martes 18, marzo, 2025

Angelina Peláez: en sus ojos se vislumbra todo su amor de actriz

Raúl Adalid Sainz

Siempre había querido escribir acerca de Angelina Peláez. Cuando empezaba mi carrera de actor, una vez oí que era la mejor actriz de México. Todo lo escuchado lo vi en una obra inolvidable para mí: «Contrabando», del querido Víctor Hugo Rascón Banda. Sus delicados matices, su verdad de entrega a la situación, su partitura de intérprete dejaba de manifiesto que era una de nuestras mejores actrices de México.

Hablar de Angelina es un infinito. Su carrera es impresionante. Alumna distinguida de Héctor Mendoza. Ha trabajado con los mejores directores de teatro del país: Héctor Mendoza, Julio Castillo, Luis De Tavira, Pepe Caballero, Raúl Zermeño, Mario Espinoza, Alberto Lomnitz, David Gaitán, y un largo contingente de directores y actores.

En el cine, su registro emotivo de gran actriz, trabajando en una actuación más pequeña para la cámara, es notable. Yo siempre la recuerdo en cuatro películas: «Cinco Días sin Nora», «La Vida Precoz de Sabina Rivas», «Por si no te Vuelvo a Ver», y una donde Angelina me resulta entrañable: «Tamara y la Catarina», su «Doña Meche’, me llegó mucho. Es la mujer mexicana del esfuerzo, de sentir el dolor de la vida, pero el ser humano capaz de brindar amor y ayuda, ante las circunstancias adversas, a un ser desprotegido. Gran alianza creativa con la actriz Ángeles Cruz en esa película.

Pero lo que más me interesa es la experiencia humana vivida con Angelina. La conocí en uno de los camerinos del Teatro Coyoacán. Hacía como actor la obra «Fugitivos», de Rascón Banda, dirigida por Raúl Zermeño. Ella entró y les dio notas a los compañeros. Me vio con sus ojos café-oscuros, y me dijo: ¡Felicidades! Me hizo la noche. Aquella actriz que decían era la mejor actriz de México, y que tanto me había impresionado en «Contrabando», con su «Damiana Cisneros», me había felicitado.

Lo más especial sucedió en 1999. Yo me había ido de la ciudad de México; me fui a hacer teatro en mi natal Torreón, y posteriormente emigré para hacer teatro en una compañía de repertorio en Nueva York. Regresé a la ciudad de México, y mi amigo director de teatro, Ignacio Escárcega, me dio chamba como actor en la obra:  «Libros para Cocinar». Durante las representaciones salió una crítica terrible a mi persona. Quien la firmaba decía que no valía un cacahuate como actor. Me pegó duro en la autoestima. A los pocos días de esas funciones, al terminar una de las representaciones, salí del camerino, al abrir la puerta estaba Angelina Peláez esperándome, y me brindó unas palabras muy bonitas hacia mi trabajo. Ya no me recordaba de la obra «Fugitivos». Sus palabras me reconfortaron mucho. Fueron un bálsamo. Ella no sabe la salud que dio a mi espíritu con sus palabras.

Hace pocos días coincidimos en un trabajo de un podcast dramatizado dirigido estupendamente por David Gaitán. Alumno de Angelina en la Escuela Nacional de Arte Teatral. Platicamos deliciosamente. Angelina recordó mucho a su amigo Víctor Hugo Rascón Banda. Rememoramos las sendas obras de Angelina con él: «Contrabando», (dirigida por Enrique Pineda) y «DeSazón» (dirección de José Caballero). Charlamos acerca de ese estupendo libro de Víctor Hugo: «Por qué a mí».

Nos reíamos de cuando Víctor platicaba en el libro que se escondía de niño debajo de la cama para oír platicas secretas de sus tías. Ahí aprendió Víctor Hugo, del sentir de la mujer, de sus frustraciones y placeres con los hombres. Angelina se reía reflejando también la nostalgia hacia un ser que nos fue entrañable. Recordó Angelina a su maestro Héctor Mendoza, sus hondas enseñanzas, a su amigo el director teatral Raúl Zermeño, a su paso por París en el Teatro Odeon, dirigida por Lluis Pasqual en «Tirano Banderas», de Valle Inclán. Su mirada hacia el amor con su pasión arrebatada por el teatro.

Recordó dos obras:  «Albertina en Cinco Tiempos», (dirigida por Alberto Lomnitz) y «Una vez más, por favor», (dirección de Mario Espinoza) ambas del dramaturgo Michel Tremblay. Recordó mucho a Arturo Beristáin en ese último montaje. El tema de la obra, es el cariño filial de un hijo recordando a su madre.

Fueron unos días maravillosos de convivencia con esa gran actriz y mujer mexicana. Su trabajo en ese podcast era preciso, de inventiva creativa, de una gran verosimilitud. «Eres como la voz de la tierra», le dije, Angelina tiernamente me dijo: «Muchas gracias Raúl «.

Como último detalle le platiqué que Pepe Caballero me invitaba a trabajar a una obra de Strindberg que pensaba dirigir: me dijo contundente: «acepta, a José y a un Strindberg, no se le puede decir que no».

Gracias Angelina, por tanto teatro, cine, televisión, docencia, por tanta pasión regalada. La palabra mística de actor se vierte muchas veces sin saber qué es: Angelina Peláez representa eso y más. Vivir momentos al lado de estos grandes seres es recobrar la vida. Es sentir vivamente la pasión por nuestro bello oficio de actor.

Gracias Angelina por aquellas palabras de felicitación que me diste. Fue una medicina para mi alma cuando yo estaba muy triste. Y tú, tú no sabías absolutamente nada de lo que me pasaba. Su aliento fue un bálsamo. Claro, las palabras eran de Angelina Peláez. Nada más y nada menos.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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