Raúl Adalid Sainz
Sí, era un rayar el día. Ruta: San Luis Potosí- México. Una camioneta el transporte. Un chofer y diversos actores en el regreso a su casa. Dos de ellos desafiaban el comienzo del día y platicaban. El tema de inicio: el cine, donde se habían conocido. Zacatecas, y aquellos fríos del rodaje. Venía el recuerdo de aquel coche que uno de ellos se había llevado al rodaje.
De ahí a rememorar a actores que reconocieron del camino. José Juan Meraz, Lumi Cavazos, Isaura Espinoza, Ana Karina Guevara, Paulina Gaytán, Luisa Huertas, Fernando Becerril, qepd, Susana Salazar, Hansel Ramírez, y aquel director apreciado por ambos, Jaime Ruiz Ibañez.
Un elemento apareció como invitado. Un manto sagrado y orgulloso adornó su charla: la niebla. Los tráilers del camino y los señalamientos, aparecían rostros, presencias que querían danzar en aquel vapor nostálgico. Surgió Alonso Echánove. «Iniciamos juntos en el cine», me decía con cándida sonrisa mi compañero actor. Vino de sierra duranguense la rémora a Juan Antonio De la Riva, y aquella su ópera prima, » Vidas Errantes», mi buen amigo echaba la cabeza atrás visualizando a su compañero de historia, José Carlos Ruiz.
La mañana nublada y gris traía fácil la presencia de la otra película de Juan Antonio: «Pueblo de Madera». Hicimos el recorrido de ese gran elenco: Angélica Aragón, Alonso Echánove, Mario Almada, Lolo Navarro, «El Rolo» Rodríguez, Dolores Heredia, Gaby Roel, Juan Carlos Martínez, Javier Zaragoza, qepd, y un recuerdo especial que mi compañero hizo a un compa muy especial para él: Abel Woolrich, y su entrañable personaje, «El Mal Hecho».
El chófer Alex, se solazaba con la plática, amenizaba su manejo. De repente se reía, veía de soslayo aquella niebla que era un marco. Una parada técnica para ir al baño. Un señor, actor ya maduro, que venía entre los pasajeros se le acercó a mi cuate, y le dijo: «le quiero dar las gracias porque hace mucho usted me salvó una escena en una telenovela, se me olvidaron las líneas, y usted me rescató. Improvisó y no se notó mi error. Muchas gracias». Mi cuate reía en aquel agradecimiento inesperado.
Querétaro apareció. Un súbito cambio de conversación: los viejos amores. Desencuentros. El enamoramiento del recuerdo. El caer de escenas con los cuerpos que unos días se encontraron y otro día se fueron. La esperanza. La paz, como puerto de búsqueda. «Pa que veas cómo somos los actores», decíamos en la risa a Alex. Él vivía una película.
«A nada hay que decir que no, a ningún trabajo», decía mi compa en conclusiones sabías, «nunca sabes dónde salta el conejo».
La niebla hacía un ratito se había hecho desentendida, parodiando a Agustín, el músico enamorado de María Bonita. Y hablando de ella, recordamos a las bellas mujeres de Sonora. Y en especial, las de Navojoa.
Dentro del recorrido de actores, vivimos, casi en rendido homenaje, uno a Ernesto Gómez Cruz. Mi amigo actor me decía, que don Ernesto sí lo dejó pajita con su talento, cuando compartió set con él en la serie de la vida de Juan Gabriel.
Bordeábamos ya la Ciudad de México. Aquella charla llegaba a su final. Podía seguir, pero lo bueno siempre será mejor sin largos epílogos. Llegamos a nuestro destino en Televisa San Ángel. Nos despedimos en el cálido y fraterno abrazo. Mi compa dijo: «lo bueno es que tú y yo, ya no cambiamos». Hablaba de la bendita sencillez humana.
Alex, el chófer, nos vio, ya se iba, después de cumplir su encomienda de nuestro traslado. Se frenó en la entrada de Televisa, y nos dijo a voz en cuello…»adiós», con una gran sonrisa.
Y ustedes se dirán: quién era el actor con quien platicabas en la niebla. Era el querido Ignacio Guadalupe. Actor de un sin número de películas. Del pueblo de Naco, Sonora. Ya tiene algún tiempo Nacho dedicado a la televisión y a las llamadas series. Siempre activo. Maestro también de actores para entrenamiento en la cámara de cine. Preparado en el glorioso Centro Universitario de Teatro de la UNAM.
Qué buen viaje vivimos querido Nacho.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan
