viernes 10, mayo, 2024

Al querido escritor cinematográfico Xavier Robles en su cumpleaños

 

 

Raúl Adalid Sainz

Xavier, divino orfebre de la creación cinematográfica. Tus obras, una memoria perpetua, y un referente de vida para mí. Tu «Rojo Amanecer», escrita junto a tu compañera querida, Guadalupe Ortega, un latir masacrado en juventud, tus «Poquianchis», un panteón del México aberrante.

 

Tus «Motivos de Luz», esa tan vigente como la miseria cruenta, tu «Tres de Copas», es la baraja que se arroja en apuesta de pasión por la «Casilda», tu «Bajo la Metralla», esa guerrilla humillada y traicionada; sí, porque todos los negros tomamos café, al igual que en un velorio de arrabal defeño, toman café con piquete, tus personajes de barrio bravo, y que gritan: «¡Qué Viva Tepito!». 

Al final de cuentas, y como bien dijiste en tu película: todo es una «Noche de Carnaval». 

Hoy Xavier es tu cumpleaños y quiero obsequiar ese testimonio de tu vida en el cine. Ese escrito que valoro pues me lo regalaste. Hoy lo comparto porque al talento hay que dimensionarlo en toda su justeza. Xavier Robles, es un valor enorme de nuestro cine mexicano. Gracias Xavier por tu cariñosa amistad.

 

Raúl Adalid Sainz en algún lugar de México Tenochtitlan

 

TESTIMONIO

Por Xavier Robles

Me pide el querido amigo Raúl Adalid un testimonio sobre el cine en el que participé. Lo primero que se me viene a la mente es la suerte que tuve de colaborar con Felipe Cazals y Tomás Pérez Turrent en Las Poquianchis (1976).

Felipe decía, y creo que tenía razón, que los escritores sólo estorbábamos en el rodaje. Para él era claro que estaba creando su obra, y los comentarios de sus escritores podíamos alterar las ideas que tenía concebidas para sus personajes.

Particularmente, los actores nos pedían toda la información que podíamos comentarles sobre sus personajes. En el caso de Las Poquianchis esto era relativamente fácil, pues Guadalupe y yo disponíamos de más de 20 casetes grabados con entrevistas de los personajes originales. Pero en el caso de personajes imaginados y creados por nosotros, esto sí podía incomodar a Felipe, pues él pensaba que por ejemplo cierto actor tenía que asumir tal o cual actitud y allí sí podía haber discrepancias y por tanto riesgo para su creación.

De manera que Felipe, que era muy respetuoso con sus escritores, y lo demostraba al colocar sus créditos de pantalla, nos invitaba cierto día al rodaje, para pedir nuestra opinión, y ese día él montaba alguna escena que sabía que podría gustarnos o complacernos. Fue fantástico trabajar para Felipe. 

Con Fons no quedé tan satisfecho y de hecho hasta ahora tengo la impresión de que Rojo Amanecer, originalmente Bengalas en el Cielo, pudo haber sido una obra mejor filmada. No entraré en detalles. Lo cierto es que Fons también fue muy respetuoso de mi trabajo y la obra allí está ya, para la historia del cine mexicano. Fons cumplió, y cumplió de la mejor manera que le fue posible.

Con Mario Hernández, aunque éramos muy amigos, siempre quedé insatisfecho. Mario era muy empeñoso, pero le faltaba esa pimienta que hace a los grandes directores. Sin embargo, hicimos algunas películas trascendentes como Zapata en Chinameca y ¡Que viva Tepito!

De otros directores no vale la pena hablar. Con frecuencia destrozaban la obra en aras de cualquier otro interés que no era precisamente cinematográfico. Me hubiera gustado mucho trabajar con Armando Casas (estuvimos a punto de lograr un proyecto) y actualmente espero que se den las circunstancias para colaborar con Carlos Bolado en una obra que escribí recientemente.

También me hubiera gustado trabajar con Arturo Ripstein y siento que esa experiencia faltó en mi carrera como escritor.

En cuanto a los actores, trabajar directamente con ellos es un regalo de la vida. Tuve el gusto de trabajar con Patricia Reyes Spíndola en un proyecto que está todavía pendiente, y María Rojo es un verdadero dulce para cualquier escritor. Ana Ofelia Murguía, Martha Aura, grandes actrices interpretaron algunos de mis personajes. 

En cuanto a los actores, me quedo con el gran sabor de boca que me dejaron grandes como Ernesto Gómez Cruz, José Carlos Ruiz, Alejandro Parodi y otros. Tengo el pendiente todavía de trabajar con Raúl Adalid, y espero que esta colaboración se dé en un futuro más o menos cercano. 

Sólo me queda afirmar que un director es tan bueno como los escritores y actores que selecciona para su film, así como de su relación con el director de fotografía, que es otro creador trascendente en esta elección.

 

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