Raúl Adalid Sainz
A veces los seres humanos abandonamos, rehuimos la pasión que decimos sentir por alguien o por algo. La brújula se pierde y entramos a un viaje a toda velocidad hasta que nos estrellamos o algo hace que nuestro remolino se detenga. Antes de eso, todo es vacío, soledad, angustia, bluff y reventón sin sentido.
Alguien nos puede gritar: «retorna, vuelve a la verdad», y nos hacemos sordos, ciegos, fingimos no escuchar esa voz. «La Dolce Vita», de Federico Fellini, es una película que por su simbolismo se presta a que uno haga su propio viaje. La premisa es clara por parte del director, el vacío, la incomunicación, el egoísmo, la fuga, la soledad acompañada.
De ahí el espectador hace su propio vuelo. Marcello Mastroianni crea un gran personaje lleno de matices, de ocultamiento, de encanto-dolorido, de evasión, de cobardía, de miedos que se expresan de diversas maneras.
La película parece un collage de imágenes, sin embargo, hay un hilo conductor, esa búsqueda de no saber, qué, por parte del protagonista. La escena entre Anita Eckberg y Marcello en la, «Fontana de Trevi», es inolvidable. Sensual. tierna. Hechizante. Siempre que veo esta película es un viaje distinto. Todos hemos vivido como «Marcello Rubini» (nombre del periodista protagonista) y la película nos invita a descubrirnos en nuestro propio «Marcello». La música es del gran Nino Rotta.
Fellini, que necesario es verte en tiempos en que las voces libertarias de honesta convicción parecen ausentarse. Hoy más que nunca debemos de buscarte. Hoy que los ideales parecen ausentarse. Hoy que hacemos héroes a portadores de absurdas y egoístas convicciones. Hoy que confundimos valor y precio. Hoy que hemos hecho dioses de símbolos nada más que materiales, mensajeros falsarios que ocultan la verdad. El dinero, el reconocimiento, la fama, la hueca y banal mascarada, tronos del hombre contemporáneo.
Sí, ver «La Dolce Vita», es decirme qué onda conmigo mismo en medio del marasmo, en medio de la falsa apariencia, en medio de la soledad, en medio del miedo al compromiso, en medio del bluff, en medio del querer ser por medio del dinero, en medio del sinsentido de la fiesta, en medio de mi evasión como persona y de mi fuga ante el compromiso vital de mis ideales. ¿Qué posición guardo ante la vida?
Por eso fue grande Federico Fellini. Directores que nos decían y cuestionaban con verdades y que era una responsabilidad el contestarlas como atrevido espectador de sus películas.
Hoy «La Dolce Vita», parece más que nunca gritarnos lo pobres que somos al rendirnos a un Dios que nos consagre en la consecución del dinero y el vacuo vacío de los honores del reconocimiento.
El cartel al pie del escrito fue el original para la publicidad de la película.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan