejo, ampliar las calles y construir su “Domus Aurea”, un palacio gigantesco que ocupaba gran parte del centro de Roma. (fuentes: Suetonio y Dión Casio, historiadores latinos)

La lucha por los espacios habitables es milenaria; hace 45,000 años, los sapiens desplazaron a los neandertales de sus hábitats provocando con ello, en parte, su desaparición. Muchas civilizaciones destruyeron a pueblos enteros para ocupar sus territorios y apoderarse de sus riquezas naturales. Los conquistadores europeos de los siglos XVI a XX desalojaron a los pueblos originarios de América y de África de sus tierras que habían sido sus cunas ancestrales, incluso, sagradas, para convertirlas en propiedades productivas de riquezas mundanas para satisfacer su egoísmo y ambiciones económicas. Hoy en muchas partes del mundo, la codicia destruye vidas como sucede actualmente en Gaza, donde los palestinos están siendo asesinados para robarles sus legítimas posesiones.

La aporofobia que es el odio y rechazo a las personas pobres se ha apoderado en especial de los supremacistas arios y los lleva a creer que son los únicos que pueden y deben gozar de una vida plena y poseer, entre otras, terrenos espléndidos para construir viviendas y edificios fastuosos privando a sus anteriores propietarios de la dignidad que exige una vivienda decorosa en una comunidad honorable.

En nuestro país, como en otras naciones del mundo, ha tiempo ha surgido un fantasma horripilante llamado: “Gentrificación”: un fenómeno económico, cultural, político y social que básicamente estriba en desencadenar revaloraciones de barrios deteriorados y habitados por población de bajos ingresos, expulsándolos de sus casas o vecindades a lugares alejados del centro urbano, a sitios carentes de servicios básicos, sin importar para nada sus personas y familias. “Rehabilitados” aquellos barrios o ejidos se destinan a la residencia de clases medias altas o “suburbios” para las familias más acomodadas

Los desplazados enfrentan no solamente problemas de vivienda, sino también laborales ya que sus antiguos vecindarios eran simultáneamente la fuente de sus ingresos y sustento: revisterías, tiendas de abarrotes, pequeñas boticas, típicos restaurantes/taquerías, talleres de reparaciones múltiples; es decir, servicios propios de comunidades populosas.

Los grandes condominios del Cartel inmobiliario del PAN en la Ciudad de México fueron construidos justo sobre antiguas vecindades y casas humildes compradas a centavos el metro cuadro y elevado a miles de pesos para beneficio de los “humanistas cristianos vasconcelistas” que se enriquecieron con el dolor de aquellos por los que dicen gobernar. En Torreón no se cantan mal las rancheras, a la fecha subsisten problemas en colonias cerradas al oriente porque sus constructores, aprovechando la miseria de los originarios poseedores, les pagaron una miseria para luego echarlos a la indigencia habitacional.

Otro modelo parecido a la gentrificación y que ha causado destrucción arquitectónica en nuestra ciudad es la demolición de edificios icónicos; entre otros:  la “casa morisca” en Colón y Abasolo; el precioso chalet con un torreón y pinturas de Salvador Tarazona en Juárez y González Ortega, frente a la alameda, o el regio teatro Princesa en Morelos y Valdez Carrillo derruido para un estacionamiento público frente a la “Plaza 2 de abril” =nombre auténtico=. Todo ello con la complacencia y hasta complicidad de las autoridades ultracorruptas prianistas que siempre han gobernado a Torreón. Afortunadamente y para gloria de nuestra región, un grupo de decididos ciudadanos evitó la demolición y logro la restauración del Teatro Isauro Martínez, uno de los tres más bello de nuestra nación.

Recientemente me alegra ver que el momento histórico que estamos viviendo, en que una mayor comunicación inmediata y más amplio conocimiento del diario acontecer, nos permite tomar consciencia social de que las experiencias pasadas han sido brutales, decadentes, depravadas, miserables e inútiles, provocando entre otras desgracias la desvalorización del ser humano y de sus riquezas culturales y habitacionales y ya existen quienes se atreven a defenderlas ante los enemigos de la vida y la felicidad.

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