Luis Alberto Vázquez Álvarez
«Toda verdad pasa por tres etapas. Primero, es ridiculizada. En segundo lugar, es violentamente rechazada. En tercer lugar, es aceptada como evidente por sí misma».
Arthur Schopenhauer (1788 – 1860)
Carlo Cipolla (1922 – 2000), historiador italiano humanista utilizó el humorismo y con base en la obra de Erasmo de Róterdam (1466-1536) “Elogio de la locura o Alabanza de la Estupidez” (1511); formuló su famosa “Teoría de la Estupidez” (1976); para la época actual. Según Él, existen estúpidos, sin reglamentaciones, líderes o manifiestos y consigue ejercer un gran efecto con una coordinación increíble; porque la estupidez es un rasgo inherente al ser humano y que seguirá costando vidas y bienes.
Regresando con Erasmo, escribió que la estupidez es una diosa, hija de Pluto y de Hebe, la Juventud, criada por la ebriedad y la ignorancia; entre sus compañeros fieles se encuentran el narcisismo, la adulación, el olvido, la pereza, el placer, la demencia, la irreflexión, la intemperancia y el sueño profundo. Dentro de esto mismo, la estulticia de los políticos hace un elogio de la ceguera y la demencia que satíricamente utilizan las pasiones utilitaristas.
Las reglas que Cipolla estableció siguen teniendo vigencia décadas después de su creación, veámoslas: Siempre e inevitablemente subestimamos el número de individuos estúpidos en circulación. Una persona estúpida causa daño a otras personas sin obtener ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso. Las personas no-estúpidas subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; olvidan que en cualquier momento; lugar y circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso; incluso, son peores que los malvados, quienes perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
Los badulaques irreflexivos impiden que los inteligentes ayuden a los demás y terminan asociándose con otros papanatas porque creían que así superarían a los lúcidos, pero más bien con esas coaliciones los potenciaron y terminaron perdiendo de todas, todas. Luego pasan a la traición entre sí, porque el DNA de los estúpidos es la felonía y la cobardía, ya que sus errores nunca son reconocidos como propios, sino que los achacan al adversario e incluso, al propio aliado; finalmente su única argumentación son la vulgaridad expresada con gritos estridentes.
Por sus memeces no miden el poder de los demás y pierden oportunidades de impedir daños o por lo menos ignoran consecuencias y terminan llorando sus estupideces, incluso muchos de los que originalmente los acompañaban, cuando ven el triunfo de los listos terminan por sumarse a esos éxitos, siendo acusados por los mentecatos de “traidores”. Obligar por todos los medios a sus correligionarios de actuar de tal o cual manera, amenazarlos de expulsarlos del grupo por no obedecer ciegamente las consignas partidistas; concentrarlos en un lugar para que no se vayan, o que hablen con quien pueda influenciarlos, demuestra que estos vengativos líderes consideran a sus adeptos “estúpidos” incapaces de tomar decisiones propias, es negarles el libre albedrío. Pedir “linchar” a quien no vota en el mismo sentido que mi partido, de esa manera los alcornoques terminan por destruir, desde adentro, a su propia camarilla. Por el contrario, los inteligentes benefician a los demás y a sí mismos.
El filósofo Schopenhauer sostiene: “Se dice que la maldad se expía en aquel mundo; pero la estupidez se expía en este” y eso es cierto totalmente, hay quienes quieren engañar a las personas diciéndoles que aún les que dan recursos para defender privilegios cuando ellos mismos saben que es totalmente falso; no existe ningún recurso viable; de lo ínfimo que saben es que saben que mienten.